La verdadera guerra
Por Javier Garisoain
La verdadera guerra que ha destruido Occidente es la guerra revolucionaria contra la tradición. El ruidoso enfrentamiento entre la derecha liberal capitalista y la izquierda marxista es un episodio menor y seguramente acabará pariendo un régimen de consenso al estilo chino.
El que finalmente gane, ese será nuestro mayor enemigo. Nosotros, los carlistas, estaremos en contra del vencedor, sea quien sea.
La vieja cristiandad ha sido aniquilada. Quedan pequeños núcleos de resistencia que serán lo que Dios quiera, cuando Dios quiera. El grano de mostaza. La levadura. La sal. Los panes y los peces. Piedras para sacar hijos de Abraham. No tiene sentido que nos desgastemos más de la cuenta tomando partido en los rifirrafes de izquierdistas contra derechistas.
Unos y otros tratarán de ganarnos para su causa. Pero haremos bien en reservarnos para la siguiente Reconquista, cuando de verdad vayamos a luchar por amor y no por miedo.
Me dicen que esta estrategia es errónea, que nos lleva a la invisibilidad, a la marginalidad, que sería mejor juntarse con los conservadores, con la derecha liberal, con los libertarios, con los nacional-sindicalistas… Yo respondo que nuestra estrategia consiste en hacer lo que hay que hacer. Insisto en que no hay que luchar por miedo así que, con todo mi respeto a las buenas intenciones, diré que muchos de esos partidos, el ultraderechismo en general, no es más que una respuesta provocada por el miedo a los rojos, contaminada de las mismas viejas ideologías y que no profundiza en la Tradición.
Queda la incógnita de nuestro viejo adversario, el Islam. Los musulmanes son ahora los nuevos proletarios. Crecen en Europa porque son casi los únicos que tiene prole. ¿Se enfrentarán con el Occidente progre igual que lo hacieron antaño con la Cristiandad? No lo creo. Más bien pienso que acabarán siendo domesticados. Porque la izquierda marxista y el Islam en realidad se parecen bastante. Ambas son herejías del cristianismo que buscan un “reino de Cristo” sin Cristo. Se que esto no sonará demasiado optimista, pero en mis peores pesadillas me imagino un enemigo futuro que junta lo peor de cada casa. Como una mezcla de China, Holanda y Arabia saudita.
Así que mucho ánimo, mucha paciencia, y mucha ilusión. Porque la historia no está escrita. Solo el final, y acaba bien.
5 comentarios en “La verdadera guerra”
Carlos Ibáñez Quintana
Javier:
Completamente de acuerdo.
Por no adoptar la conducta que ahora preconizas, La Victoria militar de 1939 ha degenerado en lo que ahora tenemos.
Si nos callamos se apagará la única voz que propugna la Verdad de la Hispanidad.
Los males actuales ya los previeron los nuestros en 1940.
Un abrazo:
Christoph
En efecto, la victoria es del Señor, pero las batallas son de ahora. Y hay que intentar ganarlas, para evitar el sufrimientos de millones de inocentes que no ven ni la verdad ni la Verdad. Se han destruido -casi- los grandes propagadores de los valores y verdades: la Iglesia, la familia, la educación -auténtica, más allá de una acumulación, cada vez menor, de datos que no llegan a implantarse en la memoria-. Por eso coincido plenamente con la frase del autor del artículo de que “hay que hacer lo que hay que hacer”.
Ciertas organizaciones, CTC entre ellos, actúan como faros para dirigir a los que quieren salvarse del naufragio. No son ni modernos ni matizables. Por el contrario, los nuevos capitanes que la sociedad va reponiendo en su nave, si no se orientan con criterios como los de la Tradición, harán que dicha nave, en la que vamos todos, choque con otras rocas. La fe profunda en hacer la cosas bien “per se” es fundamental. Los pactos coyunturales estratégicos sólo lleva a golpearse con rocas distintas que parecen estar más alejadas, pero que son igual o más peligrosas,
Gracias a los que mantienen esos faros iluminando las noches de tormenta
Eladio Jose Armesto
La vieja cristiandad no ha sido aniquilada. La vieja cristiandad se ha auto aniquilado, que no es lo mismo.
Cómo? Pues con la complicidad de todos los cristianos que han abrazado la herejía sobre la falsa libertad religiosa promovida por el Segundo Concilio Vaticano en su declaración Dignitatis humanae, las maniobras tenebrosas del siniestro Opus Dei y la subversión disciplinaria, doctrinal y litúrgica de la secta Modernista por todas partes. Solo el regreso a la Tradición traerá la restauración de la vieja cristiandad.
Joaquim M.ª Cymbron
«La vieja cristiandad no ha sido aniquilada. La vieja cristiandad se ha auto aniquilado, que no es lo mismo.»
Habiendo leído esta frase con firma de Don Eladio Jose Armesto, no consigo ir adelante sin un comentario, que no es tan corto cuanto yo lo deseaba, pero tampoco es un tratado.
Así, yo diré que la sentencia de Don Eladio, en los estritos términos expuestos, es correcta. En efecto, siempre he entendido que ha de sostenerse esta verdad básica: de los males que nos aquejan, los principales culpables somos nosotros, que los hemos llamado por nuestra pecaminosa conducta y los hemos permitido por una impresionante debilidad de ánimo para contrarrestar.
La Cristiandad fue siempre atacada por las fuerzas del Mal, porque ella es una imagen del reino de Dios en la Tierrra. Formado por el estudio y una aturada observación de estas materias, además de la credibilidad debida a los doctores — religiosos y seglares — del más recio tradicionalismo, yo afirmo que la Cristiandad inició su caída, con el fin de la Edad Media y la formalizó en ‘Westphalen’.
En tiempos más recientes, Portugal y España hemos vuelto a formar en cuadrado cerradísimo para defensa de los valores intemporales. Cabe al Carlismo la gloria de haber tocado el cenit, porque ningún otro grupo contrarrevolucionario del mundo supo ser tan generoso vertiendo su sangre en pro de la Tradición: tres contiendas civiles en el siglo XIX y un esfuerzo heroico en la Cruzada del 36-39 son testimonios elocuentes de su innegable valor.
He aquí algunos de los que considero los puntos más sobresalientes del trayecto que diseña la linea de la decadencia de nuetra civilización. Ahora que de ellos se salte a inculpar al Concilio Vaticano II, es algo que no entiendo y rechazo con las veras del alma.
Hace mucho tiempo que me veo enfrentado con integristas argentinos y también algunos brasileños en el ámbito de esta materia. Siempre me hablaban lo peor del Concilio, aunque no citaban a ningún pasaje conteniendo la doctrina que ellos condenaban, no obstante las repetidas peticiones que les hacía en ese sentido. Hasta que finalmente uno despuntó – brasileño – que vino a presentarme un catálogo de los supuestos errores de aquel Concilio.
La más completa desgracia: el arguyente exhibía citas incompletas que se sucedían de forma asustadora e interpretaciones que ponían en jaque al más elemental sentido común. Así mismo le contesté punto por punto. No replicó.
En lo que concierne al ‘Opus Dei’, hace mucho que nada sé de ellos. Sin embargo, en materia de religión, los suyos me parecían ortodoxos; en política, un verdadero desastre!
Carlos Ibáñez Quintana
No estoy de acuerdo con las afirmaciones de Armesto sobre el Concilio Vaticano II y sobre el Opus Dei.
Que Armesto no pretenda que los carlistas aceptemos sus opiniones equivocadas.