Cada vez más rotos y hundidos: la salida del pozo
1. Cuatro hechos de última hora
Primero. El PP, el partido liberal conservador votado tradicionalmente por muchos piadosos católicos -aunque desde hace mucho tiempo les avisamos, aún sin éxito alguno, de su error acerca del PP y electoral-, ha apoyado en el Senado de las llamadas Cortes españolas el ABORTO COMO DERECHO, LIBRE Y GRATUITO.
No es el primer FRAUDE del Partido Popular a sus votantes. Otro fraude fue la reforma a su vez abortera con Rajoy y hasta Ruiz Gallardón a la ley de Aído con ZP. También el Sr. Aznar gobernó en muchos temas al margen y en contra de la voluntad de quienes le dieron el voto, huyendo -eso sí- de Felipe González.
Digamos que el actual sistema político lo permite y hasta lo favorece debido a sus graves deficiencias, porque carece de mandato imperativo, de juicio de residencia, de representación de las instituciones directamente involucradas en cada tema. Además le sobran fintas por “mieditis” y ganas de cuotas de poder, y repugna también y sobre todo de una referencia superior a la mera y cambiante voluntad humana e intereses de partido.
Generalmente son los que no trabajan en política y los vagos al respecto quienes más miedo “al lobo” suelen tener.
Segundo. La España del PP tampoco tiene hoy en cuenta la protección y dignidad del embrión humano, reconocidas por Estrasburgo.
Estos son dos datos más que explican por qué decimos que el PP es un partido perdidamente pagano de derechas. El PP también es amigo del gran capital internacional en materia económica que desea que España siga en venta.
Tercero. La Generalitat de Cataluña tiene preparado un mecanismo para activar, en el plazo de dos meses, la secesión inmediata de Cataluña del resto de España si el Gobierno central impide la celebración del referéndum soberanista.
Cuarto. Con la elección de Pedro Sánchez como secretario general el domingo día 21, el PSOE se escora hacia el radicalismo de Podemos -esto es, al marxismo puro y duro, a la cristianofobia y al apoyo a la secesión o ruptura de España como proponían Lenin y Stalin en los pueblos en los que no dominaba el comunismo. En los que dominaba, se acabó la aventura nacionalista, útil cuando está al servicio del “Proletarios de la tierra, uníos”.
2. Nuestro criterio, valoración y juicio.
Los españoles comenzamos a atravesar tiempos extremadamente críticos, aunque la crisis se haya originado varias décadas atrás. Como padres de familia, católicos y españoles, estamos en la boca y disparadero de la persecución en los ámbitos social y político. En varias ocasiones, el PSOE (Educación para la Ciudadanía de ZP) y el PP (educación sexual en la C.A. de Madrid dictada por Cifuentes) han llegado a subordinar, las conciencias de los católicos y padres de familia, al Estado, que ha creado e impuesto “su verdad” y gran mentira a aquellos. Esto es definitivo para establecer un juicio moral: el Estado es el nuevo dios, ídolo o Leviathan.
Los males se han agudizado en muy poco tiempo. Se han acelerado. El tren de España ha descarrilado por completo. Y ahora se reparten los despojos. Hay logias muy responsables de esto, y todo indica que estamos en la época dorada de la masonería que filtra la partitocracia, y es enemiga de la religión católica y de España, lo que demuestra que aún siguen estando unidas -quieran o no- como siempre.
La clave de los males es que la Constitución y por ello las instituciones públicas -desde ahí se presiona a la sociedad, no al revés-, hayan abandonado de Dios y la ley natural garantizada por la Iglesia católica. Si dicho abandono siempre es un grave error, en España conlleva unos males mucho más radicales que en otros países. Seguir a los padres y la tradición de nuestros pueblos tiene interés en cuanto que “nuestros”, pero es secundario porque los padres y la tradición deben subordinarse a la verdad -nunca fosilizada pero constante- y sólo así serán fértiles. España llega fácilmente al despeñadero porque está muy unida a la religión católica y, abandonada ésta -por algo la han combatido tanto desde hace décadas-, todo es desorientación y apasionamiento, por mucho que el alto clero quisiera encontrar equilibrios inexistentes por imposibles.
