No somos Podemos. Somos Sabemos
La política moderna, no se si desde los tiempos de Maquiavelo o desde los de Caín, se basa en la razón de la fuerza, de la voluntad y de los hechos consumados. Se basa en lo que queremos hacer, en lo que podemos hacer. Y así nos va. Hemos creado un mundo en el que, como decía Rubén Darío “en donde pones la bala, el porvenir pones”, porque primero se dispara y luego se pregunta. Primero se aplican los inventos y luego se reflexiona sobre sus consecuencias. Primero se exige la implementación de la ideología de moda y luego, cuando el mal del aprendiz de brujo ya está hecho, se rasca uno la cabeza para empezar a pensar en la ideología siguiente que nos sacará del atolladero en que nos metió la anterior. Nadie nos garantiza que un gobierno de los filósofos, como el propugnado por algunos griegos antiguos, fuera mejor o más justo. Posiblemente lo más deseable fuera un equilibrio entre la reflexión y la acción. ¿Y no era eso lo que pretendieron los constructores de la Cristiandad cuando decidieron separar el poder temporal del poder espiritual?
En este momento del “fin de la historia” y del triunfo del liberalismo inmanentista, lo que se lleva es la doctrina americanista del “yes, we can”. Activismo puro y duro. Es lo que hay.Y como podemos, lo hacemos. Sin más ceremonias. Y por eso nos sale casi todo mal. Aquello del “Potuit, decuit, ergo faecit” nos enseña que la prudencia, el estudiar la conveniencia de las cosas, es una virtud divina totalmente olvidada entre los hombres políticos. Por eso, nosotros, si queremos hacer algo útil y sostenible, más vale que nos olvidemos del podemos y busquemos mejor el sabemos.