Puigdemont, golpista
La recta final de Puigdemont
Puigdemont, presidente de la Generalitat, advierte que prohibir el referéndum separatista para que Cataluña sea soberana, dicho con el eufemismo de que se “desconecte” (?) del resto de España, supondrá un golpe de Estado por parte del Gobierno e instituciones del Estado español, digo de nuestra Patria.
Ya se ve que este hombre no es noble, no es “noblote” decimos aquí. Tendrá caradura. Por algo se dará por aludido. Sí, dijimos bien ayer que los secesionistas catalanistas (malos, pésimos catalanes) están dando un golpe de Estado. Ahora bien, al menos Mas, Puigdemont y los suyos han sido capaces de algo muy original: un golpe de Estado anunciado y desarrollado a plazos durante meses.
Esta noticia no merece la pena ni un artículo. Aplíquese la ley y santas Pascuas. Eso sí, echo en falta por parte del Gobierno español una argumentación no sólo legal sino también moral y política, que muestre que para el Gobierno, España no es una demarcación internacional, sino lo que siempre ha sido para el mundo.
Así pues, hay un abismo entre la Cataluña oficial y la real, y entre el resto de la España oficial y real también.
Cataluña se desangra, España sufre con ella. Y sus amigotes la han arruinado. La Colau -alcaldesa de la ciudad condal- está dispuesta a ceder locales para la consulta, no aclara cuál será su postura definitiva ante el prometido referéndum vs. fantasma del 1 de octubre, y molesta a más molestar al partido socialista PSC que ha pedido a sus militantes que no acudan a votar.
Puigdemont es tan simplón que dice para excusarse que “Con las urnas nunca se dan golpes de Estado”; claro, será con las urnas que reflejan a los suyos. Atraer para sí al tunecino Ahmed Galai, muy respetable premio Nobel de la Paz en 2015, es de traca por la generalidad de sus declaraciones hechas -además- como si viniese del país de la Utopía.
Un golpe de Estado más en la España de los siglos XIX y XX. Como en 1934. El de ahora, realizado a plazos durante meses hasta que se llegue a consumar del todo, consumiendo a su vez al tal Puigdemont. Menos mal que este señor no es Cataluña. Faltaría menos.
José Fermín Garralda