La doctrina de Belén sobre la paz que el mundo busca
(por Joseph Ratzinger)
El primer villancico de la historia, con el que queda fijado para todas las épocas el tono íntimo de la Navidad, no procede de los hombres, San Lucas nos lo transmite como la canción de los ángeles, que fueron los evangelistas de la Nochebuena: ¡gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! Este cántico establece una regla y nos ayuda a entender de qué trata la Navidad. Además, contiene un lema que en nuestra época mueve como ningún otro a los hombres: la paz. La palabra bíblica “schalom”, que nosotros traducimos por “paz”, quiere decir mucho más que la mera ausencia de guerra, a saber, el recto estado de las cosas humanas, la prosperidad: un mundo en el que imperen la confianza y la fraternidad, en el que no haya miedo, escasez, traición, mendicidad. Ahora bien, la canción de los ángeles supone algo previo sin lo que, a la larga, no puede haber paz: dar gloria a Dios. Esa es la doctrina de Belén sobre la paz: la paz de los hombres procede de dar gloria a Dios, Quien se ocupa de los hombres y su prosperidad, debe buscar ante todo dar gloria a Dios. La gloria de Dios no es un asunto privado, del que cada cual deba ocuparse según su capricho, sino un quehacer público. Es un bien común, y cuando entre los hombres no se honra a Dios, deja de honrarse también al hombre. La Navidad tiene que ver, por consiguiente, con la paz de los hombres, pues en ella se ha hecho efectiva nuevamente entre los hombres la gloria de Dios.
(Extraído de Joseph Ratzinger: Cooperadores de la verdad. Madrid: Editorial Rialp, 2021)