No más limosnas, Justicia Social.
Hace pocas horas ha sido elegido un nuevo papa, rezo porque el Espíritu Santo ilumine y fortalezca a Su Santidad León XIV en su misión de guiar a la Iglesia en estos tiempos difíciles.
El nombre elegido, León XIV, evoca la memoria de León XIII, conocido padre de la Doctrina Social de la Iglesia por su encíclica Rerum Novarum y esto me lleva a explicar por qué debemos restaurarla:
Quiero una España donde quien se esfuerza y vive con responsabilidad pueda construir un hogar, sacar adelante a su familia y constituir un pequeño patrimonio que le dé estabilidad y honra. Pero también una España donde nadie quede atrás: ni el débil, ni el anciano, ni el que cayó.
El mérito personal tiene sentido cuando está enmarcado en un orden justo, con estructuras morales que premien la virtud —no la especulación— y que protejan al trabajador como persona, no como recurso. La satisfacción del deber cumplido y el trabajo por el Bien Común debe tener su recompensa.
Así entiendo la justicia social: deber, dignidad, esfuerzo… pero con alma cristiana y comunidad viva.
¿Cuál es la realidad actual?
- Sueldo medio joven (<30): 1.100–1.300 €/mes (INE, 2024).
- Precio medio de alquiler (Madrid/Barcelona): 900–1.200 €/mes.
- Precio medio de vivienda en propiedad: inalcanzable salvo herencia o aval familiar.
- Inestabilidad laboral crónica: contratos temporales o becas encubiertas.
- Pérdida del sentido de futuro: ¿para qué esforzarse si no puedes tener casa, familia ni patria?
- Aislamiento, ansiedad, nihilismo digital (pornografía, distracción constante, pérdida del alma).
- Una escuela que no forma y un Estado que no protege.
- Una Iglesia que muchos creen ausente o cómplice.
- Una política que habla de nosotros, pero sin nosotros.
Los jóvenes de hoy son esclavos modernos sin cadenas, sin Dios y sin esperanza.
Hoy muchos jóvenes de 25, 30 o 40 años sobreviven en un mundo que no han elegido, atrapados en un sistema que no entienden del todo, pero que los exprime sin piedad. Son generaciones enteras sin hogar, sin hijos, sin patrimonio, sin misión. ¿Qué justicia hay en eso?
Les dijeron que serían libres, pero no pueden formar una familia. No pueden pagar un piso. No pueden tener hijos. Trabajan, estudian, se esfuerzan… y a cambio reciben ansiedad, pantallas y deudas.
Y luego les llaman “frágiles” o “generación de cristal”. No: son víctimas de una cultura sin alma y de un régimen sin ley natural. Padecen un sistema que ni reconoce a Dios ni respeta al hombre.
¿Qué es entonces la justicia social?
La justicia social no es un reparto igualitario de migajas, ni un subsidio que anestesia, ni una igualdad abstracta entre “individuos”.
La justicia social no consiste en igualar a todos por abajo ni en repartir privilegios, sino en ordenar la vida económica y política según la ley natural y el Bien Común.
Justicia social es:
- Que quien trabaja con honestidad pueda vivir con dignidad.
- Que el esfuerzo tenga sentido.
- Que los padres de familia —hombres y mujeres— puedan formar un hogar y mantener a los suyos, armonizando sus deberes familiares con sus dones personales al servicio del bien común.
- Que la madre no sea penalizada por cuidar, ni despreciada por criar.
- Que los ancianos no mueran solos.
- Que los hijos no sean un lujo, sino un bien amado.
No es ingeniería fiscal: es orden moral. Es el fruto de una sociedad jerárquica, orgánica y cristiana, no de una tecnocracia liberal.
¿Qué propongo?
No quiero limosnas del sistema. ¡Quiero derogar el sistema!
Porque este sistema —el que ha convertido el hogar en mercancía, el hijo en carga, el salario en castigo y el abuelo en estorbo— es injusto desde sus cimientos.
Quiero justicia social, sí. Pero una justicia con deberes, con autoridad, con Dios en la cumbre y el Bien Común como norma.
No igualdad ideológica, sino armonía natural.
No caridad de Estado que humilla y controla, sino justicia cristiana que respete la dignidad de cada persona como hija de Dios, creada a su imagen, y llamada al deber y a la virtud.
