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6 de noviembre de 2022 1

Honrar a los muertos en vida

(Por Sancho Guindano) –

Hoy es 6 de noviembre, día de los santos beatos y mártires de la persecución religiosa del siglo XX. Les honramos, puesto que supieron dar la vida por Dios sin reservas, a imitación de Cristo en la Cruz, y por su fidelidad al ideal más alto. Y no estaría de más hablar de qué es aquello de la honra y quién la merece. ¿Todos los muertos merecen ser honrados? ¿Y los vivos?

“A los muertos hay que honrarlos en vida”, decía Josemi durante la jornada de trabajo y oración celebrada en el cementerio de Pamplona el pasado 29 de octubre. Honrar a alguien después de muerto, habiéndolo despreciado en vida, no tiene sentido. Un hijo que abandona a sus padres, no tiene sentido que le llore el día de su entierro, y viceversa. Somos muy “del sentimiento”, muy “del corazón”, muy norteamericanos y peliculeros cuando toca llorar y lamentar. Pero poco de “estar cuando hay que estar”, de aparcar mis “ratitos para mí” y regalarme a los demás. Así hemos desacralizado lo más sagrado de este mundo: las personas, la familia… la VIDA, la muerte…

Dios Padre dio al pueblo de Israel ciertas pistas sobre cómo practicar la honradez, la integridad en el obrar, para hacerse merecedores del Cielo y alcanzar la felicidad en la tierra: “no robarás, no darás falso testimonio, respetarás a la mujer de tu prójimo, honrarás a tu padre y a tu madre…”. Y en su infinita misericordia, dotó a todo ser personal de una dignidad intrínseca en cuanto a su ser, haciéndonos a todos merecedores de honra, independientemente de nuestras debilidades. A ojos de los hombres, esto escandaliza, puesto que no podemos entender cómo una persona terrible, malvada, o simplemente con ideas opuestas a las mías, ha de ser digna de honor.

Es fácil respetar y honrar a los muertos para quien antes los ha honrado en vida, es una inclinación natural y normal. Incluso, ante la debilidad del prójimo y su maldad, hay quien reza por la conversión de los corazones de sus enemigos, y por su Salvación. En la antigüedad, uno de los indicios de que existía civilización, era encontrar yacimientos funerarios, personas enterradas respetuosamente, con signos evidentes de ceremonias religiosas.

Las personas civilizadas no solo muestran respeto por los restos mortales, eso sería “pobre”. Sino que velan por su eterno descanso, independientemente de su Credo o sus obras u omisiones en vida. Como el párroco de pueblo, que cuenta entre sus obligaciones la de orar por las almas de los difuntos de su parroquia de todos los tiempos. Sin mirar en la cartilla a quién votó en las últimas elecciones, o en qué bando luchó en la guerra civil.

Esto tiene sentido. Lo que no tiene sentido, es ir paseando cadáveres de un lugar para otro. Desenterrar a los muertos por discrepancias ideológicas es un acto incivilizado, un afán malvado que revela una faceta demoniaca y perversa, contraria al amor que empuja al respeto del enemigo, del que piensa diferente.

No es extraño que quien no practica la honradez en vida con los vivos, no tenga escrúpulos para remover cuerpos ochenta años después de muertos, con motivo de discrepancias ideológicas. No hablamos de venerar a todos los muertos como a santos, pero si, al menos, respetar los restos mortales, por la dignidad que quiso darnos Dios creándonos a su imagen y semejanza.
Hoy, 6 de noviembre, celebramos a los mártires españoles, que supieron vivir con honra, viendo en sus verdugos almas por las que rezar. Y que recibieron la gracia de morir con honra, perdonando a sus verdugos. Con ese perdón, de alguna forma, oraban para que Dios tuviese misericordia de ellos, y no tuviera en cuenta tales maldades. Antinatura, pensará alguno. No. La palabra que buscan es sobrenatural, por encima de lo esperable en un ser cuyo instinto es sobrevivir. Pero el amor vence siempre, que decía San Juan Pablo II.

Mancillados y despreciados en vida, sin embargo, modelos de conducta honrosa y de santidad por su fidelidad y su caridad hasta el final.

Cultiva tu honradez a nivel doméstico. Sin peliculerías, con autenticidad. Honra a Dios, tu Creador, y glorifícale con tu vida. Ama aquello que Dios te encomiende. Habla siempre bien del prójimo y de tu pastor, y si no tienes nada bueno que decir, cállate. Procura el bien de quien te rodea. Reza por el que lo necesite. No veas ideas, ve personas. Respeta a los vivos, respeta a los muertos. Alza el pendón de la civilización del amor.

¡Gloria a Dios! ¡Honor y Gloria a los mártires, testigos de la Fe! ¡Viva Cristo Rey!

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Un comentario en “Honrar a los muertos en vida

  1. Muchísimas gracias, Sancho.

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