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15 de mayo de 2020 0

Bildurenea

Mi casa no tiene nombre. Una imagen en una hornacina sobre su puerta de entrada bendice a quien la traspasa pero, fuera de esta advocación que alguna vez me ha servido para identificarla, mi casa no tiene nombre. En la foto pueden verla con flores silvestres que le recogemos en todas las estaciones; Que hay que ver la sabiduría de que aquello que diseñó el Creador para que pudiéramos honrar a Su Madre orientara también a las abejas.

Hubo un tiempo en el Señorío,  en Vizcaya, en que sus habitantes no ponían nombre a sus casas sino que, al revés, lo recibían de ellas. Los que vivían junto a un camino de tierra roja, portaban ese apellido. Quien vivía en la casa del cura se llamaba Apezarena; él y sus doce hijos eran “del cura”. Y quien moraba la del oficial, Oficialdegui, aunque a aquél lo hubieran destinado lejos, muy lejos y hacía mucho tiempo. El apellido era el nombre de la casa y – aquí la curiosidad – al mudarse de casa se mudaba también de apellido. Claro, qué sentido tenía ser Martín “camino rojo” si se vivía ahora junto al puente viejo. Así la familia Bidegorri pasaba a ser Zubizarra en el pispás de llevar los trastos. Hablo de los apellidos que eran normales cuando la gente se llamaba Martín o Ignacio y no Gaizka e Ibai. Trento decidió acabar con este cachondeo medieval para desesperación de los carteros y de los Reyes Magos.

Tengo entendido que esto no era así en la única ciudad del Señorío, donde gustaban más de usar apellidos castellanos, por aquello de epatar. Cosas de los señoritos de la época.

¿A qué viene esto? A que dándole unas vueltas a la idea de casa, casa-castillo, casa-prisión, me vino a la memoria el verso de Aresti “defenderé la casa de mi padre“. Un grito a defender las raíces. Parece que en eso estamos, cerrando la puerta y viviendo para dentro. Quizá aprendamos que esto no basta y, por haberlo perdido, valoremos más aquello que hila una casa con la siguiente, la sociedad. También ese conocimiento común de que los miércoles, por ejemplo, hay mercadillo. Este es el valor en una economía: saber dónde puedes encontrar qué, de un modo rentable también para el vendedor. Crearlo es difícil y perderlo muy caro. Los carlistas sabemos que defender las raíces cobra sentido si es también por las flores y los frutos, que es donde para la calidad del sustrato.

Recordaba más arriba aquella costumbre de recibir nombre de la casa. Diría que para quien no tenga sus jambas bajo el dulce amparo, la moda en apellido sería hoy Bildurenea, donde habita el temor.

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