Lo necesario para vivir con honra, cumplir nuestro deber y cuidar a nuestros hijos con responsabilidad. La justicia empieza en las familias, se apoya en el municipio, se organiza en el gremio y se eleva en la Iglesia.
Deberes cumplidos y derechos fundados en la ley natural
Escribo para los jóvenes que resisten
Que con 27 años se preguntan si podrán tener hijos.
Que con 35 ya han desistido de formar un hogar.
Las mujeres que quieren ser madres, pero no pueden permitirse parar.
Y todos los que no entienden por qué, habiéndolo hecho todo bien, se les niega un orden justo en el que poder confiar, por el que poder trabajar.
No están solos. No están locos. No están rotos.
Si la injusticia no está en ti, sino en el mundo que te ha tocado sufrir ¿Te vas a conformar?
La verdadera justicia social no vendrá de partidos ni de modas, sino de un orden restaurado desde la Verdad, con raíces, con alma y con Dios como Rey.
Pues creo que es tiempo de alzar la voz, de reconstruir y recuperar el futuro.
España no necesita revoluciones. Necesita restauración. Y ésta empieza en cada hogar, cada altar, cada municipio. Y contigo.
📩 Comparte este artículo si crees que hay algo que restaurar en España.
Por Dios, por la Patria, por los Fueros y por el Rey. Viva Cristo Rey.
4 comentarios en “No más limosnas, Justicia Social.”
Juana de Beira
Con todos los respetos al autor y al artículo.
El artículo expone de forma clara, precisa y concisa el problema social actual, también lo hace explicando lo que debe ser la Justicia Social.
La socialdemocracia, o marxismo político, que padecemos no es más que lo máximo de social que puede ser el liberalismo, ese del todo vale y sálvese quien pueda de la derechona, noturalmente así nos va.
Carlos Ibáñez Quintana.
Completamente de acuerdo.
Ana
Un artículo espléndido. Tan solo quisiera añadir, como mujer joven de 35 años, que también hace falta más protección a la mujer en el sentido de que aquella que quiera ser madre y farmacéutica, madre y médico, madre e ingeniera, madre y CEO de una empresa, no tenga que encontrarse en una elección con una guillotina en el cuello sabiendo que elija lo que elija está condenada. ¿Quieres trabajar, dar un servicio a la sociedad con tus dones otorgados por Dios? Bien, toma, aquí tienes tu puesto de trabajo, pero, a cambio, no tienes hijos porque trabajarás tan duro que solo tendrás dos horas al día para ver a tu esposo. ¡Eh! Y sin rechistar que te estoy permitiendo trabajar fuera de casa.
Espera, ¿no quieres trabajar sino dedicarte a tu familia? Bien, puedes pero si el día de mañana te plantas con 40 y echan a tu marido del trabajo o te quedas viuda o te separas, mucha suerte pues es muy probable que tu título universitario se quede en papel mojado porque no tienes experiencia.
Conclusión: ¿Dónde está el progreso? ¿Dónde está la libertad? ¿Dónde está la Justicia?
Ojo, esto mismo le está sucediendo al hombre. Esposos que se convierten en compañeros de piso. Padres ausentes para sus hijos…
Luis Flórez-Estrada Orlandis-Habsburgo
Muchas gracias por tu valiente testimonio, Ana.
He intentado hacer referencia —aunque de forma general— a los conceptos que tan claramente iluminas.
Lo que dices es crucial: el tiempo no es oro, es vida. Es lo único que no se recupera.
La llamada “libertad” moderna ha convertido la maternidad en un obstáculo, el hogar en una carga y el trabajo en un chantaje.
La justicia social también pasa por restaurar la armonía entre vocación profesional y vocación familiar:
Que una mujer pueda ser madre y médico, madre y farmacéutico, madre y lo que Dios le haya llamado a ser… sin tener que elegir entre el amor y la dignidad.
Y los niños necesitan a sus padres. Los esposos se necesitan entre sí.
Si les arrebatamos ese tiempo, no solo se rompe la familia: se descompone la sociedad.
Tendré que escribir varios artículos para tratar estos asuntos en profundidad.
Son verdades tan evidentes como ignoradas. Y, en esta sociedad, profundamente desatendidas.
Gracias por recordarlo con tanta claridad,
Luis Mª Flórez-Estrada Orlandis-Habsburgo