¿Y qué hacemos con Armenia?
(Por Castúo de Adaja)
El día de ayer, 3 de noviembre, año de Gracia de 2023, tuvo lugar una reunión de alto nivel en Ereván, capital de Armenia. La Ministro de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, se reunió con altos dignatarios de la exrepública soviética, entre ellos, el Presidente de la misma, Nikol Pashinyan.
Imagino que a estas alturas se estará preguntando el lector qué lugar ocupa Armenia en un blog como es este, en el que nos centramos en la Tradición. Déjeme que se lo explique en breves palabras: Europa vuelve a mirar al “reino perdido” del Cáucaso, al primer reino en convertirse oficialmente al cristianismo en el año 301, con el rey Tiridates III. Si bien su aislamiento provocó que permanecieran errores dogmáticos en una Iglesia de corte nacional, es también cierto que es lugar de obligada mirada para el orbe de la Cristiandad, pues supone un guijarro espiritual fiel a Cristo entre las mahometanas naciones túrquicas y las provincias fieles a Mahoma del Cáucaso ruso, donde se encuentran repúblicas tan conocidas y sonadas como la de Chechenia.
No obstante, y a pesar de su aislamiento, el pueblo armenio ha sabido prevalecer en su fe aun cuando, abandonado por todos los reinos cristianos, era asediado por multitud de pueblos paganos y faltos de la Ley de Dios y la fe de quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Si bien los acercamientos recientes son notables – y de los que el lector puede dar cuenta leyendo la prensa internacional – he de recordar, sin embargo, que, a pesar de la distancia, el asedio y las desdichadas desgracias que han asolado a ese pueblo, tenemos curiosos ejemplos de caridad cristiana en el pasado: les hablo del rey Levon V (León V).
Levon V, rey de Armenia, fue expulsado de su territorio en el año 1375 por el entonces Mameluco de Egipto. Cautivo y desarmado, fue liberado en el año 1382, momento en el que decidió buscar ayuda de sus hermanos cristianos. Por azares de la historia, Levon V aterrizó en los brazos del Rey de Castilla, Juan I, que le nombró “señor” de la villa de Madrid, entre otros. No obstante, Levon no pretendía acomodarse en una villa mediterránea, sino que andaba en busca de la ayuda de aquellos que se habían embarcado, hasta hace un siglo, en la mayor empresa conjunta de reconquista lanzada por la Cristiandad: las benditas Cruzadas – benditas, sí, pues fueron proclamadas por los sucesivos papas.
El destino de Levon V y de su pueblo armenio, como se puede imaginar el lector, no fue en nada parecido a los deseos de reclamar aquel lugar para Cristo, verdadero Rey. Lugar de gran relevancia para la Tradición judeocristiana, pues, según cuenta la tradición, fue entre las rocosas tierras de Armenia donde varó el Arca de Noé al finalizar el Diluvio.
No obstante, el hermano pueblo armenio ha sabido mantenerse fiel a su fe a pesar de todo. Así lo recogía el escritor polaco Ryszard Kapuściński en su magna obra “El Imperio”, donde narra la calurosa acogida por parte de los armenios en sus dos viajes a aquella tierra. Viajes donde pudo comprobar un espíritu infatigable, fiel a la cultura, anclado en las raíces mismas a pesar de las circunstancias adversas del socialismo ateo y el comunismo deshumanizador. Y de la misma manera lo reflejó el escritor moscovita Vasili Grossman en su postrero libro “Que el bien os acompañe”, donde narra la naturaleza áspera pero sincera del pueblo armenio durante su estancia de dos meses en la región.
Y yo ahora le pregunto al lector: ¿cómo es posible que, asediado, expulsado, conquistado, torturado, asesinado y habiendo sufrido toda clase de inhumanas acciones, pueda un pequeño lugar como Armenia mantenerse firme en su fe y en su tradición cuando Occidente ha tiempo que ha renunciado a ello? ¿Cómo un lugar remoto, aislado y perdido como Hayastán (nombre en armenio) ha sabido recomponerse y hacer frente a las diferentes oleadas que pretendían destruirlo? ¿Cómo, siendo minúsculo e “insignificante”, resiste a los coletazos del wokismo imperante y la decadencia de la civilización que conocemos? Yo se lo diré: porque en ningún momento perdió su fe.
Armenia se constituyó sobre la base de Cristo; basó su unidad en torno a la Sagrada Escritura, desarrollando un alfabeto único con el solo propósito de transmitir la fe gracias a San Mesrop Mashtóts. Armenia, aquel lugar donde han confluido tres civilizaciones (la eslava-turca, la persa-irania y la túrquica), ha sabido mimetizarse con su pedregoso paisaje convirtiéndose en una roca por y para Cristo. Mientras que Occidente se desvive por los nuevos dioses del mundialismo panteísta, un “grupúsculo” étnico ha sabido adaptarse sabiendo cuál es su centralidad y qué ley es la que impera: la Ley de Dios y la Ley Natural.
Estimados lectores, Armenia tiene defectos en su fe debido a su aislamiento, pero ha sabido, sin embargo, conservarse en la misma para evitar caer en los males que nos azotan en este desnortado siglo XXI. Así pues, tengamos en cuenta una lección: Occidente sólo se podrá salvar si retorna a su tradición, a la fe verdadera y a la sumisión a la Ley de Dios y a Cristo, Nuestro Señor. ¡Viva Cristo Rey!
He dicho.
Un comentario en “¿Y qué hacemos con Armenia?”
I. Caballero
Excelente y emocionante trabajo cristiano.
Recemos por Armenia y por su independencia.
Millones de gracias al autor.
Que Dios proteja y bendiga a Armenia
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO