El Carlismo, Vox y los compañeros de viaje
(por Javier Urcelay)
La actitud que deban tener los carlistas ante Vox como fenómeno político apoyado por muchos españoles católicos y patriotas, así como, por extensión, la actitud ante otros grupos más o menos afines no específicamente tradicionalistas, plantea la cuestión del Carlismo y los compañeros de viaje.
Compañero de viaje, según el diccionario, sería sinónimo de aliado, partidario, simpatizante[i]… o, con más precisión, “persona que comparte con otra un lugar o una actividad”.[ii]
El término data de 1923, cuando Trotski llamó con ese nombre a los defensores del comunismo que se resistían a entrar en el partido comunista: «No consideran a la revolución como un todo, e ignoran el ideal comunista. No son los artesanos de la revolución proletaria, sino sus compañeros de viaje artístico. Con ellos se plantea siempre la misma pregunta: ¿hasta dónde irán?»[iii]
Lo que veinte años después llevó a Robert J. Oppenheimer, padre de la bomba atómica, a definir así el término compañero de viaje: «una persona que acepta una parte del programa comunista, sin ser miembro del partido».
El comunismo ha mimado siempre a sus compañeros de viaje, y lo sigue haciendo hasta nuestros días. Basta ver la larguísima nómina de directores de cine y artistas, cantantes, pintores, escritores, periodistas etc encumbrados a la cima mediante premios, exposiciones, reportajes, apariciones en televisión etc, simplemente por sus simpatías izquierdistas o por su postureo progre.
Durante un tiempo, la idea del compañero de viaje tuvo una asociación única con el comunismo. Tras la II Guerra Mundial el término adquirió, además, un fuerte sentido peyorativo, al ser usado por el Mccarthysmo americano para etiquetar con él a los presuntos miembros del partido comunista estadounidense.
La connotación negativa del compañero de viaje se ha desvanecido mucho, sin embargo, con los años y, a menos que se conozca el origen del término, en nuestro tiempo tiene una resonancia neutra, o incluso positiva, asociado a una idea de colaboración o de conexión, y su uso se ha generalizado sin circunscribirse ya al ámbito del comunismo.
En el caso del Carlismo, la cuestión de cómo considerar y tratar a los más o menos afines ha sido siempre asunto controvertido, debatiéndose entre quienes los consideran compañeros de viaje o la de quienes prefieren despreciar a todos los que no comparten el cien por cien del credo, teniéndoles por simples “tontos útiles” al servicio del enemigo.
Villarín y Willy (seudónimos de Joaquín Valdés y Guillermo Poole), recogen en su libro “El secretario de S.M” una anécdota reveladora de esta cuestión del Carlismo y los compañeros de viaje, en unas circunstancias históricas -las de 1932- no muy diferentes de las que vivimos hoy en día.
En febrero de 1932, Acción Nacional -presentada como unión de españoles amantes de la Religión, del orden, de la propiedad, el trabajo etc, promovida por José María Gil Robles- celebró en la plaza de toros de Sevilla un mitin en el que la Comunión Tradicionalista cooperó distribuyendo propaganda y colaborando en el servicio de orden del acto.
Manuel Fal Conde, como jefe del Tradicionalismo andaluz, fue invitado a la comida que se dio a los oradores en el Frontón Betis, y en el brindis a los postres dejó sentado, en elocuente discurso, qué era la Comunión Tradicionalista y qué Acción Nacional.
El Sr. Gil Robles, por su parte, manifestó que estaba orgulloso de que por sus venas corriera sangre tradicionalista (era hijo del ilustre catedrático carlista de Derecho Político Enrique Gil y Robles), y aludiendo después a la intervención de Fal Conde, pronunció estas palabras:
“Yo digo que las diferencias que existen entre Acción Nacional y el partido Tradicionalista son simplemente de táctica.
Mientras que los tradicionalistas quieren andar veinte kilómetros de un golpe, nosotros solo queremos recorrer uno; y cuando éste lo tengamos andado, avanzaremos otro, y luego otro, y así seguiremos hasta que tengamos recorridos diecinueve; y entonces no tendrán los tradicionalistas que saltar solos las alambradas, sino que todos marcharemos fusionados”.[iv]
Las palabras de Gil Robles, y la presencia de Fal Conde y la colaboración de los tradicionalistas en aquel acto, señalan la posibilidad para los carlistas de colaboración con compañeros de viaje, con los que se pueden realizar acciones de interés común, aunque finalmente las rutas conduzcan a destinos diferentes o, como es más probable, esos compañeros de viaje no quieran realizar la totalidad del trayecto.
