Obedece a tu conciencia recta, no al ruido del mundo
(Por Javier Manzano Franco)—
No has venido al mundo para complacerte ni para consumir pasivamente lo que otros producen. Estás aquí para servir a un propósito superior que trasciende tu comodidad y tu ego: el bien común, el orden natural y la voluntad de Dios. Para cumplir esa misión debes conocerte a fondo y formar tu conciencia conforme a los principios eternos y no a las modas del momento.
La tradición carlista no niega la singularidad de cada persona, pero entiende que dicha singularidad no debe ponerse al servicio del capricho, sino del deber. Cada cual tiene una naturaleza y unas inclinaciones propias que, si se cultivan con disciplina, pueden integrarse en la comunidad y contribuir a su fortalecimiento. Esto exige dejar de vivir según lo que dictan los demás (ya sean ideologías modernas, medios de comunicación o entornos degradados) y empezar a vivir según lo que tu conciencia, bien formada, te indica.
La verdadera autoridad no es externa ni impuesta, sino la que se alza desde dentro cuando el alma está bien orientada. Esa autoridad interior no nace del deseo, sino del deber. Escúchala, trabájala y obedécela. Desarrolla los talentos que se te han dado pero no para distinguirte, sino para servir mejor. Sé activo, no reactivo. Sé constructor, no repetidor.
Cuando no sigues este camino, cuando traicionas lo que en el fondo sabes que es justo y bueno, la tristeza te lo recuerda. No es debilidad: es una señal. La tristeza, en este contexto, es un aviso de que has dejado de vivir de acuerdo con tu conciencia recta.
No sigas tu deseo; sigue tu deber, y tu alma descansará.