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3 de noviembre de 2023 0 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

La IIIª República en bandeja

(José Fermín Garralda)-

Es necesario en política hablar a la gente de lo que le  inquieta. Callar, es perderlos. Si traducimos la micropolítica como las relaciones sociales con ocasión de asuntos políticos, debemos ir más allá, con perspectiva. Hay que prevenirse, pues el pasotismo y el “dejar hacer” traen consigo muchos males.

PRIMERO. Si don Felipe de Borbón firma la amnistía a los golpistas malos catalanes-anticatalanes que propone el presidente de Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, traiciona la Constitución de 1978. Esto dicen, y con razón según la ley positiva, los liberales imperantes hoy.

También la traicionaría por admitir el abuso que supone que Pedro Sánchez extienda sus funciones interinas, abusando de su interinidad, y además para a beneficio propio, y del partido más corrupto de la historia de España como es el PSOE. Está poniendo a los suyos en el poder judicial, interviniéndolo con la ley en la mano, que retuerce.

Firmando la amnistía,  el mismo don Felipe de Borbón se desligitima -de su presunta legitimidad que desde luego nosotros como carlistas no reconocemos-, crea un vacío legal, y amigos y enemigos aprovecharán tal infidelidad.

Dicha amnistía satisface a los que quisieron la transición como ruptura, satisface el “ego” del tal Sánchez, satisface a los separatistas y amigos de ETA, y es una trampa para don Felipe de Borbón. Si firma la amnistía, se “carga” la democracia actual –que no la “popular”, claro, que está en Cuba o China- y perderá el apoyo de la gente. Pero si no firma, los espíritus republicanos dirán que no es demócrata.

El final de don Felipe y la instauración artificial de la IIIª República, será fruto de un golpe de Estado cometido por todas sus instituciones constitucionales, siendo en el caso de don Alfonso XIII en 1931 cometido por su persona (Ortiz Estrada).

Ello traerá consigo la IIIª República, y con razón que a la tercera será la vencida. No será mucho peor de lo que tenemos, pero los males irán más deprisa, más seguros y serán más radicales por ejemplo la España confederal. Quizá lo peor es que estará copada por gente vanidosa, “toca narices”, dedicada a humillar todo lo que no sea ella, será para los amigos, más corrupta aún, más ruinosa… y su presidente hará derroches ostentosos para su reconocimiento y prestigio.

Por el cambio/ruptura que supone que Pero Sánchez llegue al poder de esta manera, y el dicho de “a la tercera la vencida”, la República se consolidará aunque arruine y enfrente a todos los españoles por su viciadísimo origen. No habrá guerra civil, pero sí la opresión de la dictadura “del proletariado” (son soreímos ante tales palabras), es decir, de la oligarquía corrupta al servicio del gran capitalismo transnacional, cuyo rostro sólo se conoce un poquito.

Por segunda vez el Liberalismo nos lleva en la práctica al comunismo, hoy disfrazado de socialismo. Como en 1936. El radicalismo socialcomunista está siendo una PROVOCACIÓN como fue de febrero a julio de 1936. España ya casi ha caído a base de siniestras mentiras consentidas, de ríos de sangre por el aborto y ETA… consentidos. Porque tener estos Gobiernos ha sido y es un castigo de Dios por haberle expulsado de la Constitución, a Él y a su Ley entendida por la Iglesia, a la que pertenecían casi todos los españoles. Qué pasa, ¿que los españoles no podíamos preguntarle a Ella para aceptar luego su dictamen en vez de entregarlo continuamente a los políticos de gallinero,  periodistas cotorros, jueces puestos a dedo…? ¡Qué responsabilidad la de aquellos falsos líderes de 1978! Ahora sufrimos las consecuencias de su inutilidad.

* * *

SEGUNDO. Claro es que las Constituciones liberales, producto mental, producto oculto de claudicaciones ante las necesidades sociales, y producto también de la voluntad de quienes las consienten en contra de la Constitución histórica del país –yo diría Constitución social o española-, permiten torcer y retorcer la letra, fruto de su ya retorcido espíritu y circunstancias.

Pero nadie para al Sr. Sánchez, ni las elecciones generales. ¿Quién le iba a parar si los españoles, al fin demócratas de toda la vida, no han parado nada? Ahora los okupas entran en sus casas. Según esto, el sistema llamado liberal –hoy todo son palabras talismán- es una chapuza y muy dañino.

Está visto que el flamante sistema liberal de la Constitución de 1978 es insuficiente para detener revoluciones, como la que se está realizando. Ella fue revolucionaria en el procedimiento, la forma y fondo, y a la corta o larga genera lo que sabe generar: lo que estamos viviendo atónitos. Atónitos presenciamos ayer, en la TV, el golpe de Estado de los malos catalanes-anticatalanes (pocos lo dijimos y ahora lo dicen todos), y atónitos presenciamos hoy el golpe de Estado de Sánchez y, quizás –Dios no lo quiera- del mismo don Felipe. Pues ya sabe lo que le espera…

La falta de lealtad hacia el actual sistema llamado “democrático”, es un acto libre para cada agente, pero el mismo sistema la facilita y aún genera. El sistema convierte a los presidentes en reyes y señores plenipotenciarios de la inmensa estructura del Estado con todos sus recursos, propiciando así el arribismo de muchos hacia aquel, que dispensa cargos, favores y posibilidades de corrupción, y desde luego conduce a una situación dictatorial que no directamente la dictadura, sobre todo en quien no tiene ningún escrúpulo.

