La “Transición” española se destroza a sí misma
por José Fermín Garralda
Hemos asistido a un proceso de plazo largo. A los 40 años de los sucesivos gobiernos de Franco, le han correspondido 40 años de democracia liberal-socialista. Y esto ha llegado a su fin. La llamada soberanía del pueblo se ha terminado, si es que alguna vez existió. El sistema ha cosechado su propio fracaso, ha conllevado un estrepitoso derrumbe social, y una profunda crisis política, social y de mentalidad.
Los carlistas lo avisamos, pero nos dejaron casi solos.
Ahora el PSOE, Podemos y Más País, los separatistas en Cataluña y el PNV… quieren desmontar formalmente lo que fue la llamada Transición, llevando la deconstrucción hasta sus últimas consecuencias materiales.
Cierto es que no se puede vivir en Transición, pero durante los 40 años últimos años se ha vivido de ella y con la ideología y parámetros que la hicieron posible, que son los mismos que sustentan la actualidad, aunque en realidad la llamada Transición de 1976-1978 fuese -como diremos- una ruptura. Más a favor de lo que decimos. La ruptura de 1976-1978 está originando una segunda y nueva ruptura, más definitiva y desastrosa que la primera. Y todo con la misma Constitución de 1978; al menos en el s. XIX las Constituciones se sustituían una por otra.
Así como la llamada Transición fue una traición a la legislación anterior -que no tanto a la forma de gobernar de hecho y a no pocos políticos que se decían franquistas como los Sres. Fraga, Martín Villa, Suárez…-, los españoles llevan varios años asistiendo a una traición formal a dicha Transición y a la política que la hizo posible. Decimos formal porque esto -la segunda o nueva ruptura- iba a llegar por efecto lógico de los contenidos materiales de 1976-1978.
Ello no es de extrañar y nadie debiera de quejarse-y menos los que se creen listos o los más listillos-, salvo el Pueblo, al que sus dirigentes civiles y eclesiásticos (no todos) engañaron, aunque sea cierto que dicho Pueblo tiene la responsabilidad de haberse dejado mecer en un dulce sueño gracias a un cómodo autoengaño final.
Ahora los altos clérigos responsables de aquello, llora que te llora, que no era esto, no era esto, a lo Boabdil. Un ejemplo, las memorias de Mons. Sebastián. Lo acostumbrado.

La izquierda y los nacionalistas utilizaron la llamada transición (que quisieron formular como ruptura aunque se plegaron a la astucia de los que querían cambiar todo “desde la ley”) para desmontar -destrozar- todo el Estado y la misma sociedad. En ello colaboraron amigable y activamente los seráficos liberales “progres” y demócratas de ocasión, estableciendo los principios que ellos, y la izquierda marxista y el separatismo, han desarrollado. Había que huir de todo lo anterior, como decían los acomplejados –piadosicos muchos de ellos- que tanto se beneficiaron de la llamada dictadura. Mientras tanto, los carlistas eran perseguidos por los Gobiernos del general Franco, con baja intensidad, sí, pero lo suficiente ya que por entonces las decisiones se medían. Y luego quisieron desprestigiarles en el trágico Montejurra de 1976. ¡Oh los demócratas de ocasión, es decir, de “siempre”!
Los eternos aliados de los liberales -socialistas y nacionalistas- ahora quieren romper formalmente la manida baraja desde las posiciones típicas de la izquierda y los separatismos. Y hacen trampas como las hubo en 1976 y 1978, y antes cuando se iba traicionando el espíritu del 18 de Julio. Estamos llegando a las consecuencias finales de 1976-1978. Todo en la llamada Transición fue una fuga hacia adelante, y con el arbolito muy mal plantado, y ahora hemos llegado al fin lógico de esta gran fuga, y con una árbol que da amargos agrazones.
Izquierdas y separatistas enseñan hoy con todo descaro los objetivos ocultos desde 1976-1978, fruto final de los principios liberales y los complejines individuales -cada cuál sabrá cuáles tiene, que la izquierda y los separatistas no tienen alguno-. Los liberales, bobalicones como siempre, querían creer -y creyeron- en la buena fe de sus socios del “consenso” y la “moderación”, esto es, de Felipe González -los que querían dar a España la vuelta como a un calcetín-, de Santiago Carrillo, de Tarradellas, de Arzalluz… Como la “cana al aire” de mons. Tarancón.
