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30 de marzo de 2017 0 / / /

El pouet de les Serretes

Cristóbal Castán.- Lo que la Memoria olvida, Ed. Scire, Barcelona, 2011.

Al norte de la provincia de Castellón, en el paraje conocido como Pouet de les Serretes, situado a pocos metros de la Carretera N- 232 de Vinaròs a Morella, justo en el cambio de rasante entre Sant Jordi y Traiguera, y en el término municipal de esta última población, a unos dos kilómetros del pueblo, podemos encontrar una cruz-monolito realizada  en granito y mármol  blanco y negro, de 9 metros de altura y 1 de ancho. A sus pies una gran lápida con una inscripción que recuerda que ese pozo, de unos 40 metros de profundidad, sirvió de  fosa común para algunos de los asesinados por la persecución en los pueblos del Maestrazgo. En la lápida, prácticamente oculta por los matorrales, puede leerse: “Aquí yacen muchos muertos asesinados por los marxistas. RIP. In Memoriam. Traiguera 1940”.

 

Entre una espesa vegetación y el total abandono, el monumento pasa totalmente desapercibido. Aún así, manos anónimas siguen depositando un ramo de flores sobre la boca del pozo, que fue tapado después de la guerra, al que muchos inocentes fueron lanzados, algunos aún con vida. Ramos que, ya secos, se confunden con la maleza que lo ha invadido todo.

Muy posiblemente allí reposen los restos nunca encontrados de algunos sacerdotes martirizados en la zona. Además de ellos, en dicho pozo descansan los cuerpos de otros vecinos de pueblos de la Comarca o de zonas cercanas, conducidos hasta allí para ser asesinados.

Dicho pozo fue descubierto a los pocos días de iniciarse la persecución por patrullas volantes, que enseguida se dieron cuenta de la gran utilidad “revolucionaria” que podría tener. En él podrían desaparecer los peores enemigos de la nueva sociedad que se estaba construyendo con sangre, fuego y terror: carlistas, sacerdotes, derechistas…

Fue el caso de un joven vecino de la calle Santa Magdalena de Cálig, de 19 años, Bautista Pedra Borrás, activo militante carlista y dirigente local del Requeté. Era carpintero mecánico y el día 14 de agosto de 1936 se encontraba en Alcanar (Tarragona) trabajando con una máquina trilladora. Allí fue detenido por cuatro milicianos del Comité que lo condujeron a su sede. A las 17 horas se le obligó a subir a un coche que se detuvo entre los kilómetros 13 y 14 de la carretera de Vinaròs a Morella., donde se le dio muerte a tiros, dejando durante unas horas su cuerpo tirado en la cuneta, hasta que se decidió lanzarlo al Pouet de les Serretes ubicado a pocos metros de allí.

Pocas horas después serían lanzados al mismo pozo el sacerdote José Vicente Cifre Arnau y Magdalena Esteller Tolós, ambos de Sant Jordi. José Vicente Cifré Arnau había nacido en 1876 y fue ordenado sacerdote en 1901. Perteneció por espacio de un año a la Hermandad. de Sacerdotes Operarios. Integrado al servicio de la Diócesis de Tortosa fue nombrado coadjutor de Ginestar durante dos años. Estuvo después en Vinaròs de capellán del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Del 11 de abril de 1923 hasta 1931 fue ecónomo de Benifallet. Finalmente fue párroco de Salzadella hasta julio de 1936.

El día 21 de julio de 1936 el alguacil, enviado por el Ayuntamiento, le exigió las llaves de la iglesia parroquial. Pidió que esperara cinco minutos, tiempo que tardó en ir al templo y sumir las sagradas especies. Entregó las llaves y aquel mismo día, a las seis de la tarde partió hacia su pueblo natal, Sant Jordi del Maestrat.

Le acogió su familia. Desde el primer momento se esforzó por tranquilizarlos y animarlos. “No me puede pasar nada malo ¿Por qué tengo que temer si no he hecho mal a nadie?”, decía a los suyos. A primeros de agosto, el Comité envió dos milicianos a su casa con la orden de que prescindiera de la sotana y vistiera de seglar. No tenía traje ni quiso que se lo prestaran. Sustituyó la sotana por un guardapolvo. El 10 de agosto el Comité le pidió una cantidad de dinero. Se negó a dársela. Los familiares le instaban a que la entregara. “Es igual. Tanto si la doy como no, me harán lo mismo”, dijo. Fue detenido. Su cuñado, por su cuenta, entregó al Comité la cantidad solicitada y lo soltaron.