La Constitución va unida a sus frutos.

La sociedad no puede aguantar la sangría a plazo medio y largo que han ido provocando los gobiernos del llamado trono liberal, desde el tramposo Sr. Suárez –a pesar de estar “todo atado y bien atado”- hasta el patético Sr. Sánchez y sus acólitos, abierta y radicalmente enemigos de España y hasta amigos de terroristas. Cuando decimos sangría, es que hay ríos de sangre. Hubo sangre en la transición, sobre todo de los terroristas. Hay sangre hoy por el aborto y eutanasia. Gobierno tras Gobierno.

La sociedad tampoco puede aguantar la anarquía y destrucción sistemática que se está consumando ahora, delante de nuestros ojos, cuando el hundimiento general se produce torciendo y retorciendo la Constitución, con el amparo de los jueces puestos intencionadamente por el felón Sánchez como voz de su amo.

Es fácil que un gobierno convenza que no se puede hacer otra cosa. Esta confusión o simulacro acaba con España. Hoy a España le falta el conocimiento de la verdad sobre sí misma. ¿Dónde estás, España? ¿Dónde y tras quién te escondes, absolutamente engañada y con temor?

Todo se está convirtiendo en cenizas con una rapidez asombrosa. Más rápidamente de lo que creíamos.

¿Pero quienes tienen culpa de esto?: pues los políticos que se dicen demócratas –democracia falseada continuamente- y el pueblo que les vota. La tienen los que nunca hicieron nada salvo escuchar a los políticos y votarles. La tienen los “moderados” que trajeron siempre a los radicales o “progresistas”. Se extiende socialmente cada vez más la queja de que no hay representación y menos participación. Las trampas son conocidas, pues tras las elecciones gana el que pierde: dígase en Navarra, quizás ahora en el Gobierno de España. Desde luego, no la tenemos los carlistas.

¿El responsable último de todo ello?: la apariencia de un trono que debiera proteger a los más débiles y que firma su condena en la ley del aborto y hasta eutanasia. Decimos responsable porque nadie debiera sentarse “ahí”.

* * *

TERCERO. Los carlistas estamos tranquilos porque para nosotros la Revolución siempre se escondió detrás del trono (liberal). Ocurre que en la Pragmática Sanción de Fernando VII, la ley de Sucesión del generalísimo Franco e instituciones realizada por exclusión y con feos ensayos sobre la familia rival, el golpe de Estado de don Juan Carlos en 1981 y el golpe de don Felipe que se avecina… las malas costumbres políticas del despotismo ilustrado del “todo para el pueblo pero sin el pueblo” se han confundido con “legalidad” primero y luego con la “democracia”.

Por un lado, para los tradicionalistas o carlista, el rey no debe ser una figura decorativa sin responsabilidad política y social. Pero por otro, tampoco quien decimos usurpador puede “cargarse” la Constitución de hecho,  permitiendo en este caso que el sr. Sánchez tuerza y retuerza su letra, y manipule el poder judicial y todos los resortes del Estado. Esta es una de las grandes debilidades del sistema liberal.

Para los carlistas el rey reina y gobierna, y “ningún hombre en cuanto cumpla una función social o política puede quedar exento de responsabilidad. Del abajo ninguno queda excluido del cumplimiento de la Ley de Dios ni de la ley de los hombres”, sea el sistema que sea. (CTC, Carlismo otra vez, Madrid, CTC Servicio de Documentación, 1989, 96 pp, pág. 88)

* * *

CUARTO. No podemos ser optimistas porque no nos dejan serlo. Leamos despacito lo que Balmes decía en 1840: “Desde el momento que se ha dejado el camino de la legalidad para seguir en de la conveniencia, quedan sustituidas a la ley la voluntad y la discreción del hombre, y flaquea por su base todo el sistema social”. (p. 131). Son palabras mayores; sí, pronto vamos a ver cosas terribles.

Balmes pone el ejemplo de 1832, cuando Doña Cristina dio un indulto general (7-X) y una Amnistía (el 15-X), autorizando la vuelta de muchos emigrados, y su  reconciliación con el régimen.

Dice: “Cuando la reina Cristina, encargada del gobierno durante la enfermedad de su esposo (Fernando VII), expidió el decreto de amnistía, se inauguró un nueva época que no ha terminado aún; en la apariencia no era más que una amnistía; en la realidad era un cambio de política. Nadie necesitó explicaciones para entenderlo así; sintióse un sacudimiento instantáneo, vivo, como se experimenta en el momento de recibir la acción del fluido eléctrico. Cuáles debían ser las consecuencias de esta medidas, no todos lo preveían, y menos quizás que nadie la augusta señora que la había firmado; pero en confuso, instintivamente, se percibía un nuevo porvenir: según unos, de halagüeñas esperanzas; según otros, de tormentas y calamidades” (p. 128).

“En las revoluciones se asienta por principio que el antiguo orden legal es ilegítimo por estar en oposición con el interés del pueblo, que es la suprema ley. Más o menos explícitamente se proclama este principio cuando se entra en un nuevo orden de cosas saltando por encima de las formas establecidas; no importa que quien dé el paso sea el pueblo o el monarca (…)” (p. 130).

Así, a mediados de octubre de 1840, la “señora que años antes abriera las puertas de la patria a millares de proscriptos estaba proscripta (…)”  (p. 129). Ahora creo que será antes.

BALMES, Jaime, Consideraciones políticas sobre la situación de España (1840), Madrid, Doncel, 1975, 259 pp.

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