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1 de junio de 2018 0

Mi moción de censura o lo que se debería de hacer

 

España está enferma. Es algo que ya nadie con dos dedos de frente y dos gotas de patriotismo en sus venas puede ignorar o negar. Cuando sufrimos medidas suicidas como el dontancredismo ante el golpe separatista en Cataluña del Estado, que tiene la obligación de defender la legalidad vigente (por más que no nos guste, que no nos gusta), se ha de llegar a la conclusión inexorable de que España está incluso en peligro de muerte. Y, ante esta situación de profunda crisis institucional provocada por la torpeza y la inutilidad de un presidente y de un gobierno cobarde, se nos presenta una moción de censura que nos retrotrae a los peores tiempos del Frente Popular, mezcolanza de izquierdas, extremas izquierdas y separatistas, en el caso de los catalanes, además golpistas. Es decir, y con todas las letras, la anti España. Más leña al fuego.

¿Que era necesaria una moción de censura? Por supuesto que sí.

-El gobierno del PP prometió bajada de impuestos y los ha subido.

-El gobierno del PP prometió acabar con la asignatura de educación para la ciudadanía y la han mantenido con otro nombre. Del mismo modo prometió la enseñanza en español en todo el territorio nacional y han incumplido flagrantemente su palabra.

-El gobierno del PP prometió acabar con la ley de violencia de género y la han mantenido incólume.

-El gobierno del PP prometió acabar con la ley del aborto y el holocausto de inocentes aumenta su macabra cifra.

-El gobierno del PP prometió defender a la familia, a la que en la oposición mostraban su apoyo en manifestaciones multitudinarias, y mantiene el divorcio exprés y el “matrimonio” homosexual.

-El gobierno del PP prometió no negociar jamás con los terroristas y apoyar siempre a las víctimas, y han soltado criminales sanguinarios, no se han atrevido a ilegalizar Bildu y demás marcas políticas etarras y han humillado a las víctimas.

-El gobierno del PP prometió hacer frente al desafío separatista y ha permitido campar a sus anchas a los golpistas, tolerando humillaciones como el 9N o engañando a los españoles con un falso e inútil artículo 155 que no ha servido absolutamente para nada.

-El gobierno del PP prometió acabar con las leyes ideológicas del zapaterismo, caso de la ley de memoria histórica o la llamada alianza de civilizaciones.

-Finalmente el partido del gobierno está inmerso en una gran cantidad de escándalos de corrupción que abochornan a la sociedad española honrada y decente.

En definitiva corrupciones, mentiras, traiciones y políticas de la peor derecha: liberalismo, conservadurismo, aburguesamiento, acomodación, capitalismo salvaje y medidas antisociales. Todo ello aderezado con la cobardía de no plantar cara a los separatistas (tanto los “moderados” como los golpistas y terroristas) y su falta de arrestos para defender la soberanía e independencia de España ante los euroburócratas de la UE que nos han humillado en varias ocasiones, la última el caso Puigdemont. Esto ha sido el llamado centro-reformismo, aquél que, partiendo de la conservación de la herencia recibida de la peor izquierda y la peor derecha, ha reformado para no reformar nada. Y su máximo exponente ha sido el presidente del PP (Partido Pusilánime) y presidente del gobierno: Mariano Rodríguez Zapatero.

¿Cómo no va a merecer una moción de censura? Ahora bien, esa moción es inútil si de lo que se trata es de cambiar un gobierno por otro, un partido por otro o un partido por una coalición de partidos. El mal intrínseco no está en el presidente X o en un gobierno circunstancial ni lo va a arreglar un partido que es parte del mismo sistema. Porque el mal está en el sistema mismo

A mi juicio el sistema nació de una triple corrupción:

-Corrupción moral. Los protagonistas de la “sacrosanta” transición que dio paso al actual sistema juraron ante Dios guardar y hacer guardar las leyes y principios que sostenían el sistema anterior del que procedían. Ese juramento fue traicionado mediante argucias legales por quienes más tenían el deber de mantenerlo, empezando por el anterior jefe del Estado.

