¡Es la Religión, estúpidos!
Durante las elecciones norteamericanas de 1992, para derrotar a Bush, Clinton acuñó una frase que hizo fortuna para ensalzar lo que realmente era importante en aquél momento y acabó convirtiéndose en poco menos que un eslogan electoral que, a la postre, le daría el gobierno de EEUU: “Es la economía, estúpido”.
Pues bien, parafraseando aquél eslogan hay que decir y repetir con insistencia machacona que lo que real y verdaderamente se está ventilando en nuestro tiempo es la Religión. Porque, es verdad que existe el problema económico, es verdad que existe el problema institucional, es verdad que existe el problema europeo, es verdad que existe el problema migratorio, es verdad que existe el problema del paro, todo eso es verdad y es importante. Pero nada hay tan importante como el ataque, cada vez más frontal, más directo, más grosero y más intolerante, hacia la Religión Católica. Y digo hacia la Religión Católica porque esto no es un problema de laicismo sino de anticatolicismo, compruébese tal aserto en la tolerancia y la comprensión hacia el Islam.
¿Cómo se explica la petición formal de cancelar las Misas retransmitidas por TVE los domingos? ¿Porqué se pide la desaparición del ejército de los sacerdotes castrenses? ¿A qué viene esa demanda rayana en la locura de hacer desaparecer del escudo de Sevilla a San Fernando y a los Obispos que lo secundan? ¿Cuál es el objeto de querer hacer desaparecer las Cruces de diferentes Iglesias de España mientras se las mancha con pintadas ofensivas del tipo “arderéis como en el 36”, o “La única Iglesia que ilumina es la que arde”? ¿Cuál es el motivo de que proliferen blasfemias terribles como la perpetrada en el carnaval de Las Palmas o el padrenuestro blasfemo de Barcelona? ¿Porqué se lucha ardorosamente contra la enseñanza de religión católica en las escuelas mientras se ampara la enseñanza del Islam y se obliga a impartir la nefasta ideología de género? ¿En qué se encuadra ese ataque a la vida del no nacido y a la familia natural de la que son partícipes todos los partidos del arco parlamentario?
Todos estos ejemplos y muchos más que omito por no ser exhaustivo demuestran que hay un plan pensado y elaborado para acabar con la Religión Católica en España. En el pasado se intentó de otra forma como todos sabemos, desde el S. XIX con el liberalismo ateo y masónico de forma cruenta hasta llegar a la persecución terrible de la II república. Pero aprendieron que al ser tan directos, tan brutales, solo producían víctimas y mártires y que, por el contrario, florecían nuevos aires religiosos. Y han cambiado de táctica, ahora son más sibilinos, más “suaves”, digamos que se asemeja a como cuando metes a una rana en una cazuela de agua hirviendo, enseguida salta, si la metes en agua templada poco a poco se cuece ella sola sin darse cuenta.
En estos momentos vivimos en un renacer de la persecución, aún no cruenta (aunque se conocen más de una y más de dos palizas a sacerdotes) pero cada vez más radical de la mano de los nuevos “orcos” (permítaseme la expresión tolkeniana) del sistema, más toscos y con menos paciencia que sus hermanos posibilistas. Y van tomando posiciones sin que nadie les pare los pies. Y sin enemigo enfrente llevarán las de ganar.
Efectivamente porque, ¿Dónde está la prensa supuestamente católica? ¿Dónde están las instituciones supuestamente católicas? ¿Dónde están los políticos (si es que los hay) supuestamente católicos? ¿Y la Iglesia? ¿Qué hacen nuestros prelados ante este ataque ya sin disfraz que algunos lanzan y otros apoyan con su silencio cómplice? Como dicen en mi tierra, se dedican a tocar el violón a dos manos como si no fuera con ellos. Y, evidentemente, de eso se aprovechan los anticatólicos de toda laya, ya sean orcos podemitas o moderaditos tipo Cristina Cifuentes.
Tenemos que aprender a defendernos. Ya es hora de que los católicos coherentes reaccionemos. Sí, no tengamos miedo a esa palabra. Reacción es lo que hace falta si no queremos que nos coman por los pies. Ya está bien de que la Iglesia y los católicos seamos el muñeco del pim pam púm sin que nadie tenga bemoles a defendernos. Pues bien, defendámonos nosotros. Sin miedo. Seamos pocos o muchos. No importa el número. Aunque los que más tengan que mostrarnos su apoyo y su ánimo nos dejen en la estacada. No importa. Es nuestra obligación, si los demás no la cumplen allá ellos, ya ajustarán cuentas cuando les toque.