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2 de octubre de 2023 0

Los libros escolares de historia de nuestros hijos. La IIª República (I)

(Por José Fermín Garralda)-

Los libros escolares de 4º de ESO de editoriales ayer fiables en general, SM, Edelvives, y Vicens Vives, ofrecen un cúmulo de desenfoques y errores sobre la IIª  República española. Relativo a la guerra o Cruzada, trataremos otro día.

No se debiera engañar al alumno. Libertad y verdad son las líneas rojas que desautorizan la ley de “memoria democrática”. La verdad es el primer tributo a Dios.

Estos libros crean dos leyendas: la rosa y la negra, y reducen todo a dos bloques, como si el PNV no se hubiese dividido en dos cuando se alió con los comunistas españoles. ¿Qué se va a entender cuando se sustituye la realidad del pasado por lo que al Gobierno actual le gustaría que hubiera sido, y cuando los no revolucionarios quedan totalmente descontextualizados? Todo es muy burdo pero eficaz. Sume a ello los  silencios, exageraciones, atribuciones indebidas, excusar la Revolución de 1934 y omitir el camino hacia la guerra.

Como punto de partida, se ignora la naturaleza, acción y propósitos de los partidos y sindicatos revolucionarios y separatistas. Se supone que sus formas de actuar son tan pacíficas como las de hoy, mientras se caricaturiza a los amigos de la religión y de España, la familia, el desarrollo, progreso y libertades sociales.

Luego se identifica a los revolucionarios sobre todo como republicanos, la República con la democracia, y se omiten los pronunciamientos militares republicanos de Galán y García Hernández (Jaca) y Cuatro Vientos (Madrid) en diciembre de 1930.

Es errónea la impresión de que el sufragio universal femenino durante la República lo impulsó la izquierda (SM, p. 174), pues toda la derecha defendió el voto femenino frente a muchos izquierdistas (incluidas las Nelken y Kent).

No se mencionan los ataques a la religión cometidos desde el 14 de abril, ni los del texto constitucional. Lo único que habría molestado a los católicos en la Constitución sería la “separación de la Iglesia y el Estado” (SM, p.175). Más aun; para ilustrar la Constitución se eligen cuatro artículos: partes del 11, 26 y 34, y el 36. Se suprime del todo el contenido anticlerical y antidemocrático del artículo 26, y en el mismo sentido se omite el 27, o bien destacar el verdadero significado del 48.

Se escamotean los ataques a la Iglesia, reduciéndolos a dos palabras en la quinta página de las ocho dedicadas a la República: “estallidos anticlericales” una vez elaborada la Constitución  (SM, p. 176). Ni se indica la naturaleza de estos estallidos, ni se pone fotografía alguna que los indiquen. La población católica fue expulsada de la legalidad desde el inicio, y no fue desafecta a “la” República sino a “esas” actuaciones de “esa” República.

Durante la guerra, al final del tema siguiente, se menciona otra vez la religión, respecto a los “incidentes” (¿?) contra sacerdotes y monjas. “Los incidentes” (¿?) se ilustran con la única imagen que aparece de una iglesia ardiendo en Madrid “a principios de la guerra” (SM p. 185). Pero, ¡vaya!, es de tres semanas empezada la República, y se corresponde a la quema de la iglesia de los Jesuitas, en la calle Flor de Madrid,  la noche del 10 al 11 de mayo de 1931, a la vez que se asaltaba su Residencia.

¿Cuál es el punto de arranque de la Revolución de Asturias? Omiten que a Gil Robles le quitaron su triunfo electoral del 19-XI-1933 (115 diputados), y cuando pidió tener tres ministros (todos de lealtad republicana), estalló la revolución de Octubre. El ámbito fue nacional, y fracasó en toda España, salvo un día en Cataluña y quince en Asturias convirtiéndose en dura guerra civil. El propósito era la dictadura del proletariado en Asturias, y el Estado catalán dentro de la Republica española. Su responsable directo fue el PSOE. Fue antidemocrática, y un duro golpe a la República. La técnica siempre es la misma: se elevan las cifras de bajas y encarcelados, y se da a entender la culpabilidad del Gobierno.

Parte de esta operación de “blanqueo” es decir que los “dirigentes autonómicos catalanes” (SM, p. 177) fueron encarcelados. No, fueron los golpistas que hasta la proclamación ilegal de la República catalana eran aquello, y ese día optaron por la deslealtad a la democracia y autonomía, al Gobierno, la legalidad y la República.

Por una parte, en 25-VII-1934, el canciller socialcristiano Dollfuss, admirado por Gil Robles, fue asesinado por los nazis austríacos. En vez de decirlo, se asocia a Gil Robles con Hitler como “justificación” subjetiva de los sublevados.  Por otra, resulta extraño hacer una insurrección armada para salvar –según la propaganda revolucionaria- una república democrático-liberal frente al fascismo, cuando lo que se buscaba era la dictadura del proletariado. Según Madariaga: “Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.

Se callan las trampas electorales de las elecciones en febrero de 1936, y el camino de violencia sistemática hasta julio: 334 asesinatos, 1.517 heridos, 196 iglesias destruidas, 10 periódicos incendiados, 78 edificios particulares destruidos, 192 huelgas generales y 320 huelgas particulares (Véase, “El Pensamiento Navarro”; según otros autores como Gil Robles las cifras fueron parecidas).

El Frente Popular no se identificaba con la República que utilizaba, sino con la Revolución que se tragó la República. El comunismo, en franca minoría, se confundió con otros revolucionarios, manipulando desde dentro las instituciones y legalidad “burguesa”, y dirigiendo a sus compañeros de viaje.

Tantos errores juntos, dichos con una total naturalidad, son una manipulación vengativa de la historia, un lavado de cerebro como arma para la acción hoy. ¿Y lo hacen tales editoriales? ¿Y nos dejamos? Momento histórico éste.

Publicado en “Siempre P’alante. Unidad Católica de España”, nº 21 (15-VII-2023), pág. 14

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