La contrarrevolución tirolesa: Andreas Hofer
Poco conocida, esta revuelta de los campesinos del Tirol fue dirigida por un carismático líder: Andreas Hofer. Media Europa estaba en guerra contra Napoleón, que representaba la Revolución Francesa y todo lo que ello conllevaba. El Tirol fue entregado a Baviera, en 1805, que estaba bajo el dominio revolucionario. En 1809, Andreas Hofer al mando de milicias campesinas consiguió su primera victoria contra las fuerzas napoleónicas, en nombre del emperador de la católica Austria. La victoria más impresionante fue la de Innsbruck. Tiroleses mal armados y muchos sólo con aparejos de campo, se enfrentaron a la elite de las fuerzas napoleónicas los “cuirassiers de la garde”.
La victoria sobre ellos fue tenida por todo un milagro. Tras la batalla Hofer se arrodilló, señaló al cielo y lanzó una frase que quedó grabada para la historia: “Yo no, nosotros tampoco, sólo Él allá arriba”. Tras constantes victorias contra las fuerzas franco-bávaras, sólo pudo ser derrotado tras una traición. Habían ofrecido una inmensa recompensa por su cabeza y un vecino lo vendió. Fue fusilado el 20 de febrero de 1810. Las guerrillas de Hofer estaban compuestas por grupos de los míticos “Schützen”, una especie de cazadores que cuidaban (y aún lo hacen) las tradiciones tirolesas, así como los bosques y montañas. Venían a ser una milicia, como en España lo fueron los migueletes o el somatén. Cuando en 1919 el Tirol fue incorporado a la fuerza a Italia. Mussolini prohibió los “Schützen” pero estos sobrevivieron en la clandestinidad.
Tras la batalla Hofer se arrodilló, señaló al cielo y lanzó una frase que quedó grabada para la historia: “Yo no, nosotros tampoco, sólo Él allá arriba”
La guerra civil Suiza. Suiza ya desde los comienzos de la revolución francesa, tuvo que sufrir sus efectos. En el asalto al palacio de las Tullerías, el 10 de agosto de 1790 fueron masacrados 800 guardias suizos. Pronto, la expansionista revolución mandó sus tropas para invadir Suiza en 1798. Los revolucionarios, para debilitar a Suiza proclamaron hasta 40 repúblicas independientes. Posteriormente, Napoleón, consciente de la estratégica situación militar del país helvético, decidió hacerse con el territorio. Las pequeñas repúblicas cayeron rápidamente y Napoleón creó la “República Helvética, una y sola”. Contra una tradición medieval, los cantones dejaron de serlo y se trasformaron en prefecturas administrativas.
Al modo revolucionario jacobino, Suiza se convertía en una república unitaria y centralizada. Pero al retirarse las fuerzas napoleónicas, se produjeron inevitables conflictos entre los partidarios de las viejas tradiciones y los revolucionarios. Por ello Napoleón tuvo que proclamar, en 1803, una nueva Constitución que volvía a restituir buena parte de las fronteras de los viejos cantones. Sin embargo, el país helvético no dejaba de ser un protectorado francés sin soberanía política. En 1814, coincidiendo con las primeras derrotas de Napoleón, como la de España, Suiza se liberó gracias al apoyo de los austriacos.
Al modo revolucionario jacobino, Suiza se convertía en una república unitaria y centralizada. Pero al retirarse las fuerzas napoleónicas, se produjeron inevitables conflictos entre los partidarios de las viejas tradiciones y los revolucionarios
El 7 de agosto de 1815, todos los cantones firmaron un nuevo pacto federal, estableciendo la Confederación suiza constituida por XXII cantones independientes con su Constitución propia, unidos entre ellos por un tratado común. Las potencias internacionales declararon a Suiza “perpetuamente” neutral. De momento el país se estabilizó gracias al retorno de las viejas costumbres. Pero la Revolución de 1830 en Francia -que sacudió Europa extendiendo sus ideas igualitarias y el nacionalismo- llevó a que la mitad de cantones se decantaran por Constituciones modernas y liberales. Esto provocó en poco tiempo nuevos conflictos. Los partidarios de la “modernización” de Suiza querían transformarla en un Estado centralizado y legislativamente uniforme.
La facción partidaria de la revolución era el Partido Radical-Demócrata que se extendió principalmente por los cantones protestantes. Llegaron a ser mayoría en el Parlamento suizo y comenzaron a aprobar programas anti-católicos. Por ejemplo, se obligó a cerrar conventos en Argovia, en 1841. En 1845 intentaron legislar la expulsión de los jesuitas, pero por unos pocos votos no los consiguieron. Amenazados de persecución, los siete cantones católicos pactaron una alianza secreta en 1845 llamada el “Sonderbund” («alianza especial», en alemán). Intentaron pactar con Austria y eso desencadenó una guerra civil en 1847. El conflicto acabó con la derrota de los cantones católicos, seguida por el establecimiento y la adopción de una nueva constitución en 1848, que no volverá a ser revisada profundamente hasta 1874.
Fuente: Eso no estaba en mi libro de Historia del Carlismo