Presentación de “En el Requeté de Olite”. Palabras de D. Jesús Tanco Lerga.
En El Requeté de Olite.
Presentación, 14 de diciembre de 2016. 19 horas. Con Mikel Azurmendi y Pablo Larraz. Sala de Ámbito Cultural (El Corte Inglés)
Ante todo, quiero mostrar mi agradecimiento por disponer de unos minutos en la presentación del libro En el Requeté de Olite, con el autor Mikel Azurmendi, y quien ha sido el alentador de este libro, ha suministrado ilustraciones y datos, el doble doctor por médico y por su doctorado excelente en Historia de la Medicina sobre el Hospital de Guerra Alfonso Carlos de Pamplona, Pablo Larraz Andía. Con él mantengo ideales compartidos y un ansia común, de que él nieto, yo, hijo de combatiente, con los que quedan supervivientes de la Guerra de España que ellos no la buscaron, aunque sí fueron quienes les tocó luchar y resolver un problema de convivencia social inaguantable, gestado años antes y cuyas causas, como los efectos, ha de ser objeto de la Historia. La obra Requetés, con autoría compartida con Víctor Sierra-Sesúmaga, ha marcado un antes y un después de la puesta en valor de los testimonios de combatientes, carlistas militantes la mayoría, que ha hecho reflexionar y actuar a muchas personas.
Quiero mostrar mi aprecio al autor del libro, Mikel Azurmendi, pensador y filósofo, antropólogo que en toda su obra docente y literaria busca o reconoce un modelo de hombre, con bases antropológicas, con su ser en persona y su ser en colectividad. Mikel es y fue hombre de acción en los convulsas décadas de los Sesenta y Setenta, que con sus últimas obras, Las Maléficas, Las Brujas de Zugarramurdi y su autobiografía, demuestra una trayectoria de clarificación intelectual y de valentía: Él ha sufrido la incomprensión en la Universidad del País Vasco donde ha impartido clases de su especialidad, después de haberse dedicado a labores docentes en niveles inferiores y ha sido objeto de amenazas violentas explícitas, que le ha hecho valedor de varios reconocimientos universitarios y sociales. Su actividad incansable en el campo literarios se bien palpable. Cultuiva preferentemente un estilo de novela muy pulcra y bien escrita, con un juego de personajes reales o de acontecimientos documentados que hace compaginar la ficción de otros imaginados, sobre los que vuelca su tesis o su mensaje. Hoy presentamos En el Requeté de Olite una obra que tiene esas mismas características pero que además de la madurez de su autor, representa una apuesta por la vida, en medio de la muerte que ronda los frentes de la Guerra Civil en los dos primeros meses de contienda, más concretamente desde el 19 de julio de 1936 hasta mediados del mes de septiembre del mismo año, tras la toma de San Sebastián por las tropas nacionales. La editorial Almuzara ha escogido muy bien autor y tema, para dar una vez más, con un tema de gran interés social y que como en obras publicadas anteriormente, son difíciles de encontrar en editoriales en las que el beneficio económico priva sobre cualquier otro objetivo.
Quiero hablar en tres planos diferentes. El de hijo de combatiente en la Guerra; el de archivero e investigador sobre la Historia reciente; y el de olitense.