-Corrupción institucional. En el año 1977 se convocaron elecciones generales que dieron como consecuencia la Constitución del ´78. Es decir, la actual constitución es ilegítima de origen puesto que no fue aprobada a través de unas Cortes Constituyentes convocadas al afecto. A esto hay que añadir que es una constitución que no nombra a Dios ni reconoce una ley y una moral trascendente y por encima de los hombres.

-Corrupción política. Es bien conocido que los partidos más importantes durante la transición fueron financiados ilegalmente desde el primer instante. Baste citar los casos de la UCD, financiada por Arabia Saudí, como reconoció no hace mucho el que fuera presidente de Libertad Digital, Alberto Recarte, o del PSOE, financiado por Willy Brandt y la Internacional Socialista.

Esta triple tara de corrupción moral, institucional y política desde su origen mismo creó una clase política inmoral e indecente (la del llamado consenso) dando como resultado el sistema más corrupto que se ha conocido en la historia de España, que no tiene regeneración posible. Consecuentemente todas las medidas que se tomen y que no apunten al fondo del asunto serán meros parches. Todos esos pactos y leyes que se nos anuncian aprisa y corriendo los partidos como meras huídas hacia adelante no solucionarán nada. No se puede ser juez y parte. El sistema es el problema. Si de verdad se quiere terminar con la corrupción insoportable que padecemos no queda otra solución que acabar con el propio sistema causante.

La auténtica moción de censura sería exigir un proceso constituyente que diera paso a un sistema nuevo, honrado y decente en el que la política esté basada en virtudes morales, no sea una profesión sino un acto de servicio, en el que los jueces sean verdaderamente independientes y en el que el pueblo español esté real y eficazmente representado en unas instituciones fuertes, legítimas y nacionales.

A este respecto de la corrupción y echando una mirada a la rica doctrina del Tradicionalismo político español, encontramos dos figuras que siempre defendió el Tradicionalismo y que acabarían con el problema: el Mandato Imperativo y el Juicio de Residencia. Para los que ignoren en qué consistían sendos mecanismos los explicaré brevemente:

– Mandato Imperativo: consistía en el compromiso y la fidelidad que adquiría todo diputado elegido en defensa de las propuestas concretas (programa electoral), por las que se designó, no pudiendo actuar según criterio propio ni en beneficio propio.

– Juicio de Residencia: al terminar el período por el que fue elegido, cada diputado (o cargo público) debía rendir cuentas de su comportamiento público y aún moral. En tanto no se demostrase su honestidad, debía permanecer privado de movimientos y confiscados sus bienes. Así se conocían sus bienes de forma inmediatamente anterior a su toma de posesión y de forma posterior.

Este es el camino, no hay otro. Todo lo que signifique intentar un parche, un simple cambio de cromos en el gobierno, una  regeneración, una reforma, una reconversión del sistema acabará en fracaso  y será un engaño más. Hay que repetirlo como un mantra: EL SISTEMA ES EL PROBLEMA.

LO QUE CONVENDRÍA HACER Y NO SE HARÁ.

¿Y qué acciones serían indispensables poner en marcha mientras llega ese ineludible y necesario proceso (que no “procés”) para remontar esta crisis en la que nos han metido los partidos y políticos del sistema? Algunas de ellas podrían ser las siguientes:

-Recuperación de las virtudes y principios morales, acordes con nuestra raíces, historia y cultura, sin los cuales la sociedad ha acabado profundamente corrompida, especialmente su clase política. Lucha contra el laicismo salvaje y defensa de la libertad legítima de los católicos en la vida pública.

-Revisión a fondo de las estructuras de la enseñanza, desde la ESO a la Universidad, con libertad para los padres para elegir la educación que quieren para sus hijos. Y con criterios de mérito y homogéneos para toda la nación.