Ese fue el caso de Acción Nacional y su prolongación en la CEDA: aquellos católicos indiferentistas y liberales pudieron recorrer el primer kilómetro que era compartido con los tradicionalistas, pero pronto abandonaron la ruta, demostrando que las diferencias no eran simplemente “una cuestión de táctica”.
Trágicamente, sin embargo, al final, en 1936, se vieron arrastrados a esas alambradas de las que hablaba Gil Robles, donde compartieron con los tradicionalistas a veces trincheras y, en la mayoría de los casos, checas y ejecuciones martiriales en las cunetas y tapias de los cementerios.
En nuestros días la oportunidad se repite con otras fuerzas con las que las difíciles circunstancias que atraviesa nuestra patria nos llevan a compartir algunas posiciones. Ello les convierte en afines en algunos aspectos, si bien las diferencias son radicales ( o sea, que proceden de la raíz).
En el caso de Vox, por ejemplo, se trata de un partido de sustrato liberal, con el que no compartimos su constitucionalismo -aunque si el necesario imperio de la ley-, su defensa del parlamentarismo y la partitocracia, su concepción inorgánica de la sociedad, su patriotismo cerrado de corte nacionalista, su negación de la realidad histórica y política de las regiones y otras bastantes cosas, en las que sus ideas se apartan del pensamiento tradicional.
Emulando a Trotsky, podríamos ciertamente decir que «no consideran a la Revolución, con mayúsculas, como un todo, como un único proceso ideológico de subversión del orden social, e ignoran el ideal católico del Reinado Social de Cristo. No son los artesanos de la Contrarrevolución, sino sus compañeros de viaje artístico. Con ellos se plantea siempre la misma pregunta: ¿hasta dónde irán?»
Sin embargo, Vox propone la derogación de las leyes progresistas introducidas por el Socialismo en las últimas décadas, la supresión de la nefasta ley de Memoria Democrática, la protección de la vida desde la concepción, la libertad de enseñanza y el final del adoctrinamiento en las aulas, el fortalecimiento de la familia natural, el combate contra el falso feminismo y la ideología de género, la ilegalización de los partidos separatistas y filoterroristas, la finalización de las subvenciones a los sindicatos de clase y los chiringuitos políticos, la protección del interés nacional frente a la oligarquía globalista, la recuperación demográfica y otras muchas cosas que el tradicionalismo comparte, y que son primeros pasos inevitables hacia la restauración del orden social cristiano, que constituye su meta última.
Ninguno de estos primeros kilómetros, de esos pasos que España tendría que dar para recuperar el camino de su sanación, son fáciles de recorrer, ni el Carlismo puede soñar con cubrirlos solo.
No aceptar ir paso a paso y querer “andar veinte kilómetros de un golpe” puede expresar una loable intransigencia respecto a los objetivos últimos que se persiguen. Pero no puede ser una coartada para no hacer nada o para ni siquiera iniciar el camino, alegando que colaborar con esos afines pondría en riesgo el ser carlista.
La clave para poder aceptar las palabras de Gil Robles y hacer posible la colaboración con los afines, es empezar por donde lo hizo Fal Conde: dejando muy claro qué era Acción Nacional y qué era la Comunión Tradicionalista.
A partir de ahí, toda colaboración es posible si es para el bien de España.
A veces, además, el camino recorrido juntos se convierte en un descubrimiento y, como les ocurrió a los discípulos de Emaus, los que caminaban al lado del Señor sin reconocerle, notaron de repente como les ardían los corazones.
Porque los españoles de buena voluntad, que aman a su patria y su Tradición, que rechazan la impiedad y la barbarie, hallarán siempre en el Carlismo la veta católica y española con la que reencontrarse.
El Carlismo no puede cerrarse a tener compañeros de viaje.
Como decía el filósofo chino Tenzing, “Al escalar una gran montaña nadie deja a un compañero para alcanzar la cima solo”.
O al menos, nadie debe descartar a priori a un compañero para iniciar la ascensión.
[i] http://www.meaning88.com/dictionary/fellow%20traveler
[ii] https://mobile-dictionary.reverso.net/es/espanol-definiciones/compa%C3%B1eros+de+viaje
[iii] Ramón Chao: Los compañeros de viaje. Páginas de Opinión de El País, 16 enero 1981
[iv] Vilarin y Willy: El Secretario de S.M. Sevilla: Alvárez Zambrano, 1935.