Al día siguiente fueron de nuevo a buscarle. Pudo esconderse en una casa vecina. El día 12 los escopeteros del Comité se presentaron otra vez para detenerle. En esta ocasión fue apresado. Bajó las escaleras rezando en voz alta el acto de contricción. Se entregó serenamente. Sólo pedía ser conducido a Castellón “aunque nos maten es igual, pero allí estaré con los míos, con mis hermanos sacerdotes”, dijo a su sobrina refiriéndose a los sacerdotes de Vinaròs que habían sido trasladados a la capital de la provincia a principios de agosto.

Fue encerrado en la cárcel del Comité. En la misma estancia se encontraba Magdalena Esteller Tolós, viuda, ama de casa  de 59 años, presa por su fe católica y por su militancia carlista. Estaba muy vinculada a la vida parroquial y al colegio de Carmelitas Terciarias que entonces existía en el pueblo. También tenía en su casa un oratorio privado.

Ambos fueron sometidos a una auténtica tortura moral. Fueron maltratados psicológicamente con burlas e insinuaciones de tipo sexual y con amenazas de muerte. En ningún momento cedieron a las pretensiones de sus torturadores. Según cuentan en el pueblo, los milicianos les decían “venga fraile, jode a  la beata…”.

Tras dos días de encierro y tormento físico y moral, en la madrugada del 14 al 15 de agosto fueron conducidos por la carretera de Vinaròs, a la zona del Pouet de les Serretes. Allí recibieron nuevas insinuaciones, insultos y amenazas. Primero dispararon a Mosén Cifré y después a Magdalena. Aún estaban vivos cuando fueron arrojados al pozo.

Nuevas víctimas siguieron siendo lanzadas allí. De entre las varias decenas de cadáveres que se supone que se podrían encontrar en su fondo, hemos podido documentar otros casos, como el de dos vecinos de Calaceite (Teruel), Agustín Vilás Abás y el industrial Domingo Farnós Bel. Sobre el 23 de julio de 1936 ambos fueron desterrados a Canet lo Roig por orden del Comité de Calaceite. Lograron salir y marchar hasta Tortosa con un pasaporte que les habían facilitado. Pero allí fueron detenidos el día 2 de septiembre de 1936 y llevados de vuelta hacia tierras del Maestrazgo, hacia la fatídica carretera de Vinaròs a Morella, donde fueron asesinados y lanzados al  pouet de les Serretes.

El 20 de octubre de 1936 varios vecinos de La Jana fueron convocados para comparecer ante el Comité. Entre ellos se encontraba Ramón Compte Querol, de 54 años, propietario y que había ejercido como juez municipal. Ante el temor de ser asesinado consiguió escapar, logrando llegar hasta Traiguera. Allí fue descubierto el día 23 de octubre y entregado al Comité de La Jana que, inmediatamente, le obligó a subir a un coche que lo condujo en dirección Vinaròs, deteniéndose en el pouet de les Serretes, donde se oyeron varias detonaciones que acabaron con su vida. Su cuerpo fue arrojado al pozo.

De Canet lo Roig procedía otra de las víctimas que allí reposan. Se trata de Miguel Vericat Meseguer, un labrador de 75 años, domiciliado en la calle San Roque y de conocidas ideas derechistas. Durante meses fue extorsionado bajo amenazas de muerte, siendo obligado a entregar 8000 pesetas en moneda y 5500 pesetas en valores a cambio de su libertad y seguridad. El 5 de febrero de 1937 se encontraba viviendo en casa de su sobrina, María Castell Vives, ya que el Comité le había expulsado de su casa, que fue ocupada por los dirigentes del mismo. Ese día fue detenido y llevado en coche hasta el pouet de les Serretes, donde le asesinaron y lanzaron al fondo del mismo su cadáver.

Estos sólo serían algunos de los casos que hemos podido conocer. Como hemos dicho al inicio de este artículo es más que probable que allí se pudieran encontrar los restos de algunos sacerdotes de la Diócesis de Tortosa de los que se desconoce dónde fueron enterrados, así como de bastantes de las personas que se dieron por desaparecidas en nuestra comarca. Dadas las dificultades nunca se exhumaron los muchos cadáveres que allí se lanzaron, donde aún se encuentran en la actualidad. Para ellos no hay jornadas para la “Memoria Histórica”…

El monumento que los recuerda se encuentra en el punto de mira de los iconoclastas que en nombre de una pseudo memoria tratan de condenar al olvido a unas víctimas inocentes. Quizás resulte demasiado molesto conocer quiénes y cuántos de los asesinados por los diferentes comités revolucionarios de la comarca reposan allí. Todo un reto para la verdadera historia de las tierras del Maestrazgo más allá de visiones y memorias sesgadas y revanchistas.

 

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