El centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús
Como se nos ha recordado en estas mismas páginas, en el próximo año de 2019 se cumple el centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús, por el usurpador Don Alfonso y los carlistas nos preparamos para celebrarlo.
A más de uno podrá parecerle una contradicción con nuestra lealtad a la Dinastía Proscripta. No hay nada de eso.
Don Alfonso usurpaba un trono. Ejercía algunas funciones de Rey. Tomaba decisiones políticas que influían en la vida de España. Bastantes de ellas funestas. Otras beneficiosas. La de consagrar España al Corazón de Jesús fue de las segundas.
La actuación política de Don Alfonso constituye un cúmulo de contradicciones. Todas ellas consecuencia de la fundamental contradicción con que su padre se presentó en su manifiesto de Sandhurst: “seré como mis antepasados buen católico y, como hombre de mi tiempo, liberal”. No se puede ser las dos cosas a la vez.
Don Alfonso había recibido una educación cristiana por parte de su madre. El sistema político en que se movía le había impuesto la firma de leyes anticristianas como “la del Candado” y “la de Asociaciones”, que hubieron de ser retiradas como consecuencia de las gigantescas manifestaciones católicas en su contra. Por eso choca que pocos años después consagrase España al Corazón de Jesús. Es voz común en ciertos círculos católicos que este hecho desató las iras de la Masonería y le costó el Trono una docena de años después. Aunque no hubiera hecho la Consagración, Don Alfonso, con su política errática, hizo méritos suficientes para perder el trono. Que no se lo arrebataron, sino que lo abandonó.
La Consagración de España al Corazón de Jesús, respondía al sentir católico de la mayoría de los españoles. Aunque España estuviera gobernada por una élite caciquil que no la aprobase. Por conversaciones mantenidas en nuestra adolescencia, nos consta que, a los carlistas, o al menos parte de ellos, les pareció un acto de poco valor.
Pero la consagración estaba hecha y el monumento erigido. Y eso producía rugidos de ira a los poderes del infierno. De modo que, cuando llegó la oportunidad de 1936, volaron el monumento.
Antes de ello se habían apoderado de seis jóvenes católicos que custodiaban el monumento. De los seis, cinco pertenecían al Requeté. Fueron asesinados y sus cuerpos yacen hoy en la Basílica que se construyó después de la Cruzada.
En las operaciones militares que se desarrollaron a finales de 1936, en las cercanías de Madrid, correspondió al Tercio de Requetés del Alcázar, la reconquista de los terrenos donde se hallan las ruinas del monumento inicial y se construyó el nuevo. El abandono de España por parte de Don Alfonso, consecuencia del sistema democrático que representaba, puso el monumento en manos de la Revolución. El esfuerzo carlista propició la construcción del nuevo.
En la CTC consideramos al Monumento como algo nuestro, y desde nuestra constitución como grupo político, celebramos a su sombra nuestra fiesta anual.
El carlismo no tiene un ideario exclusivo. El Carlismo defiende una serie de principios indispensables para que en España reine la justicia y la paz. Porque la justicia y la paz nos la trajo a la Tierra Nuestro Señor. Y no puede haber justicia y paz si prescindimos de Él. Que eso es lo que hace la democracia actual. Y así vivimos en continua gresca unos contra otros.
Queremos que Cristo reine. Mejor dicho: España necesita que Cristo Reine. Y desde nuestra impotencia insistimos a los españoles sobre esa necesidad. Toda la historia del Carlismo se ha centrado en la lucha para que Cristo Reine. No solamente defendiendo soluciones políticas que faciliten ese Reinado, que también, sino proclamando que esas soluciones solo son posibles con el Reinado de Cristo.
Encarecemos a los lectores de Ahora para que difundan la oración publicada hace unos días y, desde hoy hasta la fecha del centenario, la recen cada día.
Carlos Ibáñez.