“La ignorancia es la fuerza”
Permítase a un emérito profesor de Literatura en Institutos de Enseñanza Secundaria que ha creído siempre que la literatura, lo mismo que el arte en general, es un ventanal privilegiado para observar y comprender, desde la ficción, lo que está sucediendo en la realidad, que ofrezca a los lectores una muestra de lo aleccionador de mi empeño. Estamos asistiendo atónitos en Navarra a hechos como el de eliminación de los escudos de la fachada del Palacio del Gobierno de Navarra, o a todo el lúgubre proceso de desenterrar los restos mortales del mausoleo levantado en memoria de los que murieron en la guerra de 1936-39, paso previo al derribo anunciado del monumento para que no quede ni huella ni recuerdo de lo que aconteció en aquellos difíciles años.
Al seguir, a través de los medios de comunicación, estos avatares me ha venido al recuerdo el pasaje de la novela 1984 de George Orwell en que desde el denominado Ministerio de la Verdad (en la neolengua Ministerio de la mentira) se prescribe lo que hay qué hacer con el pasado para que la historia acontecida no contradiga la historia presente y futura que hay que construir.
La novela futurista apareció publicada en 1949 pocos meses antes de la muerte (enero de 1950) de George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, su autor. Se la ha considerado el testamento político de un hombre que ha vivido desde dentro las promesas utópicas de las grandes revoluciones de su tiempo. Orwell combatió en España en las Brigadas internacionales. En 1936 se encuentra en Barcelona y en junio de 1937 fue herido gravemente en el frente de Huesca. Una bala le atravesó el cuello. Participó activamente en el periodismo militante y hasta en el espionaje político. En sus escritos hay más vivencia que fantasía. El desencanto desde su experiencia le inspiró 1984 y la fábula satírica titulada la Rebelión de la granja.
Son numerosos los estudiosos que resaltan los parecidos entre la sociedad actual y el mundo reflejado en “1984”, tanto en el uso manipulador del lenguaje, en el control de los medios de comunicación, así como en la organización y actuación políticas. Su influjo ha sido tan grande que de su apellido ha surgido el neologismo “Orwelliano” para designar las sociedades que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela. El fragmento que he seleccionado pertenece al capítulo primero y que lleva como título La ignorancia es la fuerza. Dice así:
Y si los hechos demuestran otra cosa, habrá que cambiar los hechos. Así, la Historia ha de ser escrita continuamente. Esta falsificación diaria del pasado, realizada por el Ministerio de la Verdad, es tan imprescindible para la estabilidad del régimen como la represión y el espionaje efectuados por el Ministerio del Amor.
La mutabilidad del pasado es el eje del Ingsoc (ideología del Estado totalitario en el que transcurre la novela). Los acontecimientos pretéritos no tienen existencia objetiva, sostiene el Partido, sino que sobreviven sólo en los documentos y en las memorias de los hombres. El pasado es únicamente lo que digan los testimonios escritos y la memoria humana. Pero como quiera que el Partido controla por completo todos los documentos y también la mente de todos sus miembros, resulta que el pasado será lo que el Partido quiera que sea. También resulta que aunque el pasado puede ser cambiado, nunca lo ha sido en ningún caso concreto. En efecto, cada vez que ha habido que darle nueva forma por las exigencias del momento, esta nueva versión es ya el pasado y no ha existido ningún pasado diferente. Esto sigue siendo así incluso cuando -como ocurre a menudo- el mismo acontecimiento tenga que ser alterado, hasta hacerse irreconocible, varias veces en el transcurso de un año. En cualquier momento se halla el Partido en pose sión de la verdad absoluta y,, naturalmente, lo absoluto no puede haber sido diferente de lo que es ahora. Se verá, pues, que el con trol del pasado depende por completo del entrenamiento de la memoria. La seguridad de que todos los escritos están de acuerdo con el punto de vista ortodoxo que exigen las circunstancias, no es más que una labor mecánica. Pero también es preciso recordar que los acontecimientos ocurrieron de la manera deseada. Y si es necesario adaptar de nuevo nuestros recuerdos o falsificar los documentos, también es necesario olvidar que se ha hecho esto. Este truco puede aprenderse como cualquier otra técnica mental. La mayoría de los miembros del Partido lo aprenden y desde luego lo consiguen muy bien todos aquellos que son inteligentes además de ortodoxos.