12 comentarios en “El Carlismo, Vox y los compañeros de viaje”
Rosa laviñeta redin
Yo no entiendo mucho de estas cosas pero me pregunto lo siguiente
Podrían ser compañeros de viaje la familia rayuela con su movimiento contra el crimen de estado?
Gonzalo García Yangüela
Entendiendo el sentido del escrito, y apreciando el esfuerzo que algunos quieren hacer por aunar fuerzas, sinceramente creo que no se pueden pedir peras al olmo y que las ganas de la gente por cosas buenas nos hacen verlas donde no las hay.
No vamos a discutir que Vox dicen cosas que suenan bien en temas de ideología de género, o de memoria histórica. Pero en otros de los que se citan, desde luego a mí no me parecen que contribuyan a la restauración del orden social cristiano, antes al contrario.
Citando algunos de los indicados en el texto:
– «Vox propone la derogación de las leyes progresistas introducidas por el Socialismo en las últimas décadas»
¿Y las no introducidas por el socialismo? Por ejemplo, fue la UCD la que introdujo el divorcio. ¿Dice algo Vox de ello? No. Fue el PP quien introdujo la experimentación con embriones humanos. ¿Propone Vox algo al respecto? No.
Y de las introducidas «por el socialismo» ¿propone la derogación de todas? No.
– «la protección de la vida desde la concepción»
Por alguna extraña razón mucha gente a asumido esto como propuesta de Vox, lo que no es cierto. En su primer programa electoral proponían la vuelta a una ley similar a la del 85. Y aunque es cierto que eliminaron ese punto de su programa (incluso de las copias de entonces, para “eliminar pruebas”), después han hablado de la cultura de la vida, del apoyo a las madres gestantes, de su intención de “tender al aborto cero”, pero medidas concretas, cero.
– «la libertad de enseñanza y el final del adoctrinamiento en las aulas»
Primero, la “libertad de enseñanza”, en abstracto y propuesto por un liberal, no puede ser un fundamento del orden social cristiano. Y lo segundo, ¿de qué adoctrinamiento? Porque sí hablan de impartir “valores constitucionales”.
– «la ilegalización de los partidos separatistas y filoterroristas»
Ojo, propone la ilegalización de los partidos que vayan “contra el orden constitucional”. Así que apuntemos a la CTC a la lista.
– «la protección del interés nacional frente a la oligarquía globalista»
¿En serio, Don Javier, podemos decir esto de un partido decidida y fervientemente atlantista y defensor de la OTAN? Yo es que lo de llamarse antiglobalista aplaudiendo la fuerza militar del globalismo no termino de entenderlo.
En fin, no me extenderé más ni entraré, ya que el artículo no lo hace, en el programa económico de Vox que probablemente sea el más contrarío al orden social cristiano de todos los que se presentan. Así que apláudase lo que deba aplaudirse, pero no engañemos a la gente. Dicho esto, quien se consuele metiendo un papelito en una caja, que lo haga. Sea verde o morado, servirá para lo mismo.
Coso
¿Pues cual es la alternativa que propones? ¿No votar y mirar con parsimonia como España es destruida?
Hay que tener un pensamiento racional, “estratégico”, para defender España y el catolicismo. Pues esto es una guerra por salvar la Cruz y España. Si procede, votar “al menos malo”. Porque eso de decir que morado o verde es lo mismo, es absolutamente falso. Unos pretenden destruir España y otros salvarla, aunque sea de forma parcial. Y eso marca una diferencia sustancial.
En una guerra, cuando la victoria no es fácilmente alcanzable, NO SE RECHAZAN ALIADOS. Lo que importa es alcanzar la victoria. Luego ya se tratarían esas diferencias. ¿Buscamos la victoria de España, o nuestra salvación individual basados en un dogmatismo riguroso?
A veces me pregunto si algunos carlistas y afines, realmente quieren salvar España, o solamente a un grupo de personas muy reducido y cerrado al cual pertenecen, ignorando al resto de españoles e incluso de católicos.
Gonzalo García Yangüela
Coso: El planteamiento de “es que si no votas estás colaborando a la destrucción de España” la llevo escuchando desde los tiempos de AP, de la que decían, como dices tú ahora de Vox, que querían “salvar a España” del peligro izquierdista.
