¿Por qué hay elecciones de nuevo?
por José Fermín Garralda
Hay elecciones porque el sistema partitocrático y liberal ha fracasado, pues la libertad indiscriminada lo primero que atenta es contra la misma libertad.
En TV 24 horas (día 1 de octubre) los periodistas contertulios (La Razón, El Independiente y otros) no hacen más que disquisiciones de lo que pasará en la política española tras las nuevas elecciones. Que si grandes bolsas de voto de indecisos, que si voto decidido al final de campaña, que si falta de encuestas fiables…. Hablan de pactos posibles entre izquierdas y también de posibles pactos entre derechas, de pactos entre PSOE y PP (los populares podrían ofrecer su abstención a favor del PSOE como en su día hizo éste último), la llegada de un nuevo bipartidismo, y tantas otras cosas. Desconcierto. Palabras de vanidad. Periodistas convertidos en grandes analistas. Cada cuál con su amo.
Nadie señala que el sistema ha fracasado. Fracasa en todo Occidente y especialmente en España. Yo me alegro que este fracaso quede claro en España, pues así hay posibilidad de recuperación, siempre a largo plazo.
Nadie lo señala porque creen que todo quedaría en el aire. Ignoran que sí hay soluciones posibles, pues la sociedad tiene mucho -todo- que decir.
El que dió en el clavo anteayer es el tal Errejón. Tiene vista rápida y, más que ambicioso, todo lo quiere para sí. Casi casi como un buen comunista. Los ultra izquierdas se dan cuenta del error base y de la posible salida a la crisis, por lo que capturan ésta, transformándola en una sombra de solución de carácter totalitario, astuta y manipuladora, que echa todo a perder. Así fagocitan la realidad para cerrar toda puerta a una posible solución de nuestros males.
1º Errejón dijo -o me pareció entenderle- que había que utilizar el plazo medio y largo porque la derecha puede ganar. ¡Oh, el mito de la derecha imbatible y cruel!, aunque decir se explica porque todos los que no sean “ellos” son Derecha.
2º Los camaradas tendrán que rehacer las sociedades de vecinos, los comités de barrio, la asambleas de fiestas y regocijos populares, las instituciones sociales, el servicio social, las revistas (ideológicas) de barriada, etc. etc. Ahora bien, ¿por qué los camaradas? ¿No es la misma sociedad la que debiera hacerlo? Facilítese a ésta el abrir la puerta que ya la abrirá si le interesa.
3º A la vez, tales militantes de camada deberán estar liberados y pagados del erario público (?) para ofrecer sus soluciones y pasar a la acción. Digamos que esto sería un chollo económico para los militantes, una ruina para la sociedad, y una manipulación de ésta que suprime la libertad. Totalitarismo puro y duro, que lleva el Partido a la sociedad, y la sociedad al Estado a través del Partido, ganando así el Partido tanto la sociedad como el Estado. Pues mire, sr. Errejón: ¿quiere convertir a los de su propio partido en nuevos funcionarios? ¿No ata, vincula o sujeta así la sociedad a la política de un partido concreto?
Por lo visto, el tal Errejón cree que no está en la naturaleza que la sociedad tenga sus instituciones privativas, autónomas o autárquicas respecto al Estado. No confía en la inteligencia y prudencia de las instituciones sociales. ¿Cree que hombre es egoísta como incapaz de servir al bien común de forma desinteresada? ¿Y que la sociabilidad humana es un capricho en vez de una realidad superior y no manipulable?. Sr. Errejón, Vd. y los suyos debiera reconocer lisa y llanamente que la sociedad se organiza naturalmente de abajo hacia arriba, sin necesidad de intervencionismos indebidos, y menos aún de controles como antaño hicieron los fascistas en las Corporaciones laborales.
Así pues, ante este doble panorama, conviene al bien común:
a) insistir en que el sistema liberal-socialista se ha derrumbado, y que sólo lo mantienen la moda occidental, las relaciones internacionales, y quizás el generalísimo Franco desde su tumba -del que con respeto en su día discrepamos- pues todo lo que no sea el actual sistema dicen que es franquismo. Ah, y también se mantiene con el dinero el Sr. S. y otros oligarcas del mundo/mundial.
b) reclamar los derechos a la autarquía que tienen las familias, las agrupaciones naturales (no ideológicas), las escuelas e instituciones educativas y culturales, las sociedades deportivas, las empresas de todo tipo… La autarquía no es separación y aislamiento del mundo, sino gobierno de lo propio como se desea gobernar aquello en lo que se tiene jurisdicción o competencia. Junto a la autarquía, el principio de subsidiariedad: hazlo tu; si debes y no puedes, pide ayuda sin contrapartidas por la otra parte; y sólo si tampoco no puedes, teniendo apoyo para poder, que te lo hagan si es necesario.
Antes decíamos eso de “más sociedad y menos Estado”, y ahora podemos decir: “instituciones sociales autosuficientes y al alza, y administración pública reducida y al servicio de éstas”. Es una desgracia que el poder del Estado moderno -como artilugio histórico- esté de hecho al servicio de la actual partitocracia que lo fagocita. El Estado actual -de poder ilimitado y creador de la sociedad y hasta de la verdad- no es un remedio, y por todo lo anterior debe ser sustituido por la suprema potestas. ¿Y el principio de subsidiariedad? pues queremos en clásico o de siempre y no el de Maastrique.
Todo hay que aclarar.
J.F.G.