Historia de plomo
Memoria. Dignidad. Justicia
El 23 de diciembre se celebró, un año más, el HOMENAJE NAVIDEÑO a la memoria de la cuarentena de víctimas de terrorismo de ETA en Navarra. Ese día y en el mismo lugar elegido, cayó asesinado el general de la Benemérita don Juan Atarés Peña. La convocatoria la hicieron Vecinos por la Paz.
Un centenar de personas se concentró ahí, mordidos por el frío y la niebla, a la luz opaca de una luna nueva y de las farolas mortecinas de la vuelta del Castillo. Ya era de noche cerrada. Sobre todo acudieron iluminados por el amor a los propios y el perdón cristiano al agresor, porque aquí, por gracia de Dios, se sabe perdonar. Aún recuerdo el perdón que ofreció la viuda del general Atarés a los asesinos estando caliente la sangre de su marido. Quienes acudieron también mantienen la justa memoria de los asesinados, una gratitud pública a sus vidas tronchadas, y recuerdan la necesidad de Justicia: no se puede dar carpetazo, pues todo es muy reciente y viven los inmediata y directamente implicados.
El coro Savia nueva cantó una sentida Salve. El pater pronunció con entereza el Responso. A continuación, la portavoz de Vecinos por la Paz recordó “nuestro cariño (a los familiares directos) que deseamos percibáis en este sencillo acto”. Junto a las banderas de Navarra y España, declaró que “es más necesario que nunca reunirnos un año más en este día y lugar tan significativo”, cuando vemos el empeño que “hay en reescribir la historia de la barbarie etarra y pasar página”, queriendo olvidar a los asesinados en nuestra democracia y cambiar su historia. Una carta a sus Majestades de Oriente pidió un poco de paz y de espíritu cuerdo para acabar con cualquier locura, un poquito de amor entre hermanos, un hogar para los desahuciados… y todo ello en el Nombre del Niño Dios nacido en un establo. Otra mujer declamó con sentida emoción un poema del escritor Víctor Manuel Arbeloa, que recuerda a los cientos de personas asesinadas y los millares de familias tronchadas, se duele de la sangre cuagulada… negándose el poeta a querer que los ríos arrastren más sangre, y llamando al fin a levantar banderas de esperanza…
Tres villancicos interpretados al violín por Javier Horno -Noche de Paz, una pieza barroca y Adestes fideles-, acompañaban la tímida voz de un niño que leía despacio, como si viese caer las hojas de las ramas deshojadas, la cuarentena de nombres asesinados por ETA en Navarra, desde Joaquín Imaz (1977) hasta el joven Diego Salvá Lezaun (2009)… A cada nombre, alguien salía del grupo y depositaba una vela como centro. Tiempo para la oración y un cálido e íntimo recuerdo, tiempo para preguntarse cuál es la verdadera y falsa paz, y tiempo también para advertir cómo parece que ocultos mandamases disponen el olvido de los asesinatos de nuestros días.
El homenaje acabó con la interpretación al violín del himno de Navarra seguido por el himno de España.
Esta concentración cívica tiene relación con el Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, pues algunos asesinados por ETA pertenecían y asistían con frecuencia a los Actos religiosos de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz en la basílica de la Santa Cruz: Joaquín Imaz Martínez (1977), José Luis Prieto (1981), Alberto Toca Echevarría (1982), Jesús Alcocer Jiménez (1984) y Juan Atarés Peña (1985)… El prior de entonces, don Joaquín Martínez Úbeda, les encomendaba a la vez que suplicaba a Dios por la verdadera paz, que exige el ejercicio de una justicia nunca separada de la prudencia.
Donde hay paz siempre hay concordia, pero donde hay concordia no siempre hay paz. Algunos nunca tendrán paz y nunca la darán porque nadie da lo que no tiene. “Paz, pax et non erat pax”, clamó Jeremías (cap. VI, 14) y de nuevo Ezequiel (XIII, 10).
Por ejemplo, los amigos de los terroristas hoy ocupan cargos públicos y no condenan el terrorismo. Y siguen en sus cargos, casi todos callan y todos les dejan. No creo temerario sospechar que su acceso al poder fuese para que abandonasen el terrorismo, apareciendo el cuatripartito como una simple y fácil explicación.
Otro ejemplo. La falsa paz entreteje distorsiones, indebidas mixtificaciones de enfoques y realidades sobre 1936, guerracivilismos, y lo que parece una revancha contra un pésimo y doloroso pasado lejano de unos y de otros -pero no por eso excusable-…, como si nada hubiese transcurrido desde 1936, ni existiese el llamado espíritu de la transición… Cuando ciertas personas niegan este último, parecen anunciar una nueva etapa para España. El deseo de algunos de ocultar los crímenes de ETA no debiera de tener cabida en esto.
En el caso de Navarra, ninguna mixtificación puede arrebatar la nobleza y heroísmo de los 42.937 navarros que partieron al frente de un total de 345.883 habitantes. De ellos no regresaron 4.704 (Salas Larrazábal, 1980), y a estos precisamente se dedica el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada.
¿Carpetazo cuando el Gobierno de Navarra publicó Relatos de plomo. Historia del terrorismo en Navarra 3 vols. (2013-2015)? ¿Por qué sabían que iba a cerrarse una etapa ominosa y empezar otra? ¿Se ha cumplido lo que decían, esto es, “cerrarla sin olvidos, cómplices o interesados, sin diluir la gravedad de los hechos, sin interpretarlos, sin excusarlos”
F. de M.
Con la gentileza del quincenal “Siempre P’alante” nº 819, 1-I-2019, pág. 14