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31 de mayo de 2021 2 /

Ultimo capítulo en la tomadura de pelo de los falsos artistas: La No-materia o la Revolución

(Por Iván Blanco) –

Este fin de semana nos sorprendía la noticia de que un artista ha vendido una escultura inmaterial por un montante de 15.000 euros. El autor lo ha titulado “Io sono”, “Yo soy”, y dice que representa al vacío. Así él está vacío, como el espacio que es representado por sí mismo. Se podría decir que es un autorretrato y según el autor, ese vacío somos todos.

La primera reacción que surge de dentro de uno mismo es reírse ante tal mamarrachada. Algunos lo tildan de estafador, de farsante y embaucador, pero debemos tener visión de halcón, ampliar la fotografía con el gran angular de la razón. ¿Y cómo hacerlo? Ante todo no minusvaloremos la intención del autor. No caigamos en la trampa de pensar que quien propone tal atropello a la razón no ha meditado sus consecuencias ni el fondo de sus acciones. Este acto tiene tanto sentido como usar “hijos, hijas e hijes” en un mítin político. Hay un propósito muy claro, pero para entenderlo debemos ampliar el rango de visión hacia el pasado.

Donoso Cortés nos decía que toda cuestión política iba envuelta en una cuestión teológica, y en este caso, podemos afirmar que toda cuestión humana destila una cuestión teológica. Parafraseando a los doctores Benigno Blanco y Javier Paredes, hay dos maneras de entenderse como ser humano: O como carbono evolucionado producto del azar, o como criatura producto de la Razón por excelencia que es Dios. No hay otras formas. Una nos convierte en seres accidentales, la otra en seres razonables. Y esta cuestión de la estatua invisible conlleva un sustrato teológico suficientemente relevante como para que sea comentado en la homilía del domingo.

Cuando alguien quiere definir al género humano como insubstancial, como un vacío intangible, lo que hace no es solamente una mentecatez, también es pecado. Pero además, alimenta esa creencia de que nuestra humanidad no está determinada por la materia sino por la voluntad del individuo. Y es ese existencialismo el que nutre la ideología de género y que nos postula de forma sectaria que estamos “condenados a ser libres” como nos decía Sartre; condenados a crear materia de la nada. Esta dinámica prometeica fundamenta la idea ante el gran público que el sexo es plástico, es líquido y que no hay determinación material ni cromosomática, tan sólo la querencia del individuo.

El arte aquí da una vuelta de tuerca más, y ya directamente nos encumbra como nuevos diosecillos capaces de crear una escultura ex nihilo, únicamente con el ejercicio de la voluntad.

¿Creemos que esta no-materia es una broma? Por supuesto que no. Es una propuesta más de la Revolución. Es una escalón más hacia esa divinidad prometida por Lucifer a Eva; “..en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses…”.

No perdamos de vista que Marcel Duchamp explica en una entrevista en 1968 que la obra del urinario fue el pistoletazo de salida del arte moderno y que su intención era ayudar a la gente a librarse de la religión. Él, como artista sabía muy bien la relación directa entre Dios y la Belleza, y era ese binomio el que había que destruir. Como no podía atacar a Dios, lo haría atacando la Belleza. Y Voilà mes amis! ¡Arte moderno para todos ustedes!

La idea de destruir a Dios es una tentación que arrastramos desde el Edén y que empezó a cristalizar en nuestra civilización en el momento en que se le empezó a desplazar del centro de la vida social, y hoy las expresiones artísticas y culturales no son más que redundar en aquello que empezó a fraguarse en el s. XV

Las leyes de la termodinámica, por eso, nos detallan que vivimos en un universo finito en el tiempo, puesto que aún no hemos llegado al nivel máximo de entropía. Así mismo, nos dice el primer principio que la energía del universo permanece constante pues ni de crea ni se destruye, sólo se transforma. Ese es un buen argumento a favor del teísmo, pues un universo en el que la energía no se crea pero que tiene un principio en virtud de la segunda ley, nos infiere que en algún momento ha habido creación del mismo, y eso sólo podría ser operado por un ser no físico, es decir, metafísico. Así, se demuestra la existencia de Dios por los principios de la termodinámica. Es mucho más sustancioso ese debate, pero permítanme no abundar en ello, por esta vez.

A lo que voy es a la idea que el señor Salvatore Garau nos hace protagonistas de su herejía, nos encastilla como a dioses de nuestra realidad, creadores de materia desde la nada, alfareros del universo, retomando esa vieja tendencia iniciada en el Quattrocento italiano, de apartar a Dios e idolatrar al hombre. Una tentación en la que el mundo moderno se recrea hasta la náusea.

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2 comentarios en “Ultimo capítulo en la tomadura de pelo de los falsos artistas: La No-materia o la Revolución

  1. Palomo

    Amen, y como diría yo con dos cojones….

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  2. Sin problemas

    Se puede escribir con mayúsculas pero no argumentarlo mejor.

    Responder

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