La batalla del pin: hay que apuntar más alto
Podríamos decir con Chesterton que la autoridad del estado sobre las familias puede ser invocada en los casos de familias anormales. Ahí es donde el estado, si quisiera y pudiera hacerlo, podría ayudar a muchas familias. Nuestro problema es que ahora lo más anormal es el estado. Porque el estado del estado, -como dirían los luthiers- es un estado lamentable.
El plan de la Revolución es simple y descarado: abortemos a todos los niños que podamos y eduquemos a los supervivientes. Dicho así, a lo bruto, suena conspiranoico, como siempre que terminamos hablando de “ellos” sin determinar quiénes son exactamente esas mentes capaces de tan tremendas maldades. Y sin embargo los hechos son los que son. No hace falta demostrar que las mismas corrientes de pensamiento, los mismos periódicos y televisiones, los mismos políticos que promueven el aborto denominándolo salud reproductiva son los mismos que luchan con todas sus fuerzas por acabar con la patria potestad y el derecho primordial de los padres a educar a sus hijos.
La salida de la ministro progre abortista Celaá y la de todos sus corifeos ha sido asombrosa por el descaro con el que han respondido a una medida tan básica y de sentido común como el llamado pin parental. En su argumentación, histérica e ilógica, han pasado del “es mi cuerpo” al “los hijos no son de sus padres” sin despeinarse. Pero si los hijos no son de los padres (que es verdad porque lo que es de los padres es el derecho a educarlos) entonces ¿por qué los abortan diciendo que son suyos?
Lo que tendría que haber dicho la ministro es que los hijos no son de los padres, lo que es de los padres es la responsabilidad de su cuidado y por eso no pueden abortarles. O que los hijos no son de los padres, lo que es de los padres es la responsabilidad de educarles y por eso no pueden permitir que asistan a unas enseñanzas aberrosexualistas.
Resulta curioso leer que en las escuelas británicas son los musulmanes quienes están logrando eliminar talleres LGTBP gracias a mantener intactos algunos principios de derecho natural. ¿Y en España? ¿Tendrán que sacarnos las castañas del fuego los marroquíes?
De todas formas lo más llamativo de esta “batalla del pin parental” es la aceleración del proceso y el descaro con el que la izquierdona arrincona cualquier tímida reacción de la derechona. Por su parte, los que en teoría dicen defender la libertad han apuntado el tiro tan bajo con eso del pin que al final va a quedar en nada. Se han quedado cortos. Lo que tendrían que haber hecho es apuntar más alto. Cuando haya políticos que exijan que no haya corrupción aberrosexual en los colegios, para ningún alumno, entonces sí tendremos un debate mucho más productivo. Por el mismo precio los políticos conservadores podrían haber exigido una limpieza general para dejar las escuelas libres de aberrosexualismo. Les aseguro que la respuesta del rojerío no habría sido más histérica que la que están teniendo. ¡Pero si hasta han llegado a pedir la aplicación del 155 para Murcia!
Pedir el pin o, más concretamente, pedir que el pin sea aceptado por el profesorado para que determinados niños puedan dejar de asistir a las charlas y talleres aberrosexualistas está bien, no digo que no, pero para pedir eso no hace falta ser político. Eso lo puede hacer cualquier padre responsable. Y cuando el cole no haga caso los padres, la familia, siempre pueden plantearse la insumisión. Todo eso sirve para que un padre proteja a sus hijos. Pero un político decente tendría que tratar de proteger a todos -no solo a sus hijos- y exigir algo así como un “pin patriótico”. Porque si no quieres mierda para tu hijo no la toleres para los demás ¿no?.
Entonces, ¿cuál es la propuesta realizable que pediría? Muy sencillo. Para los padres: pin, objeción o insumisión según convenga en cada caso. Para los políticos: que utilicen sus altavoces y sus votos para denunciar la presencia de corruptores de niños en los colegios. ¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué no empiezan la batalla un poco más arriba? Porque la cobardía de la derechona es paralela a la sobreactuación y la jeta de acero de la izquierdona. Así ha sido toda la vida.
Estas cosas pasan cuando se pierde el concepto de Revolución, cuando no se entiende que hay algo más gordo detrás de algunos políticos radicales y caprichosos. Y con la Revolución no se puede negociar. Es inútil ceder o dialogar. No hay que pasarles ni una. Hay que negar la mayor. A todos esos políticos e ideólogos progres habría que decirles, por ejemplo:
– que el estado no tiene que organizar la enseñanza
– que el ministerio de educación debe desaparecer
– que los padres son los responsables de la educación
– que los niños tienen derecho a rezar en el colegio y a que se les hable de Dios en cualquier asignatura
– que las ideologías aberrosexuales tendrían que estar prohibidas
– que hay que recuperar el delito de corrupción de menores
– etc.
¿Existe algún político que diga todo esto?
Bueno, aquí hay uno.
3 comentarios en “La batalla del pin: hay que apuntar más alto”
Jose María
Me gusta muchísimo
Juan Eduardo Iriarte Seigné
Hola. Como viví en España casi siete años, la mayor parte, en Navarra, inmediatamente me gustó leer estas notas. Me salieon buscando ” Navarra”. Espero mamtenerme en contacto con Uds. ( Vosotros). Soy periodista, y he estado en un par de emksoras católicas de Guatemala. Entre otros medios. Creo que con vosotros voy a saber más acerca de España. Bueno, lo que va qiuedando de ella. Estoy leyendo algo sobre cómo dar catequesis. Y sobre San Juan de Ávila. Por ejemplo.Lo hice en la Capilla de la Luz, en Muxbal, Santa Catalina Pinula, hace como 100 años. Bueno, en 1960, o algo así. El tiempo que me queda, quiero hacer algo bueno. Es decir, apoyar el bien, en este país nuestro – Guatemala-, tan sufrido. Feliz Año, y cordial saludo.
Javier Garisoain
Gracias por su amable comentario. Nos encanta saber que tenemos lectores en el país hermano de Guatemala.
Reciba un abrazo en Xto. Rey,