Monarquía tradicional
Alguien lanza en twitter esta afirmación: “solo dos sistemas políticos son coherentes con la Tradición Occidental y Cristiana de la Política“: la Monarquía Tradicional con un rey que gobierna y cuyos poderes están limitados por las Cortes y la República Presidencialista”. Y además pregunta: “¿Cuál preferís? ¿Razones?”.
Mi respuesta es que la monarquía tradicional es el sistema político más deseable para las Españas. Pero antes de nada, para resolver este dilema, convendría aclarar que la monarquía podría ser electiva (como en tiempos de los visigodos) y que la presidencia de la república podría ser vitalicia (como era para los Dogos de Venecia). En cualquier caso lo ideal es que el gobierno recaiga en manos de alguien que NO haya tenido que hacer “campaña electoral” y que no deba además preocuparse por su retiro. Que no deba favores a partido alguno y que pueda mirar las cosas a largo plazo.
Es cierto que una república presidencialista, en tanto que distingue la soberanía política (el gobierno del presidente) de la soberanía social (la que modera los poderes del gobierno) es un sistema en teoría mucho más deseable que la actual partitocracia en la que todos los poderes y todos los controles se concentran en manos de los oscuros comités de partido. Sin embargo ese sistema no dejaría de ser una máscara de la partitocracia. Pues a fin de cuentas seguirían siendo los partidos políticos, por la doble vía de las campañas electorales presidenciales o las de representantes, quienes tendrían en sus manos todos los resortes del poder.
En definitiva, lo más deseable es que el gobierno recaiga en manos de una magistratura -se llame como se llame- en la que el poder se reciba por herencia y del que se abdique para morir. Con estas condiciones se atenuaría enormemente la principal tentación que corroe a los políticos: el orgullo. En España a esta figura siempre la hemos llamado “rey”.