El fracaso de la ciudad como morada perfecta para el hombre (I)
La literatura es un mirador privilegiado. Son cientos las obras que han denunciado el fracaso de la ciudad perfecta. Se han llamado novelas distópicas porque narran un mundo que se avecina, y que el escritor adivino nos muestra ante los ojos. Un mundo feliz de Aldus Huxley sería un buen ejemplo o 1984 de George Orwell, entre otras muchas.
El año pasado leí con asombro una novela quese publicó en 1933 en España y que con acierto fue reeditada en 2019 de la escritora peruana Rosa Arciniega. Se titula Mosko-Strom y lleva como subtítulo “El torbellino de las grandes metrópolis”
En la obra se nos invita a contemplar el poder destructor de un falso progreso que deshumaniza a los seres humanos y los desvía de su vocación originaria. La propia autora confesaba en sus días “He querido presentar en todo su crudo realismo un cuadro del vacío, de la aridez moral en que se hallan sumidas las jóvenes generaciones”. Y ella se refería a los años de nuestra República.
El título Mosko-Strom hace referencia al gigantesco remolino que se produce en las costas del archipiélago noruego de las islas Lofoten. En la novela Mosko-Strom se convierte en una alegoría de Cosmópolis, la gran ciudad que succiona y devora todo lo que encuentra a su alrededor. Todos los ideales—progreso, razón, industrialización, tecnología, eficiencia— no son más que una forma sofisticada de esclavitud que produce la profunda deshumanización de la sociedad.
Las pandemias del espíritu son más mortales que las que dañan nuestros cuerpos. Comentando Mosko-Strom, Don Juan Manuel de Prada nos dejó sobre la novela este certero juicio:
“Rosa Arciniega no deja nunca de inquietar al lector como si supiese penetrar en el alma podrida de nuestro tiempo. Esta prisa, esta celeridad, este crepitante ritmo de la vida actual ¿estaba dirigida hacia una meta universal y eterna antevista?, ¿Conducía a alguna parte? ¿Tenía que ver con la gran verdad universal y eterna? La religión del progreso ¿era un auténtico camino ideal de la Humanidad o simplemente una desviación del pensamiento fáustico? Rosa Arciniega sabe que la vida cuando se queda sin espíritu se torna humanamente vacía por dentro y que una Humanidad convencida de que la vida acaba aquí y que si se pierde la vida para el placer se pierde todo, está más cerca de la bestia que del Ángel.”
Esta es la encrucijada en que se encuentra nuestro mundo. Sabe que esta opción lleva al abismo. Lo ha constatado en numerosas ocasiones principalmente a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI- Pero como quien oye llover. Lo tremendo es que Dios quiere que seamos felices. Hemos venido a este mundo para ser felices. Pero no así pero no de cualquier manera. Nada sin Dios.
Hace ya ochenta años que se publicó la novela. Me sorprende su actualidad. Está hablando de comportamientos humanos semejantes a los nuestros. No nos debe extrañar. Viene de lejos la contienda entre la civilización cristiana y su enemiga declarada la que pretende restaurar un neopaganismo autosuficiente y materialista.
El proceso creativo del arte en general refleja, en el curso del tiempo, dos modelos antropológicos en contienda, dos civilizaciones contrapuestas: la nacida de la aplicación de la fe cristiana a la vida hasta convertirse en una civilización coherente y fecunda; y la que pretende construir un mundo feliz, inmanente o de tejas abajo y autosuficiente que ofrece ilusorias promesas y acaba, en un lento proceso ya de siglos, recogiendo frutos amargos de desesperación, soledad y sinsentido.
Toda civilización se caracteriza por la oferta de un modelo de hombre, de un proyecto de vivir que moviliza los resortes de la sociedad. La cristiana, en el largo proceso de un milenio supo armonizar a Grecia, a Roma, con la visión moral y ontológica del ser humano. La que solemos denominar burguesa, liberal y revolucionaria, se fundamenta en la exaltación de la razón como único instrumento válido de conocimiento, por la doble vía del conocimiento científico experimental y del subjetivismo racionalista filosófico; el predominio de la visión del hombre como individuo desvinculado de los compromisos y lazos sociales; la eliminación de los grandes valores del espíritu como inadecuados a la corta vida que se nos ha dado; la aspiración a la felicidad en el aquí y en el ahora por el único camino del placer y del dinero.
Cuando uno se acerca a novelas u obras de arte en general como Mosko-Strom, uno constata que lo que ha fracasado no es el hombre de la civilización cristiana. Ha fracasado en medio de su aparente boato y triunfo, el hombre de carne y hueso que habita en un mundo artificial que no da respuesta adecuada a las grandes necesidades espirituales del ser humano.