No voy a discutir simplezas de ese calibre.
Vota lo que te parezca oportuno y mucho ánimo con esa esperanza de que así vas a colaborar a “salvar” algo.
Javier Urcelay
Gracias por tu comentario, Gonzalo, de gran valor y precisión doctrinal.
Las empresas, que no pueden permitirse el lujo de vivir sin tener los pies en la tierra, suelen distinguir entre “objetivos aspiracionales”, que marcan la dirección, y “objetivos operativos”, alcanzables y realistas, que sirven para evaluar el desempeño de sus ejecutivos y miden el éxito o fracaso del ejercicio.
El Carlismo, que puede considerarse como una empresa que se propone al conjunto de la nación, si es un movimiento político tiene que saber distinguir también entre aspiraciones -que creo que quedan claras en mi artículo y lo están, desde luego también, en tu comentario-, y planteamientos realistas de las etapas intermedias por las que hay que pasar, que proporcionan la única oportunidad de avanzar y no habitar en la nube de las ideas puras, sin la menor incidencia en el devenir de los españoles.
Juana de Beira
“La derecha española ha sido tradicionalmente cobarde y aprovechada, proclamando un Dios en el que no cree y una patria que no ama, intentando mantener sólo sus privilegios”.
Juan Vázquez de Mella y Fanjul. 08/06/1861 – 26/02/1828.
A modo de contestación a este articulo y a otros posibilitas que justifican el mal menor.
Juana de Beira
Errata de fecha, esta es la correcta:
26/02/1928.
Conrad
Lo primero de todo, D. Javier, gracias por su artículo. No es poca cosa, hoy día, el ejercicio de poner a patinar la pluma sobre el papel (aunque sean digitales) con la sana intención de que el vecino ponga en remojo las neuronas antes que las barbas. Gracias, pues, por el ejercicio.
No, quiero, en cambio, detenerme a contestar el artículo como tal, sino el sopesado comentario con el que responde a Gonzalo, porque, a mi parecer, este comentario encierra toda la esencia de su planteamiento. Y es que temo que cae usted en el mismo error que viene cayendo “el carlismo” (permítaseme la licencia de entrecomillarlo y no ir más allá, dando por sentado que hablamos del mismo fenómeno) desde hace mucho tiempo … el de suponer que la actitud de mantener los pies en la tierra consiste en desarrollar una política más o menos posibilista.
Yo creo que lo que de verdad significa mantener los pies en la tierra supone asumir la incapacidad del carlismo para desarrollar actividad política en el terreno que el sistema ha delimitado, el terreno en el que VOX y otros posibilismos se mueven. Personalmente no tengo inconveniente alguno en que las personas concretas, más allá de su simpatía o incluso su afiliación carlista, colaboren con esos posibilismos en la medida que estimen oportuno … cuestión de conciencia de cada cual en cada situación. Pero no veo la cuadratura del círculo en lo que se refiere al viaje en común para el carlismo.
Por lo demás, si tenemos tan claro que el problema es que el sistema ha ido comiendo terreno al sujeto social real para dar protagonismo a un sujeto político artificial … ¿no es, precisamente, en el terreno social real en el que se debe desarrollar la capacidad de acción real (con los pies en la tierra) del carlismo?. Personalmente no entiendo de qué otra manera se puede ser sal de la tierra … que no es lo mismo ser sal que tener salero, claro …
Un abrazo, D. Javier.
Conrad
Se han abierto un buen número de melones, y aunque uno se siente ya poco dado a la disputatio en el foro, le apetece a uno detenerse un poco en estas cosas … pero la naturaleza de los melones es demasiado diversa para mantener un diálogo sensato. Gracias a todos por las aportaciones.
@katanajanso
Interesante artículo.
Yo soy libertario convencido, defensor de la vida, de que el individuo tenga el poder de elegir su proyecto de vida, de llegar a acuerdos voluntarios con otros semejantes, de los derechos individuales negativos (naturales) y de la propiedad privada.
Después de años buscando respuestas morales decentes, permitiéndome sorprenderme sin ponerme líneas rojas he llegado a algunas conclusiones y creo que la más importante es que la gran tragedia es el poder de un grupo de individuos sobre otros, poder cuyo objetivo es la legitimación de la extracción de rentas de ese grupo de poder sobre el resto.
La revolución francesa y la adopción del Estado Nación ha permitido que ese poder se concentre, ahogue y convierta en semiesclavos a los individuos.
