La gripe que no era española
Por Delegación Carlista de Historia y Cultura
La mal llamada «gripe española» es un ejemplo de leyenda negra, porque la pandemia que asoló Europa entre 1918 y 1920 tenía mucho de gripe, en efecto, pero poco de española. A pesar de que la enfermedad había arribado desde Estados Unidos, fue en nuestros periódicos en los que se empezó a informar de ella en mayo de 1918. No porque brotara por estos lares; tampoco porque el paciente cero fuese un vecino de Castilla. Más bien, porque en el resto de países europeos (inmersos como estaban en la Primera Guerra Mundial) se censuró cualquier información sobre su existencia para evitar que el caos se generalizara dentro y fuera de las trincheras. Por ello, y no por otra causa, en los diarios ingleses se pudo leer aquello de la «Spanish Influenza Pandemic».
Aunque pudo haber surgido en Asia Central, a consecuencia de los movimientos militares provocados por la contienda, se extendió por Estados Unidos primero y Europa después.
A nivel oficial, no obstante, se considera que el «paciente cero» era un soldado que ingresó en una enfermería de Kansas el 11 de marzo de 1918. De allí viajó con los soldados hasta Francia. A partir de entonces, y en pocas semanas, la gripe ya se había propagado por regiones tan separadas entre sí como Alaska, el sur de África, el Amazonas o las islas del Pacífico. En Europa fue especialmente virulenta por las malas condiciones que padecían los soldados en las trincheras. El frío, la humedad y el agotamiento favorecieron su expansión; y la escasez de enfermerías en primera línea del frente acrecentó los casos.
En pocos meses la epidemia se extendió por medio mundo. Junio de 1918 fue la clave, pues fue el mes en el que las fuerzas británicas se embarcaron hacia Murmansk (Rusia) y en su camino extendieron la epidemia. Así lo confirman Liliana Henao-Kaffure y Mario Hernández-Álvarez en su dossier «La pandemia de la gripe de 1918».