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(Por Javier Manzano Franco)
Se iniciaba la semana pasada con una monumental debacle de ovejas en Galicia. No solo Podemos ha sufrido la humillación de ser menos votado incluso que PACMA y el PSOE se ha desmoronado; también el cacique azul ha recibido menos papeletas. Oíd, ovejas heridas, a Ezequiel, que el Señor va en vuestra busca en este día de tormenta para curaros y apacentaros con justicia, si estáis dispuestas a reconocerlo como Pastor (Ezq 34, 11-16), pues sobre “un corazón contrito humillado” (Sal 50, 19), aunque en su día abundase el pecado, sobreabundará la gracia (Rom 5, 20). Políticos españoles, ¡es tiempo de misericordia! “El que camine en mis mandatos y guarde mis leyes obrando rectamente, ese es justo, vivirá, dice Yavé” (Ezq 18, 9). Aprovechad la Cuaresma, pues mayor alegría hay en el Cielo por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no la necesitan (Lc 15, 7).
Recordemos a la mujer cananea, que no era pagana porque creía firmemente en Jesús. Tanto que pasó la dura prueba de insistir tres veces ante Su aparente indiferencia. No porque Dios Hijo necesitara ser convertido por una gentil como asegura ese corruptor de la juventud y la sociedad que es Xabier Picaza, no; sino porque quería hacerla digna -mediante el esfuerzo- de ser, no un perrito que come las migajas, sino la invitada de honor al Banquete del Cielo.
Pero recordemos también otros pasajes evangélicos que la herejía modernista se empeña en ocultar y aun refutar a los fieles. Recordemos que el Señor vendrá con gloria a separar a las ovejas de los cabritos, y entonces dirá a estos: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mt 25, 41), porque entonces se habrá agotado la misericordia y solo quedará la justicia implacable. Jonás advirtió que Nínive sería destruida en cuarenta días. Nínive ayunó, usó cilicio y se cubrió de ceniza durante cuarenta días. Nínive fue perdonada. Por eso, en estos cuarenta días, “buscad a Yavé mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca” (Is 55, 6), porque nunca sabéis cuándo llegará el día del castigo.
¿Cuántas civilizaciones se han derrumbado, han sido invadidas, dispersadas por olvidar a Dios? ¿No es evidente que España (América incluida) se empieza a desequilibrar con la entrada de las ideas ilustradas y que se viene abajo definitivamente con las Cortes de Cádiz? ¿No sufrimos a diario mil castigos de/por este Gobierno degenerado? Pero aún vendrán cosas peores; el Señor espera pacientemente para que el golpe sea más duro y aleccionador.
En esta semana hemos vuelto a ver cómo los príncipes de los sacerdotes y los escribas, profanadores de la Casa y la Palabra de Dios, se encolerizaban con un siervo Suyo por clamar contra los sacrílegos que habían celebrado una exaltación sodomítica en una ermita y contra una joven que clamaba contra la impartición de una charla “cuaresmal” de ideología de género en una parroquia redentorista (congregación a la que, por cierto, pertenece el supuesto sacerdote Damián María Montes, que en un nuevo caso de enaltecimiento de la sodomía ha cometido sacrilegio contra el Santísimo organizando una Adoración en honor a dos sodomitas que se “casaban”). Estos doctores de la Ley del Demonio, del Mundo y la Carne y escribas actuales, por no haber buscado al Señor cuando se hallaba cerca, ya no lo reconocen por boca de una niña y ven en un hombre de Dios a un blasfemo (Mt 21, 12-17). Por eso Jesús se ha retirado de esta “generación mala y adúltera” (Mt 12, 39) como en su día se apartó de los judíos, a quienes llamó “hijos del diablo” y maldijo dos veces, contra quienes se levantaron todos los pueblos como ahora se están levantando los infieles contra Occidente por su incredulidad. Retirándose de ellos, Jesús se dirigió a Betania, que significa “Casa de la Obediencia”; ahí se encuentra Jesús aún hoy, en los corazones obedientes a la Tradición y al Magisterio bimilenario de un remanente fiel que, aunque inmensamente minoritario, cuenta con Su gracia para fermentar toda la masa como levadura.
Frente a estos, ¡cuántos disminuidos había en aquella ermita y en aquel salón parroquial! ¡Cuántos enfermos de tibieza! ¡Cuántos ciegos con el alma en tinieblas! ¡Cuántos cojos incapaces de dar un solo paso recto! ¡Cuántos mancos de conciencia! (Jn 5, 3) ¡Y hasta creerán que son católicos! ¿Habrá un solo justo en Sodoma que al menos no sea sordo y que pueda oír a Jesús preguntarle si quiere ser curado?