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30 de enero de 2019 0 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

Deslegitimar el régimen narco-comunista venezolano

Recientemente, se ha abierto en este mismo diario una encuesta sobre propuestas de vías de escapatoria y liberación del yugo del comunismo al que están sometidos nuestros hermanos venezolanos (aún está abierta, por lo que podéis votar). Las opciones de voto de la misma son, a su vez, una evidencia de la divergencia de criterios entre todos los que tenemos claro que Venezuela debe de ser libre cuanto antes.

Tengo claro que convocar elecciones bajo un entorno totalitario es un imposible y que no se puede confiar en una “irreal oposición política (que casualmente está vinculada a la Internacional Socialista, aparte de proponer medidas políticas que mantendrían ahogados en la miseria a los venezolanos). Tampoco creo que convenga mucho una intervención militar exterior dirigida por los Estados Unidos, pero ¿qué estoy diciendo?

No estoy en contra de Donald Trump como sí podré estarlo de Pedro Sánchez (es un gobernante imperfecto con considerables aciertos). Tampoco quiero hacerle el juego al sátrapa Vladimir Putin (aliado geoestratégico de Nicolás Maduro, también respaldado por el régimen castrista, aunque con menos insuflaciones con el fin del Foro de Sao Paulo). Ni siquiera se me pasa por la cabeza que la solución está en recitar a John Lennon.

Pero una intervención militar incrementaría la situación de caos en Venezuela. Décadas de intervencionismo militar orquestado por un establishment neocon que, a través del Pentágono, mantiene operativas las cloacas del poder ejecutivo estadounidense (eso a lo que, en inglés, Deep State llaman), no han logrado que países como Iraq y Afganistán tengan las mismas cotas de libertad que Texas o Alabama.

Sin embargo, no voy a enrollarme demasiado en lo anterior. Pasaré a exponer la que, desde mi más absoluto punto de vista, sería la solución al problema. Tengo en cuenta la enseñanza de San Agustín de Hipona, en base a la cual, «si la ley resulta gravemente injusta no sólo no debe obedecerse sino que ni siquiera merece propiamente el nombre de ley».

Hay que limitar el ámbito de expansión del poder tiránico

Un régimen que atropella las libertades y empobrece drásticamente a sus ciudadanos no merce ninguna clase de legitimación por parte de los ciudadanos que son rehenes y esclavos del mismo. Por ello, no hay que reconocer las leyes y normas impuestas a través del aparato dictatorial manejado por Nicolás Maduro (en otras palabras, conviene desobedecer toda respectiva imposición).

No obstante, podemos “ser algo más óptimos”, teniendo en cuenta otra vía de escape que llevaría implícita la desobediencia civil de la que hemos hablado previamente: la secesión por medios de declaración unilateral por parte de las distintas comunidades vecinales del país, sin importar su escala geográfica ni la cantidad de habitantes de las mismas.

Ingenuamente, alguno podría pensar que estoy coincidiendo, sin darme cuenta, con los golpistas nacional-catalanistas y social-comunistas. Pero no es nuestra intención promover un secuestro político para crear otro Estado igual de hipertrofiado, aparte de expansionista. Nuestro objetivo es que los venezolanos se liberen de un dictador inhumano y totalitario.

Tampoco habría necesidad de crear otro Estado tal y cual lo conocemos. Bastaría con inspirarse en la concepción antimonopolista del príncipe liechtensteiniano Alois (titulada El Estado en el Tercer Milenio) o en la idea de las comunidades privadas de vecinos (propuestas, entre otros, por el economista y filósofo Hans-Hermann Hoppe).

Con esto vengo a decir que no hay por qué pensar en recolectar dinero para crear nuevos entes centralizados ni hacer grandes inversiones vía expolio fiscal y planificaciones centralizadas. Tampoco hace falta en velar por la democracia, pues ha sido tan nociva como la banca central, en este caso, por haber facilitado el ascenso de los comunistas al poder.

Basta con establecer unas reglas básicas de convivencia, y listo. De hecho, Internet nos brinda muchas facilidades en la batalla contra el estatismo: descentralización monetaria garantizada por las criptodivisas, desvinculación de un Estado, infactibilidad de las labores de espionaje estatal y gubernamental, que pueden amenazar nuestra privacidad y nuestra libertad, etc.

¿No sería mejor recuperar el Virreinato de Nueva Granada?

Mal que le pese reconocerlo tanto a izquierdistas hispanófobos como a temerosos masones, bajo la Corona Hispánica, no solo había garantía de descentralización política a través de un virreinato, sino un considerable respeto a la libertad y la dignidad humana. De hecho, los independentistas latinoamericanos no velaban por la libertad, a diferencia de los norteamericanos que se independizaron de la Corona Británica.

Sin duda alguna me siento orgulloso de esa gran empresa llamada Hispanidad, influida por los valores de la tradición católica. De hecho, debemos de potenciar los nexos entre los distintos territorios hispanos. Ahora bien, no quiero un férreo Estado supra-nacional centralizado en Madrid, aunque si acaso, como dije hace unos meses, sí que estaría a favor de una confederación simbólica, puestos a ir más allá del reconocimiento de idea.

Eso sí, cabe destacar que muchos hispanoamericanos sienten un gran aprecio hacia España (lo mismo venezolanos que argentinos y chilenos), por lo que no sería muy friki promover la Hispanidad en esos hipotéticos territorios secesionados, “libres de las garras de Maduro”. Podemos recuperar el sentimiento hispano en mayor medida, sin romper con la descentralización y la subsidiariedad política.

En cualquier caso, ya finalizando, lo que hay que tener claro es que el socialismo es la razón por la que se está matando políticamente a Venezuela, y que no debemos, bajo ningún concepto, legitimar regímenes tiránicos que son una terrible amenaza para nuestra vida, libertad, propiedad y prosperidad. Hemos de animar a nuestros hermanos a rebelarse contra el narco-comunismo.

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