Dirán que hay que ser neutros, y que el Estado debe ser neutro, pero la neutralidad no existe. La supuesta neutralidad siempre ha favorecido a lo que ofende a lo constitutivo de la persona y la sociedad hasta extremos insospechados, y con ella ahora se persigue la religión católica. Además, con la llamada neutralidad las leyes han optado abiertamente por lo peor, e incluso han impuesto directamente actos contra la conciencia de los padres en la educación, y han repartido a la juventud objetos (“preservativos, píldoras…) para su degradación. No hay neutralidad en el ámbito de la realidad -que exista, es una obsesión vana del hombre llamado moderno- porque no la hay en los principios. Sólo queda optar por el bien en vez de optar por el mal, declarar el bien en vez de declarar el mal. El poder civil siempre es confesional de algo o Alguien, que o bien es la religión católica, o bien es del laicismo -unido a un libertinaje que llega hasta a los extremos actuales con el “libre examen”, el relativismo y el ateísmo-, o bien es la creencia musulmana, animista….
Sin Dios no podemos hacer nada. A la vista están los resultados. Los derechos humanos que inventen los hombres y la partitocracia, y las menciones a la fraternidad y solidaridad sin hermanos por rechazar un Padre común que sobre todo protege a los más débiles y a los que nada tienen, son agua de borrajas si nos apartamos de Dios y sin la Iglesia como maestra universal. ¡Cuánto cuesta al hombre de hoy hacer afirmaciones con la suficiente rotundidad y salvadoras!
Quienes pretenden volver atrás para retomar la Constitución de 1978 que expulsó a Cristo de las leyes, se saltó la ley natural expresada en los Diez mandamientos, y puso las claves de la desintegración moral y social, no pueden avanzar ni conducirnos a buen puerto. Su deseo por querer salir del actual marasmo legislativo y social, evitar la persecución a la vida -aborto, embriones…- y protegerla, salir de la persecución al matrimonio y la familia -adopción, educación de los padres-, y evitar la persecución a lo católico, es loable, pero pone tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. No son solución y además mantienen vivos los gérmenes de nuestra disolución institucional, social, como nación y personas.
Los que quieren avanzar con tal propuesta tuvieron el poder durante años, y ¿qué hicieron con él?, ¿cuál ha sido el coste de oportunidad por apostar por el PP?, ¿qué ha supuesto esta pérdida de tiempo traducido en décadas?, ¿cuál ha sido el “premio” recibido?, ¿qué ha hecho el PP que hayan apoyado políticamente?, ¿dónde su voz profética ante los errores cometidos una y otra vez por la derecha finalmente pagana?
No hay cosa más tentadora e inútil que el malminorismo, el posibilismo sistemático, y el creerse muy listo (de hecho ladino) e influyente, y no hay error más grande que apoyar positivamente lo malo -sobre todo esto-, mirar a otro lado ante temas horribles, mostrar complejos (como decir de entrada:- “ojo, que mi padre era republicano”), estigmatizar y distorsionar a los tradicionalistas (“casposos”…), romper con el pasado empezando de cero, asemejarse como hábiles clericales al nivel de exigencia mantenida por la política vaticana, y reducir los temas sacrificando la Patria grande y chica y muchos componentes temporales pero de importancia con el objeto de unir fuerzas para otras cuestiones. Se quedarán sin nada… y ahora perderán la Patria.
La situación está muy mal, pero muchos españoles se resisten a ello y a la desorientación existencial. Rechazan este marasmo. Se resisten a la imposición de un Estado macrocefálico y pretotalitario que además se dice creador de la verdad. No queremos esta tremenda decadencia, que arrastra a posiciones mucho peores. Ya hemos llegado a la consecuencia final del liberalismo: el nihilismo fruto del escepticismo y el relativismo, y los nuevos ídolos, por otra parte cambiantes y embaucadores. Pero, ojo, que no se diga: “o el Estado o nadie”.
A estas pretensiones, ¡quién no se va a resistir!
José Fermín Garralda