Tesis
El 10 de febrero de 2013 nos sorprendía y admiraba la noticia de que la ministra de Educación alemana, Annette Schavan, acaba de hacer pública su dimisión después de que se le retirase su título de doctorado por haber utilizado textos sin citar en la tesis doctoral que defendió hace 33 años. Los alemanes demostraban su seriedad política. No era el primer caso. Anteriormente, el ministro de Defensa y delfín de Merkel, Karl Theodor zu Guttenberg, que fue obligado a tomar la misma decisión cuando la universidad consideró probado el plagio de su tesis doctoral. Merkel solicitó su dimisión inmediata y fue aceptada. Tuvo que ser un usuario anónimo de internet el que denunciara a través del portal schavanplag.wordpress, que la tesis de la ministra de Educación había pasado por alto los estándares científicos y copiado pasajes de otros autores.
El entonces presidente de la Asociación de Instituciones de Educación Superior, Bernhard Kempen, en vez de encubrir a los estafadores, afirmó contundentemente que: “La credibilidad es fundamental. Sólo podremos tener éxito a nivel internacional si se confía en la validez de nuestros títulos. Si no es así, se ve perjudicado todo el sistema”. Y añadió: “Me preocupa que debido a este caso surja la impresión de que la mentira y el engaño están a la orden del día en el campo científico”. No sé si esta eminencia estará aún en los asuntos terrenales, pero si es así, se habrá quedado estupefacto con el caso español de los másteres misteriosos. Lo preocupante no es ay solo la estafa, la chapuza, la vergüenza y el deshonor, sino los intentos de negar la mayor, de disimular, inventar relatos que deber ser corregidos a las pocas horas y aun así intentar mantenerse en sus trece. La vergüenza es el intento de ocultamiento de autoridades académicas y el encogimiento de hombros de la Conferencia de rectores de España o del Presidente de Gobierno.
Hasta Colau se calló como una perra afónica cuando en un programa de TV3 –Singulars– la presentaron como abogada. Sonrió como si llevara un birrete puesto.
De la oposición mejor no hablar, porque Cifuentes está acompañada de muchos deficientes académicos cuyas titulaciones han desaparecido como por ensalmo de las páginas de transparencia de la noche a la mañana. Curiosamente desde Cataluña no se ha hecho mucha sangre, y quizá es porque hasta los separatistas practican la picaresca española a la que dicen no pertenecer culturalmente. No nos engañemos, aquí todos somos igual de jetas. Podríamos hablar de los doctorados que se atribuía Rahola; de la carrera de Psicología que consiguió acabar Joana Ortega a los 29 años de haberla iniciado (a pesar de que constaba en su CV que era psicóloga sin tener título), del intento de colarnos que Puigdemont era licenciado en Filología. Hasta Colau se calló como una perra afónica cuando en un programa de TV3 –Singulars– la presentaron como abogada. Sonrió como si llevara un birrete puesto. Ella, que carece tanto de apoyos políticos en el Ayuntamiento como de estudios conocidos o reconocidos.
Pero todo esto es peccata minuta con el asunto de la misteriosa tesis doctoral de Oriol Junqueras. El que estaba llamado por el destino –hasta que las cosas se torcieron- a dirigir el timón de la barca catalanista hacia la independencia, también habrá de dar cuenta algún día de su bochornosa tesis doctoral. Una tesis que ganó el premio extraordinario y que se resume en un autoplagio de dos obras suyas que las mete con calzador, y la copia descarada de la estructura de citas y argumentos de la obra de Jaime Carrera Pujal: Historia Política y Económica de Cataluña. Siglos XVI al XVIII. Vamos un mejunje que no hay por dónde cogerlo y en el que siquiera se expresa la hipótesis a defender en la tesis ¡Deplorable!.
Junqueras, el que estaba llamado por el destino –hasta que las cosas se torcieron- a dirigir el timón de la barca catalanista hacia la independencia, también habrá de dar cuenta algún día de su bochornosa tesis doctoral.
El 23 de diciembre de 2012, Arcadi Espada escribía para El Mundo un artículo titulado El profesor y su tesis. Literalmente, en referencia a la tesis de Junqueras, afirmaba: “Un miembro del tribunalque lo juzgó ha dicho que su tesis tiene un número tal vez excesivo de páginas clavaditas a otras que se encuentran en el libro Historia Política y Económica de Cataluña. Siglos XVI al XVIII, de Jaime Carrera Pujal … Esta dependencia lleva al doctor Junqueras a citar toda la documentación según el sistema usado por Carrera Pujal. No hay ni una sola signatura actual, pues no se ha tomado la molestia de contrastar las citas”. El comentario es generoso y todo.
Desde la asociación Somatemps, hace tiempo que se realizó un exhaustivo estudio de esta ofensiva tesis doctoral y de las instituciones académicas que encubrieron lo que a cualquier académico o político alemán le hubiera sacado los colores. Pero estamos en España, sí, incluso aunque algunos separatistas duden que Cataluña es España. Y ello se demuestra en esta picaresca, por no llamar podredumbre, de los departamentos, facultades y universidades que encubren malas praxis para atrincherar a la casta política en instituciones públicas. En su momento, este estudio de la asociación Somatempspasó desapercibido porque la prensa funciona a remolque de las noticias que efímeramente ocupan titulares. Aunque ahora el caso Cifuentes ha servido para reavivar la memoria. Desde hace tiempo sabemos de estas corruptelas permitidas, acalladas, transigidas. En el fondo Junqueras sólo es cómplice de haberse dejado embaucar –en una ataque de vagancia- por un director de tesis, camelado por un tribunal, y aupado por un Departamento a los que les parece más importante la independencia y la endogamia ideológica que no la seriedad académica.