El Santo Cristo de Lepanto de Barcelona
En estos primeros días de octubre estamos todos pendientes de lo que está ocurriendo en Cataluña. Insisten los separatistas en sus quiméricos sueños. Se les responde con mayor o menor eficacia desde el otro campo. Unos se aferran a la Constitución y a la democracia. ¿Pobres razones vacías de contenido! Otros, con más razón, recurren a la realidad, a los siglos de convivencia. Y ha ocupado el puesto que le corresponde, la consideración de las empresas que están cambiando su sede social en Cataluña, refugiándose en otras tierras de España.
Nos ha llamado la atención el que nadie se ha acordado de un hecho importantísimo, de una gloria de España: la batalla de Lepanto. Pues precisamente un día de octubre, de 1571, tuvo lugar la victoria naval.
¿Relación con Cataluña? El puerto de Barcelona tuvo que ser punto de reunión y partida de las naves españolas. E importante la participación de catalanes. Y los más importante aún: en la Catedral de Barcelona se venera el Santo Cristo de Lepanto.
Cuenta la historia de que la imagen presidía la galera de Don Juan de Austria. Su cuerpo está arqueado visiblemente. La tradición lo atribuye a que esquivó un proyectil turco. La imagen se depositó, después de la batalla, en la Catedral de Barcelona. Donde es venerada por los fieles.
Los medios informativos nos comunican que numerosas e importantes empresas, están abandonando Cataluña, especialmente Barcelona, y fijando su sede en otros lugares de España. La noticia nos ha desagradado. Eso huele a evacuación, a abandonar el terreno al enemigo. No criticamos el hecho pues las empresas deben velar por los intereses de sus miembros y saben muy bien lo que tienen que hacer. Pero no podemos evitar un sentimiento de desazón. Ya se sabe que el dinero es cobarde. Y no podemos confiar en la contribución de sus dueños a la defensa de la integridad de España.
Pero en la Catedral de Barcelona permanece la imagen del Santo Cristo. Como un símbolo de que la Fe no abandona a los catalanes. Y esa Fe (a despecho de la postura de clérigos ignorantes, seducidos por el ídolo del nacionalismo) es la mejor garantía de la unidad de España.
No vemos posible la independencia de Cataluña. Pero, aunque la imbecilidad de los políticos actuales (de uno y otro signo) la hiciera posible, en Barcelona quedará, como una reclamación de la unidad perdida, el Santo Cristo de Lepanto. No creemos que el Señor permita su destrucción.
Aunque cosas más difíciles hemos visto. Hoy quieren algunos catalanes recuperar una independencia que ya tuvieron hace ochenta años. Y a pesar de que viven muchos de los que la padecieron, nadie recuerda que con ella cientos de miles de catalanes (simpatizantes con el separatismo muchos de ellos) tuvieron que abandonar Cataluña para salvar sus vidas. Gozaban de una libertad que consistía en que mataban a las personas por haber asistido a misa. No por asistir, pues todo acto religioso estaba prohibido.
¿Respetará esa independencia la imagen de Santo Cristo de Lepanto? En la pasada independencia no le alcanzó la furia iconoclasta que llegó a otros templos e imágenes religiosas. Desde luego, que los clérigos independentistas no esperen que su presencia en las filas del sinsentido vaya a frenar las iras de los que ya proclaman que quieren la república que les quitaron hace ochenta años.