Ríe – Que alguien haga algo (nº 32)
A mal tiempo, buena cara. Sólo los que no aspiran ya a nada pueden permitirse el lujo de no sonreír. Los que sueñan con tiempos mejores, los que aspiran a ganar sea como sea a algunos, los que aman a sus compatriotas, los que no se resignan, están llamados al buen humor, a escribir chistes, a servirse a placer de la parodia, de la caricatura o de la reducción al absurdo. Los servidores de los grandes principios de la Revelación tenemos garantizada la risa última, la risa mejor, pero mientras tanto que no nos ganen las risas huecas que produce el desequilibrio, el espasmo contagioso de la risoterapia forzada y a la moda.
¡Qué mejor respuesta a las provocaciones de las ideologías más risibles de la historia, que una buena carcajada! Una risa vale más que mil palabras, una sonrisa convence porque es una declaración de guerra y una inyección de lo que más necesitamos: moral de victoria. Cuando no sepas qué responder ríe, o sonríe al menos y te sentirás más humano, más abierto a la confianza en Dios, más consciente de que tu nada y tu pobreza sólo son comparables a la nada y la pobreza patéticas de tus adversarios. Las bestias carecen de sentido del humor, una risa a tiempo será para muchos un espejo para enseñarles su verdadera figura y quién sabe si la llave que les abra la puerta de la humanidad. Ante una sonrisa bien ejecutada, en fondo y en forma, los buenos se harán preguntas, tendrán una oportunidad para corregirse; los malos quedarán confundidos y abatidos; los soberbios se llenarán de dudas; los pusilánimes ganarán confianza.
Ríe. Nunca te arrepentirás por haberte mostrado bienhumorado, humano, comprensivo, ingenuo y débil. La risa es el arma secreta de los pobres. Nos mantiene unidos y es invisible como la ley de la gravedad pero es lo que al final, por pura gracia, nos hará caer en la Verdad.
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