EL PP Y EL HUMANISMO CRISTIANO
Tras el congreso nacional (sic) del PP, ya conocemos el supuesto nuevo ideario del partido. Más de lo mismo. En materia moral, que es de lo que trataremos en este artículo, podemos decir sin equivocarnos que dan un paso más en su deriva inmoral y relativista. A su declarada defensa del aborto, del “matrimonio” homosexual, del colectivo que llaman pomposamente LGTB concretado en la perversa ideología de género y en general del laicismo, se le ha añadido, bien que vergonzantemente (como suelen hacerlo) el eufemismo “maternidad subrogada”, en puridad vientre de alquiler, con la fórmula ni entramos ni salimos lo dejamos en manos de expertos. Al mismo tiempo, no sé si para tranquilizar sus conciencias (si es que las tienen, que francamente a tenor de los hechos lo dudo) en el articulado de los estatutos añaden una mención al humanismo cristiano como referencia del ideario del partido.
Pero, ¿Existe lo que se conoce como contradictio in terminis entre esa deriva ideológica y la mención al humanismo cristiano? A mi juicio no. Y lo explicaré. El llamado humanismo cristiano, quisicosa confusa y difusa que debemos sobre todo al filósofo francés Jacques Maritain, fue un intento fracasado de conciliar liberalismo y catolicismo (cuestión repetidamente condenada por las Papas como es público y notorio para cualquier entendido en la materia), obteniendo como resultado difuminar al segundo en aras del primero, echándose éste cada vez más en brazos del progresismo. Consecuencia de lo cual fue una confusión, debilitamiento y división de los católicos en política demoledor. Este humanismo no es sino un culto al hombre alejado de Dios, una idolatría de la conciencia humana autónoma sin tener en cuenta la Ley Natural y la Moral Objetiva. Al mismo tiempo, en el plano político, es la concepción del campo de las instituciones naturales, sociales y políticas sin necesidad de Gracia alguna, tan sólo una difuminada influencia que no se concreta en la práctica en nada.
Por lo tanto no es de extrañar que un humanista cristiano, en aras de su independencia moral y su liberalismo político concretado fundamentalmente en la libertad individual, admita como si tal cosa los postulados del progresismo al que pertenece, importándole una higa lo que real y verdaderamente dice el catolicismo, religión que, paradójicamente, dice profesar . Y así vemos cómo no tiene reparos en admitir sin remordimientos de conciencia temas tan graves y tan brutales como el asesinato legal de seres inocentes en el vientre de sus madres (un auténtico genocidio) o el ataque indiscriminado a la familia natural, célula básica de la sociedad, que está acabando con la civilización tal y como la hemos conocido hasta ahora.
Para ensalzar su defensa de este humanismo que diremos “cristiano” así entre comillas, nos dicen que no es sino, con Grecia y Roma, uno de los puntales de la civilización occidental. Pues bien, esto es falso. La civilización occidental, o por mejor decir, Europa, no fue otra cosa que la Cristiandad, rota por la reforma protestante. Y es a esta mal llamada reforma a la que le debe su ser el humanismo cristiano, porque lejos de la búsqueda de la restauración de un Orden Social Cristiano (católico, se entiende) conforme a la doctrina tradicional, busca una reconciliación (imposible) con el “mundo moderno” derivado del protestantismo y plasmado en las ideas de la Revolución Francesa, reconduciéndolo para darle un pequeño sitio (no el mejor ni el más grande) a Cristo y su Iglesia. Una especie de “fraternidad universal”, una religión humanitarista sin Iglesia hegemónica, muy cercana a la querida por la masonería, por cierto. En palabras de Rafael Gambra (“El silencio de Dios”): … Todo el problema se reduce a un retraso de la Iglesia católica, que no ha evolucionado según el ritmo de los tiempos y ha dejado de responder a las exigencias de la Historia. Se reconoce entonces en el progreso del “mundo moderno” (en la obra de la Revolución y del maquinismo, en la tecnocracia y el socialismo) realizaciones criptocristianas, y se pide perdón a ese mundo moderno por la secular incomprensión de la Iglesia…Es el momento para el progresismo de un arreglo de pesas y medidas con el “mundo moderno” para que una Iglesia debidamente evolucionada vuelva a dialogar con ese mundo y ocupe un puesto de poder no ya rector, pero sí respetado y nunca más en situación de lucha y condenación de ese mundo. La labor consistirá en miminizar la fe y la moral reduciéndola ( a través de las “pendientes naturales”) a lo que convenga estimar como “esencial”, en renegar de la propia tradición de la Iglesia y de la civilización que ella creó considerándolas como “adherencias” o “alienaciones”, en limar cuantas aristas rocen la mentalidad y formas de vida modernas, para demostrar al mundo de hoy que ser católico viene a ser lo mismo que no serlo, y que tal profesión en nada choca con las exigencias de la vida actual y del “humanismo”. Consistirá asimismo en reducir la vida religiosa al interior de las conciencias, abandonando toda pretensión comunitaria-histórica de que la fe informe jurídicamente o políticamente la vida de los pueblos(…) Es el momento del culto al Hombre, esa “idolatría de los últimos tiempos” en la que el hombre se adora a sí mismo en la vacuidad de un humanismo sin sentido ni contenido.”
Teniendo todo esto en cuenta, ¿Puede un católico coherente y consecuente poner sus esperanzas en un partido que se ha rendido con armas y bagajes al progresismo por mor precisamente de ese humanismo cristiano del que tanto presume? Y otra pregunta, ¿Cabe la práctica rendición de los medios de la Iglesia (COPE y 13TV fundamentalmente) y de la propia CEE a este partido laicista, abortista, antifamilia y pro ideología de género? Creo que no es necesario dar una respuesta al inteligente lector.