En la novela, la gran protagonista es la metrópolis, lujo aparente, pero soledad y destrucción, en definitiva, destrucción y muerte. Su nombre es Cosmópolis —Nueva York, por ejemplo— En ella aparecen con nombre propio un pequeño ramillete de personajes: el principal, Max Walker, ingeniero jefe de las industrias automovilísticas «R.E.T.»; su esposa Isabel, mujer hedonista e insatisfecha con la que acabará divorciándose; Jackie Okfurt, médico bebedor e inconformista y el único disidente del grupo de antiguos compañeros de universidad; Stanley Sampson Dixler, profesor idealista de la Universidad y, al final, víctima inocente del perverso ambiente social. Es un mundo que vive en una vorágine de materialismo, de novedad, de apresuramiento, de consumismo y de frivolidad. Los momentos más valiosos son las escenas y diálogos entre Walker y Okfurt. Es una novela de tesis. La autora toma partido sobre el mundo que contempla y describe.
TEXTO 1º
Frente a ellos aparece una multitud anónima:
“Multitudes anónimas poseídas también del vértigo de la más fantástica de las precipitaciones. También acuciadas, espoleadas, violentamente por la prisa. Millones de obreros sin espíritu ya, maquinizados, idiotizados por un plan de racionalización del trabajo. Millones de burócratas, comerciantes, artistas, toda una ciudad, todo un mundo, pasando por la vida sin tiempo de contemplarla, en el colmo de la velocidad y del vértigo. Arañándose, despedazándose unos a otros, todos afianzados en un rápido triunfo, en un presente bienestar material. Y sin embargo, todos, aún los triunfadores, presos maniatados dentro de las argollas creadas por ellos mismos. Todos infelices por la ausencia de un ideal, manoteando en el vacío más espantoso”
TEXTO 2º
Max Walker aparece en el principio de la novela como el hombre que ha sabido alcanzar la cumbre de su triunfo laboral y social. Prestigio ponderado por todos lo que le conocen. Él ha conseguido que la fábrica funcione con absoluta perfección y sincronismo. Ha logrado la absoluta precisión de todos, maquinarias y trabajadores. El tiempo dice la narradora era “medido, sopesado allí, como el polvillo de oro, como las limaduras de un diamante por un joyero judío. Gentes y la misma ciudad vivían con la misma tensión que en las empresas, tiempo deshumanizado que devoraba al ser humano en pro de la eficacia:
“Allí no había más que el lenguaje del cálculo, el idioma de la exactitud y de la rapidez. Números de talleres, números de máquinas, números de hombres…
Los ojos del ingeniero Max Walker saltaban desde los papeles donde estampaba su firma a la esfera del reloj…Ansiosamente medía el tiempo. Tiempo, tiempo. ¡Ah, no poseer el donde la ubicuidad!
Abajo, en la explanada, en las naves de los talleres, la rueda giratoria seguía su vertiginoso ritmo invariable. Y los hombres invariablemente también, cebando sin cesar aquellas mandíbulas de gargantúa. “Chas, chas, chas, arriba, abajo; arriba, abajo.” Incansablemente, isócronamente, como las olas del mar, como el ritmo cardíaco, como el tic-tac del reloj”.
TEXTO 3º
Max encarna el triunfador de este modelo de sociedad. No proviene de linajes cultivados ni de riquezas heredadas. Por méritos propios llegó a la universidad, consciente de que solo la eficacia de su trabajo y preparación le podrían ascender a las cimas de los triunfadores. Está convencido de que encarna al hombre que se ha hecho a sí mismo, sin necesitar a los demás. Unas palabras certeras de la narradora nos hacen la radiografía de su alma. Realmente son paradigmáticas del prototipo universal.
Escribe la narradora Rosa Arciniega:
“Una Religión –él que no tenía ninguna–, un Amor –él que no había conocido ninguno—un inmenso vacío espiritual: la Religión de la Ciencia; el Amor del progreso humano. Ciencia y Progreso, que para el estudiante de ingeniero Max Walker, cobraban formas tangibles en las exactitudes de la Técnica, en los adelantos e inventos que, esclavizando a voluntad las fuerzas ignotas y elementales del Cosmos, convertían al hombre moderno en un auténtico semidios.”
TEXTO 4º
Pero todo se le ha de venir abajo. Isabel su mujer, una mariposa hueca, vacía y sin claves de la vida le pide el divorcio. El encuentro con la muerte del viejo Stánley y el descubrimiento del sentido profundo que escondían las reflexiones de su idealista Jackie Okfurt le hacen descubrir el fracaso existencial de su vida y la huida de esa vorágine hacia un nuevo estilo de vida donde todo ofrezca paz y sentido.
Uno de los momentos más inesperados en la lógica de la narración aparece cuando Jackie, mientras esperan al desaparecido Stánley, entre iluminado por el alcohol “sobre la calma de un fatídico silencio, la vaciedad absoluta de su interior playa desértica:
“Escúchame, Walker: nos hace falta un Dios. Nos hace falta poner nuestra meta más allá de una tumba. Cosmópolis clamará un día al cielo pidiendo….
No pudo continuar. Su frase quedó estrangulada, rota, sumergida en ese abismo donde se hunden las ideas que jamás han de volver a surgir.” (Cap. III,2).
Lo asombroso es que Rosa Arciniega en los años que estuvo en España (1928-1936) estuvo afiliada al Partido Socialista Español. Es lógico que en su novela sepa ver el fracaso, pero no la salida a tal desastre.