En la infancia oí de labios de mi padre su peripecia en la Guerra. Mejor dicho, también del Servicio Militar y su actuación con su Regimiento de San Marcial de Burgos en el que estaba encuadrado, en la Revolución de octubre de 1934, que con carácter nacional quiso proclamar la independencia de Cataluña y partiendo de Asturias, la instauración de una dictadura llamada del Proletariado. Sus instigadores, las facciones socialistas de Largo Caballero e Indalecio Prieto, pasaron a la acción revolucionaria con ese levantamiento ilegal contra las instituciones republicanas en las que por las elecciones de 1933, era minoría la Izquierda. En las elecciones de 1936, llamadas del Frente Popular, con las manipulaciones históricamente comprobadas, se puso en marcha una represión sistemática hacia las fuerzas políticas, sindicales y sociales de la derecha, mayoritaria en gran porcentaje, como es sabido en Navarra. El miedo muy patente en la sociedad, los atentados personales y contra la propiedad, el odio y la violencia se apoderaron de la convivencia, creando dos españas con minúscula, que no se soportaban. Las dos se preparaban para lo peor, y el Ejército dividido como exponente de todas las instituciones sociales, fue un elemento importante pero no único en el enfrentamiento del 18 de julio de 1936. No fue un golpe militar como se suele decir, o al menos no fue sólo un golpe militar o levantamiento, al uso de los numerosos del siglo XIX o del de Sanjurjo en 1932 –por cierto, sin ninguna resonancia en Navarra-, sino un auténtico estallido social en el que al abrirse el gran trincherón español, cada uno tuvo que hacer su elección y situarse en uno u otro lado. Mi padre que ya había hecho tres años de Mili, fue movilizado por edad, y estuvo en el frente de Somosierra en una de las columnas que fueron a Madrid en la creencia de la guerra corta, que pronto se vio imposible. En Robregordo una bala explosiva le perforó el vientre, se recuperó en Riaza y Sepúlveda, mientras las curas hospitalarias y convalecencia vigilado prisioneros. Luego se incorporó a su Regimiento y le tocó con la Primera división de Navarra, las campañas de Teruel, el Maestrazgo, la decisiva Batalla del Ebro y la ofensiva final, un paseo militar comparada con las anteriores, en Cataluña. Mi padre me describió con todo detalle las operaciones de la Guerra, el modo de vivir y sobrevivir en esas situaciones límite, el heroísmo y la valentía de esos momentos en los que la muerte está próxima, en fin, esas vivencias que como a todos los que las protagonizaron, marcaron sus vidas. Esta generación de nuestros padres, estuvieran en el lado vencedor o en el vencido, merece un reconocimiento y un agradecimiento. Ganaron los mejores, y el valor de éstos honra a los vencidos. La suerte pudo ser la contraria, y había indicios para pensar en ello, vista la desproporción en su contra, de superficie, población, y medios que había en lo que se ha llamado zona republicana, coloquialmente, roja, en el momento inicial de la Guerra. He procurado transmitir a mis hijos, y en cuanto lo entiendan a mis nietos, esa visión real y auténtica que me transmitió mi padre, y otros familiares muy cercanos de lo que fue y no fue la Guerra civil de España. De hecho, cuando la desdichada promulgación de la Ley de la Memoria Histórica, redacté un documento La Guerra de nuestros padres; la paz de nuestros hijos, dedicado a toda la familia, en ese sentido positivo y sin resentimientos ni remordimientos. No vi en mi padre odio alguno, ni resignación, sino una misión que a él y a su generación por designios de la Historia, les tocó vivir y que aceptó con naturalidad y sacrificio.
Como sabemos, la Guerra Civil, probablemente, el acontecimiento histórico más trascendente de toda la Historia de España, ha suscitado un gran interés entre los historiadores, autores y editores. Se han escrito más libros sobre ella que sobre la II Guerra Mundial, por poner un contraste con la Guerra más mortífera de toda la Historia de la Humanidad, de la que providencialmente como de la de 1914-18 se libró nuestra nación. Dudo mucho sin embargo, que quien quiera saber de verdad las causas, los efectos y sus episodios más decisivos, tenga ahora mismo a mano, las publicaciones bibliográficas y audiovisuales capaces de despejar sus dudas. Hay una ausencia de obras generales, asequibles, comprensibles de lo que representó esa guerra de mil días y mil noches,, con sus claroscuros, sus 400.000 muertos, la secuela de sangre que dejó, la destrucción de tantos y tantos elementos necesarios para la vida económica, social y religiosa. Después vino la necesaria reconstrucción, la estabilización, el desarrollo, mientras se pacificaban los corazones y los sentimientos encontrados. Desgraciadamente, han vuelto los viejos fantasmas del resentimiento y del odio, en ocasiones a quienes menos motivos tienen para ello, y la distorsión actual de los estudios sobre la contienda, es de tal magnitud, que supone un gran esfuerzo encontrar verídicos textos que aclaren los sucesos. Los historiadores contemporáneos de verdad no han estado o no están a la altura de lo que la sociedad demanda o requiere. Los activistas ideológicos, con disfraz alguno de historiadores, sí están actuando sin ningún reparo de medios a su alcance. Me ocupé de estudiar la Guerra al tratar mi tesis doctoral acerca de Manuel Aznar, periodista y diplomático. Un ilustre navarro, seminarista, periodista insigne, fue director de periódicos señeros en España, como El Sol, y fuera de ella como d
