Seguir el blog (Follow.it)PASIÓN
(Por Javier Manzano Franco)
En esta Semana de Pasión, anterior a la Semana Santa, hemos festejado en la Iglesia a la Sagrada Familia que protegió a Nuestro Señor antes de que llegase Su hora: al castísimo San José, el pasado martes 19 de marzo; y a la Dolorosa Virgen María, el pasado Viernes de Pasión.
San José estuvo siempre sujeto por un purísimo amor a la Virgen María. Muy distinto a otro José, Juan José Hidalgo, dueño de Air Europa, sujeto a Begoña Gómez, esposa de Sánchez y directora del IE Africa Center, en el que gastó un millón de euros (aparte de ingresar 40.000 el mismo año en que el Gobierno aprobó el rescate de 475 millones de Air Europa). San José amó mucho más a su esposa al saber que llevaba en su seno al fruto de la redención humana; el otro Pepe, en cambio, apreciaba a Begoña por haber librado a Globalia de una deuda de 70.000 euros. La vida pobre en Belén y la sencilla y trabajadora en Nazaret chocan escandalosamente con la casa del novio de Ayuso, cuya licencia de obra fue denegada por un concejal y una funcionaria que fueron despedidos y vetados de toda lista electoral por Almeida a instancias de ella. Así como el faraón Sesostris II decía a su pueblo: “Id a José y haced lo que él diga” (Gn 41, 55), Jesús, que lo tomó como padre adoptivo y después lo hizo padre adoptivo de la Iglesia, nos sigue diciendo hoy día que lo imitemos en todo. De esto se dio cuenta Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia: “ Tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendeme mucho a él. […] No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; […] a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas [las necesidades] y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra –que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar–, así en el cielo hace cuanto le pide” (Vida, VI, 6).
La semana anterior a Su Pasión y Muerte, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos alguaciles ya están conspirando para prender a Nuestro Señor (Jn 7, 32). La advertencia que les hace Jesús a ellos, pero también a esta sociedad descreída y blasfema, hiela la sangre: “Me buscaréis y no me hallaréis” (Jn 7, 33). ¿No está describiendo el mayor tormento del infierno, haber perdido para siempre la bienaventuranza eterna? Aun así todavía queda una semana para convertirse, y grita: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn 7, 37). Pero solo once le escucharon, y de esos once solo uno y tres mujeres fueron a la fuente de sangre y agua; Jeremías lo había visto: “dejaron a la fuente de aguas vivas” (Jr 17, 13). ¿Quién escucharía hoy? Ruega Jeremías: “Haz venir sobre ellos el día de la ira. Tritúralos con doble trituración” (Jr 17, 18). Y así las denuncias por continuas agresiones y violaciones a funcionarios de prisiones, sumadas al reciente asesinado de una cocinera, afectan a 4.000 presos, mientras en la calle se llega al récord de veinte detenidos a la semana por acuchillamiento, la mayoría de entre quince y diecinueve años y la práctica totalidad, sorpresivamente, de origen extranjero.
Lejos de entablar un “diálogo ecuménico e interreligioso”, Jesús dice alto y claro a los judíos que quien no oye las palabras de Dios no es de Dios (Jn 8, 47), como tampoco puede ser de Dios un supuesto pregón de Semana Santa en defensa de la fornicación, el adulterio y la sodomía proclamado por una mujer de vida airada y fervientemente aplaudido por un obispo. Insiste en que los judíos no conocen al Padre y los llama embusteros, como embusteros son los números 15 y 16 de Lumen Gentium y toda la declaración Nostra Aetate al completo. Y entonces cumplió Su palabra: Jesús se ocultó de ellos (Jn 8, 59) y los dejó sin su progenitura. Solo unos pocos como Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Irène Nemirovsky o Eugenio Pio Zolli creyeron y terminaron encontrándole.
Los judíos, ni nosotros, oímos, como Jesús les reprochaba, la palabra de Dios plasmada en el Levítico. No mentir, como hace Risto Mejide en su programa producido por Minoría Absoluta, que recibe 64 millones de TV3 para propagar ideas proindependentistas. No oprimas a tu prójimo ni le despojes, como la Unión Europea que va a impulsar el atraque de barcos en Marruecos, perjudicando los puertos de Barcelona, Valencia, Cartagena y Algeciras entre otros con la luciferina excusa de disminuir en Europa las emisiones de CO2; o como Salvador Illa, que destruyó 3.200 millones de euros en mascarillas falsas y por ello no podrá ser acusado de compras fraudulentas. No hagas injusticia en tus juicios, como los letrados del Senado que tramitarán el proyecto de ley de Amnistía de forma protocolaria a pesar de haber denunciado en un informe que es “ilegal” y “una reforma constitucional encubierta”; o como el nuevo sistema de votos del Parlamento con pantalla táctil, denunciado por informáticos del Congreso (expulsados por Sánchez) porque facilita bloqueos, errores y sabotajes del Gobierno; o como el propio Gobierno socialista, que ha ordenado la nacionalización masiva de inmigrantes de cara a las próximas elecciones europeas. Estas acciones contra los españoles las prohíbe Dios reiterando Su Nombre (“Yo, Yavé”, Lv 19, 18), porque le ofenden tanto como cuando quisieron apedrear a Su Hijo (Jn 10, 31).
Fue la Semana de Pasión la última de la Historia en la que el judaísmo contó con el favor de Dios y fue capaz de profetizar; tras la maldición que todo el pueblo judío se lanza a sí mismo y a sus descendientes la mañana del Viernes Santo, quedaría condenado hasta el Fin del Mundo. Caifás profetizó que Jesús debía morir “no solo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios, que estaban dispersos” (Jn 11, 51-52), es decir, que de la Sangre de Jesús brotaría la Iglesia y atraería a Sí a los creyentes de todo el mundo: el centurión romano, la mujer cananea, la samaritana Santa Fotina, el ciego de nacimiento, los griegos que fueron a festejar la entrada de Jesús en Jerusalén (Jn 12, 20-22). Jesús reconoce que Su naturaleza humana está turbada, pero no duda de Su misión: “ahora el príncipe de este mundo será arrojado afuera, y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí” (Jn 12, 31-32). Del mismo modo hemos podido comprobar con alegría hace unos días cómo el Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla también ha arrojado fuera el blasfemo cartel de Semana Santa de Salustiano García, excluyéndolo de su programa de mano, y también la Fundación Cajasol lo ha arrojado fuera de los muros de su edificio en la calle Entrecárceles. Por Su Sangre todos somos atraídos a Él.
Fue la Sangre de un Dios la que nos redimió de todos nuestros pecados. Pero al pie de la Cruz estaba su Madre, María, nueva Eva al pie de un árbol de la Vida, que esta vez no nos vende al diablo sino que nos libra de él aplastando su cabeza. Gracias al Fiat de María el Verbo se hizo carne, y también porque María estuvo al pie de la Cruz aceptando el destino de Su Hijo y dando un segundo Fiat para que se hiciera la voluntad de Dios, toda la humanidad se redimió. Esto es lo que celebramos en el Viernes de Dolores: que la Santísima Virgen al pie de la Cruz, por medio de sus infinitos dolores, participó en la obra de la Redención y es por ello Corredentora y Madre de todos los vivientes. Es indudable que el género humano se salvó tan solo por el derramamiento de la Preciosísima Sangre de Jesucristo, y que una sola gota hubiese bastado. Y sin embargo, fue la Voluntad del Señor que a esta Sangre se uniesen las lágrimas de Nuestra Señora, la Santísima Virgen María.
Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix, ut digni efficiamur promissionibus Christi. Amen.
