P. Custodio: “Que me amenacen con la cárcel es gravísimo y muestra la descristianización de España”
(Una entrevista de Javier Navascués).-
Custodio Ballester Bielsa. Sacerdote de la Archidiócesis de Barcelona desde hace 25 años. Coadjutor de la parroquia de San Sebastián de Badalona. Licenciado en Teología Fundamental por la Facultad de Teología de Cataluña. Actualmente está preparando su tesis doctoral en Historia Medieval: “Benedicto XIII, el papa Luna. Su proscrita legitimidad”.
¿Cómo se encuentra usted tras estar siete años esperando un juicio acusado de “delito de odio”, por un artículo crítico con el islam extremista?
¡Pues cómo quiere que esté!, tranquilo. Un cura no puede amilanarse ante algo así. La defensa de nuestra fe (incluso frente a otras creencias) va en el oficio. Lo que yo he dicho en mis sermones, lo han dicho también infinidad de curas. También lo dijo Benedicto XVI en Ratisbona. La diferencia está en que, por otras razones, a mí me han grabado y han venido a por mí. Es decir que mi situación no es tan grave, al menos de momento, como la de los cristianos en Pakistán. Pero tiempo al tiempo…
¿Hay posibilidades reales de ir a la cárcel y cómo se está preparando para ello?
Tenemos unas leyes tan desquiciadas, y está tan acentuada la animadversión contra la Iglesia de Cristo, que cualquier cosa puede ocurrir. ¿Preparado? ¡Por supuesto! El propio Jesucristo nos advierte: “Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” (Mateo 10, 17)”. Me sentiría orgulloso de ser perseguido y encarcelado por defender mi fe y la de mis hermanos perseguidos por el islamismo. Cambiaría mi territorio de apostolado: en vez de ejercerlo en una parroquia, lo ejercería en la cárcel, tan necesitada de luz y esperanza.
¿Hasta dónde está dispuesto a recurrir contra este grave atropello?
Por supuesto que, si es el caso, recurriré hasta el límite: hasta el Supremo o hasta el Tribunal Internacional de los Derechos Humanos porque la defensa de la fe en los tribunales es un testimonio indispensable en estos momentos. No me importa que me derroten a mí: lo que me importa es que no quede derrotada mi fe.
¿Hasta qué punto es grave que en un país tradicionalmente católico como España un sacerdote esté amenazado de cárcel por dar criterio sobre el islam radical?
Grave, no: gravísimo. Eso nos da la medida de la descristianización de una sociedad otrora tan cristiana. Merece recordar que los fundadores de la Moderna España son los “Reyes Católicos”, que merecieron ese título por su glorioso empeño en mantener la fe católica no ya en España, que aquí no corría peligro, sino en toda América. Y luego, sus sucesores, en Europa.
¿Quién está realmente detrás de este enseñamiento contra los que se oponen a la dictadura de lo políticamente correcto?
“No os fieis de la gente, -dice el propio Jesucristo- porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles” (Mateo 10, 17). Es penoso constatar una vez más que es infinitamente más dañino el silencio de los buenos, que la perfidia de los malos. Que, efectivamente, vienen de fuera y se han infiltrado en todos los países, incluyendo los organismos internacionales. ¿Qué nos importa a nosotros la ideología de género con todas sus aberraciones? Ni a nosotros, ni a nuestros gobernantes. Pero todos bailan al son que les marcan los grandes diseñadores de la nueva ideología mundial. Una ideología empeñada en sustituir la doctrina y la moral católica. Pero no lo conseguirán. Sus victorias están condenadas a ser efímeras.
¿Cuántas muestras de apoyo de particulares y entidades está recibiendo?
Por supuesto que recibo el apoyo de muchísima gente que me conoce y me aprecia. Pero no se apuran en absoluto, porque a mí no me ven ni apurado ni alarmado. Estoy, estamos a verlas venir. Esto no deja de ser un espectáculo más para hacer exhibición pública de su odio a la Iglesia y a lo que ésta representa, que hoy se lleva como un timbre de honor.