La unión incondicional no es unión, es servidumbre
Por Javier María Pérez-Roldán
Desde que se extendió la pandemia del Coronavirus, y más concretamente desde que el Gobierno que padecemos declaró el Estado de Alarma, se ha ido difundiendo un lema que estimo muy pernicioso: “nos guste o no este gobierno, es el momento de estar unidos a él en la lucha contra el virus, no es momento de críticas ni de quejas”. Y creo que este principio de “no acción” es un grave error que nos pasará una más grave factura. Y que es producto de ciertas confusiones en elementos básicos que debemos aclarar primero:
- Esta pandemia, hagamos algo o no, acabará siendo derrotada. Es absurdo el lema que corre por todos lados “A este virus lo vamos a vencer”. Y es que efectivamente, como otras epidemias aún peores, este virus, en efecto, será derrotado. Es verdad que en razón de las decisiones que se tomen habrá más o menos fallecimientos, y más o menos afectados, pero la derrota, en sí, está garantizada.
- Sobre el origen y la extensión del virus están surgiendo muchas teorías, en las que no entraré, pues no existen datos suficientes al momento actual para avalar ninguna de ellas. Sin embargo, lo que sí que es evidente es que este virus si está teniendo consecuencias políticas, sociales y económicas actuales y las va a tener más en el futuro. Y que el mundialismo no desaprovechará esta ocasión para disculpar una nueva crisis económica y empresarial; para atomizar aún más la sociedad por el sistema de favorecer el teletrabajo, aislando a los trabajadores del contacto humano y social en la búsqueda de la reducción de gastos y la desarticulación de la oposición; supresión del dinero físico por los pagos con tarjeta, lo que supone el control de todos nuestros gastos, etc., etc.
- El partidismo (siempre malo, pues es primar un instrumento sobre su fin) es muy diferente de la crítica política (siempre buena si es constructiva).
Pues bien, con estos elementos ya podrá comprenderse mi postura. Y es que el Gobierno está tomando medidas políticas, y por tanto, deberán ser alabadas si son acertadas, pero si son desacertadas (como lo están siendo) es grave complicidad guardar silencio. Con esto no estoy avalando las críticas a lo que tardó el Gobierno en actuar, pues eso es una realidad cierta, pero por desgracia pertenece al pasado y centrarse en tal crítica no sirve hoy para nada. Sin embargo, si es útil denunciar la mala gestión que está haciendo el gobierno en fronteras, que está provocando la paralización de múltiples artículos necesarios para contener la enfermedad o tratar a los enfermos; y es útil denunciar las posturas tibias del Gobierno frente al aislamiento, que está produciendo que el virus se difunda con mayor facilidad; y es útil denunciar las nefastas medidas económicas tomadas, que van a llevar la ruina a multitud de pequeñas y medianas empresas y a numerosos autónomos, ruina que una vez producida llevará años subsanar. Si estas críticas son rectas, con buena intención, y bien articuladas (aunque con motivo del estado de alarma haya que acudir a la cacerola), servirán para salvar vidas, pues provocarán la corrección de medidas políticas incorrectas.
Entender lo contrario y mostrarse incondicional del Gobierno con motivo de la situación excepcional que vivimos me recuerda aquella anécdota del Conde de Rodezno, al que un Ministro de Franco, a la salida de un Consejo de Ministros le espetó a Rodezno, también ministro, por una postura discrepante: “¿Es que usted no es incondicional de Franco?” A lo que Rodezno le contestó “Yo es que solo soy incondicional de Cristo”.
Entiendo que esa debe ser nuestra postura: respetar las medidas acordadas por el Gobierno mientras estén en vigor, pero no cesar en defensa de la verdad, y es que aunque en la sociedad relativista que nos rodea suene extraño, la verdad es que existen determinadas verdades políticas, sociales y económicas que el Gobierno está conculcando por un ejercicio imprudente del poder que “detenta”. Es caridad enseñar al que no sabe y corregir al que yerra, y eso no lo puede dejar en cuarentena ningún decreto de Estado de Alarma.
Un comentario en “La unión incondicional no es unión, es servidumbre”
Ramón de Argonz
Me parece muy bien. Un saludo muy cordial