Filipinas ya no es “la perla de Oriente”
Los datos macroeconómicos de Filipinas parecen indicar que el país lo tiene todo a su favor: gran crecimiento económico, bajo nivel de deuda, baja tasa de paro y una inflación controlada.
Sin embargo, estos datos ocultan un problema: la desigualdad social no ha mejorado, ni tampoco la calidad de vida de la mayor parte de la población del país. El 26,3% de los ciudadanos viven bajo el umbral de pobreza, un porcentaje muy superior al de otros países de la región como Vietnam, Camboya o Laos, cuyas economías ni son tan grandes ni han registrado un período de bonanza tan largo como el de Filipinas.
Después de dejar de ser Capitanía General española, Filipinas fue transformada por el capitalismo con la ocupación estadounidense durante la primera mitad del Siglo XX. Tras lograr la independencia, el país pasó por una dictadura y diferentes crisis políticas hasta convertirse en una república constitucional.
Emilio Aguinaldo, convertido en presidente tras la salida de España, confesó en 1958 que estaba arrepentido de haberse levantado contra España, pues los filipinos dejaron de ser ciudadanos españoles para convertirse en un mercado de consumidores de las exportaciones estadounidenses.
Ahora, además, se enfrenta a tres problemas fundamentales: la invasión del islamismo radical, la lucha sin cuartel contra el narcotráfico y un presidente, Rodrigo Duterte, demasiado intransigente. Duterte ha reconocido que mató desde su motocicleta a tres personas que consideraba delincuentes cuando era alcalde de la ciudad de Davao. Ayer, el presidente filipino amenazó con matar a 100 policías corruptos.
Human Rights Watch, un organismo referencial a nivel internacional especializado en derechos humanos, critica que la situación en Filipinas es de “auténtica calamidad humanitaria”.