Diario de la Marina, cronista de la Gran Guerra de 1914, de la de Marruecos, también después de dos sustos consecutivos que le pudieron costar la vida, en una cheka de tortura madrileña, y después en Zaragoza por la denuncia de un colega que le acusó de haber intentado con Azaña y Ortega y Gasset, una República viable. De hecho, él se presentó como centrista de Portela, a las elecciones del Frente Popular, con pucherazo clarísimo, por la provincia de Albacete. Fue Aznar corresponsal y cronista de la Guerra en Heraldo de Aragón, El Diario Vasco, del que fue director y de La Vanguardia que él la rotuló de Española. Aznar escribió en 1940 una temprana Historia Militar de la Guerra, una abreviada para escolares, una específica sobre la Defensa del Alcázar de Toledo. A través de él, de los testimonios y documentación del archivo familiar, especialmente de su hijo Manuel –padre del que fue luego presidente del Gobierno, José María- tuve ocasión de acceder a documentos muy importantes acerca de la contienda. Mi labor profesional en el Archivo Administrativo del Gobierno de Navarra, desde 1985 a 2005, entre otras tareas archivísticas, fue ocasión de ayuda a investigadores sobre estos tres años decisivos de la Historia de España. Recuerdo por ejemplo, a investigadores como Juan Carlos Peñas Bernaldo de Quirós, en cuyo tribual de tesis estuve en la Autónoma de Madrid, con Miguel Artola, Javier Donézar y Javier Tusell, o el jovencísimo Pablo Larraz, aquí presente, entre otros muchos que solicitaron la consulta de fondos de este Archivo de la historia reciente de Navarra. Posteriormente he sido testigo del depósito en el Archivo General de la Universidad de Navarra, de fondos muy importantes para el estudio adecuado del periodo, entre los que se encuentra alguno de los ya vistos por Mikel Azurmendi como el de Lizarza, o el de Fal Condé, y otros de reciente incorporación como el de Arrese. Estos fondos con los de otra dimensión pensemos en Salamanca, o fundación Francisco Franco, Archivo General de la Administración de Alcalá, permite a quien con un mínimo de oficio y valentía para acometerlos, hacer de verdad Historia sobre la Guerra de España. Son muy meritorias las aportaciones de Aróstegui, de Salas Larrazábal, de Rafael Gambra, de Álvaro d´Ors y otros muchos autores que han trabajado desde su óptica profesional e intelectual sobre este fenómeno bélico y social que hay que insertar en el contexto de la II República Española y décadas anteriores, en su gestación. La Historia trabaja con documentos, con testimonios, con fuentes directas e indirectas. Es algo palpable. La Memoria es otra cosa, debemos hacer memoria de todos los que nos han contado y han dado testimonio. Pienso en el sufrimiento de los últimos en morir, que se han visto tentados por el desánimo, como el recientemente fallecido Javier Nagore, o antes, Jaime Del Burgo con su impresionante Conspiración y Guerra Civil, además de sus obras literarias e históricas, los testimonios y escritos de los y las Baleztena y Jaurrietas, y tantos otros que tuvieron el acierto de escribir de propia mano su experiencia personal. Y recomiendo también la consulta de los textos de militares, políticos y entidades del bando perdedor en la Guerra. Sus testimonios son de gran valía para hacer Historia de verdad. Por ejemplo, tengo cerca de mí, el de Mariano Ansó, alcalde republicano en Pamplona, ministro en la República en Guerra, Yo fui ministro de Negrín publicado en Planeta. Y Joaquín Arrarás, gran periodista navarro, autor de la Historia de la Segunda República y de La Historia de la Cruzada Española, muy consultado y poco citado, y Rafael García Serrano, el año que viene es el centenario de su nacimiento, autor de libros de la talla de Las Vacas de Olite, escrito con gran brillantez literaria, y que hace referencia a dos olitejos, el Chato Gilito –citado por Mikel en el libro que nos ocupa- y el Capitán Gabari, del bando republicano perdedor, que junto a Plaza del Castillo, La Fiel Infantería o Diccionario para un Macuto son piezas de primer orden para entender y comprender el fregado de 1936-39. Insisto, hay posibilidades de investigar, de entender y de explicar bien, con objetividad –nunca lo será al cien por cien, por supuesto- y con valentía, no hay que tener nunca miedo a la verdad, a cómo fue la Guerra de nuestros padres, de esta generación que se nos está yendo y que tanto dio por nosotros.
