¿Voluntarios o profesionales?
Esta es una de las muchas contradicciones del mundo moderno. Por una parte nos dicen que hay que alentar el voluntariado, las actividades altruistas y gratuitas, la ayuda mutua. Y son legión las oenegés (esas organizaciones que viven de las subvenciones que les da el gobierno) que aspiran a nutrir sus filas con legiones de voluntarios voluntariosos, gente que en una escala diversa de grados de compromiso, entrega parte de su tiempo a alguna labor social o de ayuda al prójimo. Por otra parte nos exigen una profesionalización creciente de todo. Una regulación histérica de cualquier actividad que prescribe que todo aquel que haga algo, salvo ver la tele, necesita un carnet de manipulador. Esta tendencia imparable de la profesionalización y el encasillamiento académico es lo que activó una bomba de relojería, hace ya muchas décadas, dentro de las órdenes religiosas de la enseñanza y la caridad. Es una tendencia que está dificultando día a día la tarea de cientos y cientos de asociaciones culturales, juveniles, vecinales o de tiempo libre. Como todas las contradicciones también esta acabará por resolverse en uno u otro sentido. Si hubiera un poco más de sentido común y de amor a la libertad por parte de los gobernantes responsables de la diarrea legislativa la cosa se resolvería fácilmente. Pero mucho me temo que aún ha de avanzar la sovietización. Ojalá que nos pille a todos preparados.