El libro de este verano “Eso no estaba en mi libro de la Revolución Rusa” Javier Barraycoa
La narración de un movimiento cuyo fin último era, como pretendía Trotski, “volver el mundo del revés”.
La Revolución Rusa sacudió al mundo en plena Primera Guerra Mundial. Como surgidos de la nada, los bolcheviques derribaron un débil gobierno burgués que, a su vez, anteriormente había hecho caer a la dinastía de los Romanov. Acogida por buena parte de la intelectualidad occidental como una nueva etapa de la historia de la humanidad, parecía que la utopía nunca había estado tan cerca de las manos que siempre soñaron rozarla. El primer año de gobierno bolchevique fue todo un conjunto de declaraciones y legislaciones proclamando la libertad prácticamente absoluta… Pronto, la utopía se encontró con la realidad y la Rusia revolucionaria, inmersa en una terrible guerra civil, descubrió que sólo el terror podía lograr el sueño anhelado. Se coartaron las libertades prometidas, se inauguró la checa y el gulag –versiones modernas de los campos de trabajo– así como la policía secreta zarista. Emulando a Robespierre, se quiso cumplir con la máxima de “el terror os hará libres”. Las luchas por el poder, las purgas constantes, la sospecha sistemática, los idealismos imposibles, crearon una sociedad donde cualquier cosa era viable.
El esoterismo arraigó entre los bolcheviques ateos; los países capitalistas, especialmente Estado Unidos, apoyaron económicamente a Lenin y Stalin y los matemáticos expertos en estadísticas eran enviados a Siberia porque los datos que ofrecían no correspondían con las expectativas del poder. La nueva religión pasó a llamarse producción y la realidad fue sustituida por la propaganda.
En Rusia se suele hablar de las “aldeas Potemkin”. Son pueblos con fachadas de casas muy hermosas tras las cuales no hay nada. ¿Fue aquello la Revolución Rusa y las pasiones que levantó en este admirable pueblo para crear un “homo sovieticus” que nunca llegó nacer, como pretendieron los promotores de la revolución?
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