¡Cómo íbamos a convencer a tales liberales, cuando entre sus dirigentes pululaban y pululan los vanidosos, los amigos del ansia de poder, y los ingenuos cortoplacistas! Inútil tarea. Tiempo perdido. Pero ahora que no nos vengan con el mea culpa y menos con peticiones. Es como si Rajoy volviese a pedir el voto. O sus continuadores y hasta escindidos. O parecen algo chiflados, o nos creen ilotas -en griego-.
Es necesario que los tradicionalistas propugnemos un cambio real y no de boquilla. Es necesario decir esto a los jóvenes, hartos de mentiras y receptores principales de lo que se avecina. ¡Menuda sociedad les han dejado los liberal-socialistas, que no -por cierto-nosotros los tradicionalistas! Por algo muchos han dicho al Estado que no quieren recibir en sus casas propaganda electoral. Pues tienen razón: yo tampoco.
Otra advertencia es sobre los de Suma País, escindidos de Podemos, pues pretenden recrear una sociedad paralela, o bien meterse en las instituciones sociales, deportivas, festivas, laborales, de barrio… pero, claro, convirtiendo a los miembros del Partido en cuasi funcionarios, pagados por la administración pública. De arriba hacia abajo, y no de abajo hacia arriba. Qué fiasco. Lo mismo pretendieron los fascistas de Italia, como totalitarios que deseaban ser.
A nosotros la traición formal a la Transición, una Transición cuyos contenidos destrozaron todo y a sí mismos -fruto de sus errores y contradicciones-, no nos pilla desprevenidos ni por sorpresa. Ello es así porque nunca creímos sus cantos de sirena -los clérigos de Tarancón bailaron al son que otros y hasta ellos mismo tocaban castañuelas- cuando desmontaban todo el Estado y cuando, ahora, desde él o desde los conventículos de la partitocracia y las alianzas de la rebotica, desmontan la sociedad llevándola hasta el pudridero, la ruina y la esclavitud del capitalismo salvaje globalizador (mundialista). Del Estado liberal-socialista en España se ha pasado a la sociedad socialista, y luego vendrán los Estaditos separatistas.
La masificación, el imperio de la imagen y la mentira, y la manipulación de los medios de comunicación públicos, están dando todo de sí.
Los comunistas y separatistas no querrán reconocer en sus intervenciones públicas que los carlistas fueron perseguidos desde 1937 a 1976. A estos no les gusta hacer gala de ello porque no necesitan justificarse, y porque verdaderamente todo aquello ya es agua pasada, que -no obstante- comunistas y separatistas explotan a su beneficio en los medios de comunicación. Los del PNV hicieron el agosto con Franco, y sólo los comunistas se jugaron el tipo apoyados por Moscú. El sistema político actual es tan inútil que hoy sigue sacando pecho, utilizando para ello no sus méritos sino el arremeter continuamente contra la “dictadura” de Franco, cubierta de instituciones, de apoyo popular, con el apoyo de los USA, que fue envidia de sus rivales económicos del MEC -por ejemplo, Francia-, y con voz y voto en la ONU. Que esa dictadura fuese anticarlista es evidente, y por ello nosotros no podemos consentir que sea la partitocracia prodrida de hoy quien acuse de dictador a Franco, cuando ella nos trae precisamente una dictadura mayor pero hipócrita por sus formas democráticas.
Es que sin Dios -Jaungoikoa- todo es posible. En la vida particular y desde luego en la vida política.
Mientras tanto, los sarracenos esperando.
Y el supergobierno mundial con la pedantería de una nueva gobernanza. ¡Oh, dulce sopor de las palabras!
En un plazo medio o largo -pues el pueblo español siempre dio sorpresas- les saldrá el tiro por la culata. Y se les manchará la cara. Que luego los pobres -o mejor ricos-no se quejen.
Un comentario en “La “Transición” española se destroza a sí misma”
elena sanz-orrio arraiza
Muy buen artículo cargado de razón.