Así se hizo la Constitución del 78
Primera parte de “Crónica secreta de la Constitución 78”, de Soledad Gallego-Díaz y Bonifacio de la Cuadra. Participaron en la realización del presente informe Bonifacio de la Cuadra, Sebastián García, Daniel Gavela y Joaquín Prieto. De elpais.com
La negociacion política y discusión parlamentaria sobre la regulación de las autonomias en la Constitución de 1978 estuvo presidida por la necesidad de dar solución al “problema Vasco” y a la “cuestión catalana”. Junto a estas urgencias, el diseño del nuevo Estado de las autonomías quedó más esbozado que dibujado, y se renunció a la idea de establecer un mapa concreto para el acceso racionalizado a la autonomía. Las diferentes vías quedaron diluidas en formulaciones jurídicistas difíciles de digerir para el hombre de la calle.
En el origen de los debates encaminados a reflejar en la Constitución una nueva estructura territorial del Estado que acabara con el modelo con el modelo centralista, subyacía la necesidad de dar respuesta positiva a las reivindicaciones nacionalistas o, en todo, autonomistas, mantenidas, junto a otras demandas de democracia, por los partidos políticos que se opusieron al franquismo y que, en buena parte, encontraron acomodo en el Parlamento surgido de las elecciones del 15 de junio de 1977. Durante los últimos meses de vida del general Franco, Coordinación Democrática, órgano unitario de la oposición antifranquista, suscribió el acuerdo de reconocer la existencia de varias nacionalidades en España. El compromiso alcanzó también a algunos de los partidos que después se integraron en Unión de Centro Democrático (UCD), concretamente a los socialdemócratas y liberales. El término “nacionalidades” fue pronunciado, por primera vez, durante la fase inicial del trabajo de la ponencia constitucional, por Miguel Roca, según se relata en un libro inédito sobre la elaboración de la Constitución. “El ponente comunista, Jordi Sole Tura, y el socialista, Gregorio Peces-Barba, se sumaron inmediatamente a la propuesta, pese a que en el borrador del PSOE no se hablaba de nacionalidades, sino de “pueblos de España”. La sorpresa de estos tres diputados fue grande cuando comprobaron que los ponentes de UCID acogían el término comprensivamente y, tras algunos debates, votaban su inclusión en el artículo 2.”
Sin embargo, la inclusión definitiva de esta expresión -a la que sólo se opuso frontalmente desde el primer momento el ponente de AP, Manuel Fraga- suscitó profundos debates, junto a resistencias procedentes de áreas militares, que aconsejaron finalmente evitar la reiteración del término -en la primera lectura se aceptó que figurara en tres artículos- y compensarla con la alusión tranquilizadora a “la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Los representantes de UCD se esforzaron en encuadrar el concepto de “nacionalidades”, dentro de un “Estado regional izado”, interpretación que fue anunciada por la ponencia el 25 de octubre de 1977, sin que el acta correspondiente a la sesión de ese día recoja ninguna objeción por parte de los representantes de los distintos grupos parlamentarios.
Los árboles no dejaron ver el bosque
Los árboles de las “nacionalidades” impidieron, a lo largo de la elaboración del texto constitucional, ver el bosque de las “autonomías”. Entre las “graves deficiencias” del proyecto de La Constitución, denunciadas ya en enero de 1978, en un documento procedente del ala liberal del partido centrista, figuraba -según cuenta el libro citado- la “imprecisa definición de, las autonomías”. Cierta mala conciencia sobre la deficiente regulación de esta parte de la Constitución debió aconsejar también a los socialistas a relacionar el “portazo” dado a la ponencia constitucional por Gregorio Peces-Barba, el 7 de marzo de 1978, con la presentación de una serie de propuestas centristas sobre el título VIII, relativo a las autonomías.
Ya en pleno período de debates en la Comisión Constitucional del, Congreso, para la negociación paralela del título VIII se formó una mini-ponencia, cuya composición revela cuál era la preocupación fundamental, en materia de autonomías, de los responsables de la elaboración de la Constitución. Formaban la mini-ponencia citada tres catalanes -Miguel Roca, Eduardo Martín Toval y Jordi Sole Tura-, un vasco -Marcos Vizcaya- y un gallego -José Luis Meilan-, en cuyo despacho de García Morato, número 15, se reunieron por primera vez el 7 de junio, en medio de grandes sigilos y precauciones para que no trascendiera. Dos días después, una reunión ampliada de esta mini-ponencia, con asistencia, entre otros, de Fernando Abril y Alfonso Guerra, en el despacho de Gregorio Peces-Barba, fue advertida por redactores de EL PAIS, que montaron guardia a la puerta y descubrieron, a las dos de la madrugada, la salida de un primer grupo de ellos -integrado por centristas y socialistas-, mientras otro permanecía oculto en el despacho, con las luces apagadas, para burlar la vigilancia de los informadores y evitar que se conociera que representes de partidos vascos y catalanes habían participado en las conversaciones.