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6 de marzo de 2024 1

Carta abierta a la Francia que resiste

(Por Castúo de Adaja)

Hermanos franceses todos, correligionarios de la fe de Nuestro Señor por todo el orbe:

He contemplado con horror y duelo de mis entrañas las noticas que de vuestra patria me llegan. Lacrimoso es el semblante con el que redacto unas letras que apenas sí serán de consuelo para los “hijos de Clodoveo”. Una sanguinaria estela cubre vuestra Asamblea, hoy mancillada por el arrebato de quienes se han vendido a una agenda de muerte y putrefacción. Claman las madres de París como lo hicieron las de Ramá. ¿Y qué espectáculo se divisa en este alicaído horizonte? Lo que mis sonrojados ojos contemplan es un reguero de ahogados gritos de quienes tuvieron la vida arrebatada por la demócrata Parca; estridentes sollozos de infantes que no hallan protección ni aun en el seno de quienes los engendraron.

Hijos de Clodoveo, ¡resistid! Que los súbditos del Maligno y los herederos de vuestra pútrida Republique, aquella que os traicionó con las diabólicas “Columnas infernales”, no ensombrezcan vuestro noble corazón. Sabeos herederos del Rex Cristianissimus y de una milenaria tradición en la que el Señor iluminó el surgir de una patria para ser amada. Los discípulos de la Bestia os quieren amilanar con la putrefacta bota del voto impedido. ¡¿Es que acaso no luchasteis por vuestra libertad?! Pertrechaos con las armas del Sagrado Corazón cubriendo vuestros pechos al descubierto, sabiéndoos portadores de la blanca vestidura con que el Señor cubre a su rebaño.

Cientos de años de traición a la Verdad no han de caer en una simple obra humana; allá vendrán las hordas de los enemigos del “Carpintero” a escupir sobre la nueva que traéis en vuestras almas: que sólo una es la Victoria proclamada en todo el orbe, en sus cuatro esquinas y en los septentriones y meridies. Mas no estáis solos en tan aciaga y oscura hora. Todos a una, hermanos nuestros de la patria mundial, acogemos con dolor mas esperanzados vuestros brazos temblorosos. Desde donde el sol es naciente hasta su muerte, un solo clamor se oye en el susurro del viento: ¡Cristo ya ha vencido! Y rotas las cadenas del mal, ¡¿quién contra nosotros?!

¿Acaso os acobardasteis cuando vuestros prelados os traicionaron con la infame Constitución Civil del Clero? ¿Depusisteis vuestras desgastadas armas ante el fusil del opresor? ¡No! En ese caso, ¡alzad la mirada! Sea vuestro rostro fulgor unánime y llama viva que ofrezca al mundo el combate del espíritu y la victoria de Nuestra Señora la Virgen. Tomad los rosarios y tomaréis las calles; armaos con la Verdad y ésta se disparará sola. Porque sólo una es la realidad: que ante la muerte que aparece en vuestra frágil puerta y vuestro cercano vano, vosotros lleváis impreso en la frente el mensaje de que sólo uno es Juez de vivos y muertos.

Hijos de Clodoveo, ¡no desfallezcáis! Esta batalla, cual espina clavada en el dorso de cada uno, es sólo el principio de la guerra santa que habéis de librar con vuestras oraciones y la sonrisa de saberos hijos del Altísimo. Conquistaréis, y lo haréis porque este violento y cruento conflicto está condenado desde antes de que se encendiera la llamarada del enemigo. ¡Portad la Cruz! ¡Cargad vuestros rosarios! Que una sola voz se alce cual incienso admirable a las puertas de todas las administraciones, ayuntamientos, clínicas, hospitales y ante aquellos que os desean el mal. Amad, amad mucho; amad a vuestros enemigos, que son los míos, para que se conviertan por las oraciones fieles que vuestros rasgados y fríos labios pronuncien con sinceridad.

¡Hijos de Clodoveo, no desfallezcáis! ¡Fieles del mundo, armaos para la batalla! Que uno sea el coro nuestro, con los santos y ángeles del cielo, clamando a una sola voz a favor de la vida, contrarios a la muerte y con una certeza única: ¡Viva Cristo Rey!

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Un comentario en “Carta abierta a la Francia que resiste

  1. Ramón de Argonz

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