Que no te engañen
Que no te engañen. Que quien nacerá el 25 de diciembre es el Niño Jesús, no el payaso gordo ese vestido de la cocacola que nos vende la cultura angloamericana profundamente anticatólica y secularizada. Que lo que celebramos los cristianos es la Natividad del Niño Dios, no la llegada del trineo del fantasma vestido de rojo ni de los regalos que dice que trae. Eso que llaman espíritu navideño nada tiene que ver ni con el llamado “papá noel”, ni con el árbol decorado, ni con las estampas nevadas, ni con muñecos de nieve, ni con el consumo exagerado, ni con ser “buenecito” unos pocos días al año, ni con sandeces semejantes. Tiene que ver con el Belén, es decir, con el nacimiento y la creación de la familia, la Sagrada Familia. Porque sin nacimiento y sin familia no hay Navidad posible. Y con los entrañables Reyes Magos de Oriente.
De ahí que los que no conocen o los que atacan la Navidad suelen decir “felices fiestas” en lugar de Feliz Navidad, arrebatando el auténtico sentido de la Navidad. Del mismo modo se da muchísima importancia a la decoración, con adornos de lo más variopinto, la mayoría de ellos profundamente paganos (no hay más que darse una vuelta por Madrid o por Barcelona celebrando el solsticio de invierno). Igualmente se trata de impedir, incluso por la fuerza, que en los colegios se ponga el Belén, o que desaparezcan los tres Magos de Oriente y sustituírlos por el onmipresente gordo de la barba blanca o por grotescas brujas estrafalarias como ocurre en Valencia.
Así pues desde aquí reivindico la auténtica Navidad, el auténtico Misterio del nacimiento de Jesucristo de la Virgen María en un humilde portal para salvarnos. Es esa alegría y esa esperanza la que ha de embargarnos, y no otra.
¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!