La tradición política española, escrita de manera magistral por los escolásticos de la Escuela de Salamanca fue truncada por ideas colectivistas que han sido compradas por la masa siguiendo las doctrinas de las bandas de poder.
El poder necesita contrapoderes con incentivos en liza fuera del poder (no dentro) y esa era nuestra manera evolutiva de entenderlo.
El Soberano, los Fueros, la Iglesia, la aristocracia…
Por ello aun siendo amante de las ideas hispanas tomadas por la escuela austríaca, me siento atraído por las ideas Carlistas debido a que aquel sistema de poder era visto por la gente como ilegítimo y por tanto, no se permitía que se expandiese hacia el totalitarismo, avalando incluso el tiranicidio cuando un Soberano era injusto o abusaba de su poder.
Me da pena ver que todo el espectro político y masa votante compra ciertas ideas socialistas y nacionalistas sin conocer su inviabilidad económica y su base inmoral.
El sistema que nos ahoga y nos lleva al pozo económico y moral es visto como legítimo por la masa, puesto que les han vendido que ellos son el Estado. Nada más lejos de la realidad.
Ramón de Argonz
Buenos días a todos, y por supuesto a Javier y Gonzalo:
Las carlistas siempre han mantenido la diferencia entre Ideario y Programa. Es más, el Ideario es uno, pero el Programa admite niveles de mayor concreción: desde la crítica a lo que otros hacen (esto es fácil) hasta llegar al acto concreto y positivo de gobierno (los tradicionalistas aún estamos lejos de él, salvo en los pueblo).
Desde 1986 (viene de antes, claro), la CTC ha mantenido un Ideario, pero también un Programa. El Ideario se perfiló algo mejor en determinado Congreso, y el Programa en varios de ellos, en los que se amplió, profundizó y maduró. La última vez que fue punto por punto. Un Programa todavía más concreto sería la aplicación práctica en cada pueblo, ciudad, Región o Gobierno cuando se discuten los Presupuestos Generales del Estado.
Personalmente hecho en falta una mayor difusión del Programa, porque, en efecto, a alguno le podría dar la impresión de que estamos en las “nubes”. (Pero ojo, tampoco Ideario es idealismo). Al no tener el Programa físicamente -del penúltimo se hizo un hermoso folleto-, y remitirnos a la Web, los hay que desconocen su existencia.
Una concreción última del Programa es lo que de él sintetizaríamos en una conversación rápida y corta, de calle o en las elecciones. Algo así como los antiguos vendedores de nuestras calles y plazas. O bien, las pancartas de nuestra manifestaciones. Por ejemplo, todos los 25 de mes en Pamplona ponemos una pancarta que dice: “Aborto NO. Dios ama al embrión”. Estaría en el ideario, en el programa general, en el de un lugar concreto, y en la conversación cara a cara, rápida y “peleona” de calle. En esta última, Felipe Vives “inventó” una máxima tumbativa al discrepante “peleón”: “si, sí, sí… pero tu ya vives”. Sí, ya conozco lo que decía Juan Pablo II a los antiaborto en la votación reduccionista del mal que se proponga, cuando se proponga.
Ramón de Argonz
Lo que dicen Vds. en estos comentarios es muy interesante. Por eso veo en Vd. militantes, personas activas.
Respondería al amigo COSO que una cosa es el Programa político (de oposición o de Gobierno, del ámbito nacional, regional o municipal…) y otra las votaciones.
Si uno no debe defender ni proponer un Programa “torpe” sino más o menos “saludable” (o “saludable” sin más para una situación concreta), sí podría votar el programa “torpe” de otros cuando él no puede presentar el suyo. Sería para evitar el triunfo de un Programa mucho peor, pero exigiendo que en el Programa “menos torpe” no haya clamorosas torpezas, o bien que no sea un voto impolítico (tal y como pensó Fal Conde que lo era ante el Bloque de Derechas en las últimas elecciones, creo; impolítico si el “mal menor” no puede salir triunfante a pesar del apoyo que se da al bien que dicho Programa votado encierra etc.). Pero este tema es otro.
También está el caso de que en la contienda bélica, los jefes políticos de los compañeros de trinchera, te ahoguen políticamente. Así ocurrió con el decreto de Unificación de 1937. Esos tales no podrán ser durante y después, amigos. Aunque los requetés siguieron en la trinchera como héroes que fueron.