Una sociedad gnóstica
Paseando por el barrio del Borne en Barcelona, me encontré con una inscripción en un escaparate al que le hice una fotografía. La inscripción decía así “Tu cuerpo no es un templo, es un parque de atracciones, Enjoy the Ride (disfruta del viaje)”. En ese momento lo primero que pensé es “¡Blasfemia!”, pero lo que más me sorprendió es que nadie se veía incomodado como yo ante tal rotulación. La frase está aribuida a Anthony Bourdain, un chef francés de éxito que a pesar de su fama, belleza, reconocimiento y fortuna, decidió acabar con su vida ahorcándose.
Entonces se me iluminó aquella bombilla de la consciencia y me dije, “¡Albricias!, vivimos en una sociedad gnóstica”.
Pero, ¿Qué es el gnosticismo? El gnosticismo, es una creencia que tiene su origen en el paganismo, pero que desde los primeros años de la Gracia se ha filtrado en algunas sectas cristianas. Ya en la primera epístola de San Juan vemos como nos advierte del surgimiento de anticristos dentro de la comunidad. Pues bien, el gnosticismo es un neoplatonismo que afirma la existencia de un Demiurgo, un dios menor que es el creador de la carne, del mundo material, y que ha aprisionado el alma pura (creada por un Dios mayor) dentro de una cárcel mundana, el cuerpo que nos constituye. El objetivo del gnóstico, es acabar con esa carne para así, liberar al espíritu.
Lo primero que el lector advertirá es que en nuestra sociedad nadie habla de espíritu pues está secularizada y es completamente atea. Pero para continuar con mi argumento debo explicar de forma somera qué es el espíritu. Como hombres, somos bioespirituales, formamos una unidad de materia biológica, cuerpo y espíritu. Compartimos con los animales esa misma materialidad, pero un salto cualitativo, que no cuantitativo nos separa de ellos, y es ese sustrato ontológico (el espíritu) el que nos dota de dos potencialidades que no posee el resto del reino animal; el intelectual y el volitivo. En otras palabras, Razón y Voluntad.
Los cátaros (herejía gnóstica) practicaban el Consolamentum o Endura, que no es otra cosa que un ritual que en muchos casos terminaba con la muerte del iniciado, un suicidio ritual. La culminación del cátaro era la liberación por parte del espíritu del indigno y repugnante presidio de la carne. Por ello el gnosticismo es contrario a la Fe verdadera, a la Fe católica, pues detesta la EnCARNación. El misterio por el que Nuestro Señor se hizo carne y elevó ésta en dignidad a la categoría que los paganos no le daban, nos obliga a los cristianos a respetarla, a atesorarla, a cubrirla ante las miradas impúdicas del mundo y a saberla indisponible. Por ello, entendemos perfectamente que la manera de tratarla por parte del mundo moderno, es de todo menos cristiana.
El gnóstico actual no habla de ‘espíritu’, sino de voluntad. Y sólo se es verdaderamente libre cuando esa voluntad (espíritu) es ejercida sin coacción externa. Sólo la práctica del querer inmanente es válida y aceptada como moral. La autonomía kantiana, en resumen. Pero conserva (el gnóstico) en toda su extensión esa preminencia del espíritu (voluntad) sobre la carne, así pues vemos proliferar en la sociedad, y con la aprobación de cada vez más instituciones, prácticas que con los ojos de la fe y del sabernos seres bioespirituales, nos parecen aberrantes.
El aborto es legal y aceptado porque ya no importa la biología, no importa la carne del bebé, tan sólo si tiene capacidad volitiva. Y como eso es una potencialidad a desarrollar y no un acto pleno, pues no importa si es vida humana o no. Si no tiene voluntad para decidir por sí mismo, se juzga su existencia a través la voluntad de la madre.
La eutanasia es la violación de la indisponibilidad del cuerpo, pues ya no es templo del Espíritu Santo como nos dice San Pablo en la Primera de Corintios, ahora, en un ejercicio de la voluntad (del espíritu) por liberar la carga de un cuerpo que ya no le sigue en sus deseos, nos sometemos a una endura moderna con pentobarbital sódico.
En esa misma línea de actuación, y entendiendo que mi cuerpo limita lo que mi espíritu quiere (voluntad), decido cortarme, mutilarme, implantarme, extraerme, coserme, etc… toda clase de prótesis y artilugios varios para ser lo que quiero ser sin que el pesado yugo de la carne ni de la naturaleza ni de la biología más elemental sean óbices a mis caprichos más disparatados.
Por todo ello no debemos escandalizarnos cuando el ayuntamiento de Terrassa quiera hacer talleres Drag para niños con el objeto de enseñarles que su cuerpo, su carne, no representa limitación alguna para la plena expresión de su voluntad (espíritu), pues son la expresión pública y comunitaria de las creencias gnósticas.
Abandonada la Fe Verdadera, sólo nos queda la barbarie.
3 comentarios en “Una sociedad gnóstica”
Miguel
Hoy día todo el mundo dice y hace lo que le parece y si algo no le gusta, te tacha a tí de fascista, vivimos en un sociedad putrefacta sin valores ni compromiso , el ser humano acabar por extinguirse el mismo
Francisco Javier González Jiménez
Como de costumbre, magnífico. Un placer leerlo y “escucharlo”.
Alex
Por donde más se le puede seguir y escuchar?