Como olitejo, estoy muy orgulloso del libro. Tengo en él, referencias familiares como las de mi tío el sargento Leoncio García, las de Nemesio Andía, amigo de mi padre y abuelo de Pablo, y tantos otros protagonistas de estos primero meses de la contienda, en el Frente del Norte, tan decisivo en el posterior desarrollo de la Guerra. Personas que hemos conocido y que son de carne y hueso, de alma y cuerpo, que después de abril de 1939 se incorporaron a sus tareas profesionales con natura
lidad, principalmente al Campo y a labores agrícolas. La ciudad de Olite, catorce siglos de historia, ha dado el nombre a este libro de requetés, que junto a los pueblos o lugares, no nos gusta el apelativo de aldeas, en Navarra, constituye el excipiente, el núcleo originario del Tercio de San Miguel, luego integrado en unidades militares de superior envergadura. Se ve en él, el genio de esta merindad nuestra, amante hasta límites de forofismo mariano de la Virgen de Ujué, quien bien pudo dar nombre el tercio, para delirio de los ujuetarras, sin desmerecer de los leizarras y vascos de Navarra, con el San Miguel protector, o el de los lumbierinos, lesacarras, baztaneses y otros agregados, En el caso de los charrines –apodo simpático a los de Olite-, también resalta el rancho y la garrafonada al conmemorar en plena primera línea la fiesta de la Virgen del Cólera del 26 de agosto en que se celebró como merecía la fiesta de la Inmaculada patrona que nos libró del cólera morbo de 1885. El genio olitense y de pueblos tan queridos como los próximos a Olite, de la Ribera y Beire, Ujué, Artajona, San Martín de Unx, incluso Tafalla –Olite y Tafalla…se ve reflejado en el libro, que me ha hecho recordar muchos episodios de mi infancia y juventud. Entre ellos, el del Círculo Carlista, de la plaza que regentó profesionalmente, mi tío Lorenzo Tanco. Combatiente en la IV División de Navarra, que operó en la fase final de la Guerra en el mismo Cuerpo de Ejército que la Primera, donde sirvió mi padre. Recuerdo haber oído a él, el episodio de que mi abuelo Andrés, convencido que uno o los dos hijos habían muerto en la batalla del Ebro, fue a reconocer cadáveres al Frente. Por cierto, el libro es un espléndido tratado de Fratría, bonita palabra que trae a colación Mikel Azurmendi, los hermanos Nemesio y Félix Andía, auténtico monumento humano, el pequeño de los Andía que nos acompaña; Jaime y Alfonso, protagonistas del libro, los hermanos Hernando Larramendi, me sale mención de reconocimiento a la labor de l Fundación de este nombre, y otras relaciones de hermandad visibles y palpables en la excelente prosa del libro. Las vicisitudes de la Guerra crearon lazos y vínculos de amistad y camaradería entre los que compartieron aquellos decisivos y trágicos días, que perduraron hasta el final de sus vidas. Además de la Familia, la Fe estuvo muy presente en el impulso generoso que movió a muchos a restaurar por las bravas la fe de sus mayores, acosada y perseguida sin disimulo entonces, ahí está el impresionante testimonio de los mil beatos mártires, y desgraciadamente y no muy lejos, ahora con martirios más o menos repentinos o espectaculares. Que disfrutéis con esta joya de libro y muchas gracias.
Jesús Tanco Lerga.