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19 de febrero de 2020 0 /

Para entender Navarra: Los fueros, nuestra seña de identidad

por Santiago Arellano Hernández

Monumento a los fueros, Pamplona.

Ni las lenguas, ni las razas nos hacen navarros.

Navarra es una comunidad pequeñita que ha sobrevivido libre y autónoma a los mil avatares de la historia porque entendió  que su razón de ser era posibilitar, en un escenario concreto, en el espacio concreto de nuestra geografía, vidas humanas plenas, en un marco político de libertades concretas para familias e individuos concretos, explicitados y recogidos verbalmente y por escrito.

Con estas afirmaciones de carácter general y hasta retóricas sobre nuestra identidad estoy precisando la esencia de nuestra personalidad, aquella que nos ha diferenciado, al menos hasta el día de hoy de otros pueblos. Navarra o es foral, o no es. Lo que define a Navarra son sus fueros, un sistema jurídico que ha posibilitado a la diversidad constituir el soporte más firme de su unidad. La peculiaridad de nuestros fueros, sin duda en razón de nuestra conformación histórica, es  dar cabida a lo diferente, plural y diverso, sin excluir a nadie , precisamente por haber decidido que lo común era la ley, la norma propia , eso significa etimológicamente privilegio, regirse por una ley privada, sin ningún matiz ni despectivo ni peyorativo.

A  Navarra no la ha configurado a lo largo de su historia como comunidad ni la raza, que ha sido siempre plural, ni la lengua que ha tenido siempre más de una, ni siquiera la cultura, varia de norte a sur, ni la geografía diversa de la montaña a la llanura de la ribera o al desierto de las Bardenas. Nos ha conformado el modo común de organizar nuestras libertades políticas, sociales, familiares y personales. Por eso cuando un foráneo debía o quería convertirse en navarro solo tenía que jurar amar y defender los fueros, lo que suponía  no sólo respetarlos, sino sentirlos como propios, connaturales, porque tampoco la procedencia ni ha sido ni es excluyente.

A Navarra la han puesto en peligro cada uno de los monismos que se han sucedido en la historia, cuando con fines uniformadores, una parte se ha pretendido imponer al todo, bien desde dentro o bien desde fuera de nuestra comunidad. Aleccionadores siguen siendo las grandes crisis que convulsionaron  al Viejo Reino, desde su incorporación a la Corona de Castilla y Aragón, dentro de esa Monarquía Hispánica que consolidó, bajo una misma autoridad, la unidad de España, herencia y quehacer común para el sentir de la mayoría de los navarros.

No menos convulsa, la crisis que nos hizo pasar, usando palabras de la conocida tesis, de Reino a Provincia y que, mediante la Ley Paccionada, consiguió que el Estado reconociese la personalidad propia  de Navarra como anterior al mismo Estado y la validez jurídica de sus fueros, no sin sangre, sudor y lágrimas, aunque se perdieron instituciones fundamentales y los fueros injertados en el constitucionalismo quedaron  muy mermados. Monismo economicista fue la Ley de Gamazo y admirable la puesta en pie de toda Navarra. No menos admirable fue la habilidad de los juristas y políticos, para mantenerlos y recopilarlos en el Fuero Nuevo ante el peligro uniformador que se imponía en toda España desde 1939, con el régimen del General Francisco Franco. Finalmente desde la Constitución de 1978 en la que  se reconoce la personalidad jurídica y la vigencia del fuero, queda descafeinado en su esencia, reducido básicamente al convenio económico. Y amenazada la misma Navarra en su unidad territorial y administrativa por la transitoria 4ª, todo ello, en fin, tal como se recoge en la LORAFNA,

A Navarra no la destruye, ni siquiera sería una amenaza, ni las insidias  de los Nacionalismos ni las imposiciones centralistas uniformadoras de los gerentes del Estado Nacional. El gran peligro para Navarra es la pérdida de la conciencia de que nuestra identidad nos la da el fuero, como fundamento de nuestra libertad. No otra cosa enseña el viejo lema Pro libértate Patria, gens líbera state. Perdido el fuero, todo lo demás son secuelas.

Por ejemplo: Contra el ser de Navarra atenta quien pretenda de modo excluyente hacer de una parte el todo o de una faceta de su diversidad la única real y aceptable. Nuestro fuero es garantía de  pluralidad, fecundidad de lo diverso y escuela de respeto y de pacto. Esta es nuestra seña de identidad. Y una promesa de reconocer nuestra foralidad dentro de una forma política basada en una seña de identidad monista, bien de la raza, o de la lengua, o cualquiera que sea, es un imposible. No somos navarros por ser o hablar en vasco. No somos navarros por ser o hablar en castellano. Nuestra identidad navarra  se fundamenta en la opción ya milenaria de que nuestra naturaleza y peculiaridad sea una ley propia, que a su vez ha ido configurando a un pueblo. Somos navarros porque en nuestra historia han convivido y han tenido cabida el vascón y el vascuence y el vascón y el castellano, que lo aprendió o lo fecundó ya en la romanización, en el marco de una misma ley. Pero también otras lenguas y otras razas y otros seres humanos que por los mil avatares de la vida se han acogido a nuestro régimen foral. Si nuestra seña de identidad es el fuero, su fruto es una configuración nunca excluyente de un pueblo y de una tierra, de una cultura,  que es nuestro patrimonio y nuestra herencia. Trasmitir amejorado este espacio milenario de libertad es nuestra obligación y nuestro deber. Ya lo argüía nuestro Arcipreste de Hita: “libertad y soltura non es por oro comprada”.

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