-Reforzamiento de la familia como célula básica de la organicidad social. Derogación de mal llamado “matrimonio homosexual”  y del divorcio exprés. Políticas natalistas que impliquen la derogación de todo tipo de legislación abortista. Derogación de la ley de violencia de género y de las leyes LGTBI.

-Defensa de la unidad de España, de su historia, de su cultura, de su legado, de su Tradición. Ilegalización de todos los partidos separatistas y sus correas de transmisión. Intervención de la autonomía catalana el tiempo que haga falta hasta acabar con el peligro separatista.

-Plena independencia de la Justicia, ajena a interferencias y dependencias de partido y también privada de asociacionismos ideológicos.

-Reducción del Estado de las Autonomías a una funcional descentralización administrativa y supresión del tinglado político. Recuperación de competencias básicas del Estado.

-Disolución de todas las agencias, observatorios, empresas, asesores y demás entes clientelistas creados por los gobiernos taifales, diputaciones y ayuntamientos, y cancelación de contratos con todas sus plantillas de enchufados.

-Reducción de los cargos políticos ministeriales al ministro, subsecretario y jefe de de prensa, y atribución a funcionarios de carrera del nivel adecuado de direcciones generales, sistema gracias al cual las administraciones públicas siguen funcionando aunque se produzcan crisis prolongadas de gobierno. Mecanismo que conlleva la eliminación de asesores y cualesquiera otros cargos de libre designación. Al mismo tiempo supresión y concentración de ministerios con un tope en su retribución.

-Bajada de sueldos de la clase política en general y supresión de pensiones vitalicias. La política ha de ser un acto de servicio y no una profesión.

-Eliminación de los cuerpos policiales autonómicos y su integración en el Cuerpo Nacional de Policía y en la Guardia Civil, en igualdad de condiciones.

-Reforzamiento moral, operativo, estructural y económico de las Fuerzas Armadas en consonancia con su misión de defensa de España. No a los cargos políticos. Exigencia de una reserva bien preparada, indispensable tras la desaparición del servicio militar obligatorio.

-Eliminación del Senado por inservible, inútil y despilfarrador.

-Supresión de toda suerte de privilegios, sean cuales sean, a los diputados.

-Supresión de las aportaciones del Estado a los partidos políticos, sindicatos, fundaciones, ONGs, etc.

-Reforma a fondo del sistema financiero que, además, conlleve el bloqueo de remuneraciones escandalosas.

-Reforma del sistema electoral que apareje la responsabilidad directa de los elegidos con las circunscripción por la que se presentaron y con sus votantes, y que rompa de una vez el privilegio nacionalista que le otorga una sobre representación que le permite chantajear al Estado.

-Reforma del Código Penal en concordancia con los delitos actuales y con la severidad que se merecen y su total cumplimiento, incluida la cadena perpetua.

-Una política migratoria que sólo admita a inmigrantes con contrato de trabajo legalizado y el compromiso de integración en nuestra sociedad, siempre y cuando nos lo podamos permitir. Defensa de nuestras fronteras.

-Defensa de la identidad, soberanía e independencia de España frente a organismos internacionales, especialmente la UE. Acercamiento a nuestros países hermanos de Hispanoamérica.

-Reducción drástica del presupuesto de la casa real.

-Participación de los trabajadores en la gestión y en los resultados de las empresas, como factor de estímulo a la productividad. Justa distribución de la riqueza. Salarios justos. No a los contratos basura. Defensa de la propiedad privada, especialmente frente a los “ocupas”. Defensa de las pensiones.

Y sobre todo, la ejemplaridad de los gobernantes. Y aquí volvemos al tema de la corrupción. Si, como alecciona un adagio francés, el pescado se pudre por la cabeza, para terminar con la corrupción de la que la cabeza que ha contagiado a las instituciones y a la sociedad, ha de comenzarse por sanear la cabeza.

Todas estas medidas son urgentes y necesarias. Pero no serían suficientes. Los tradicionalistas tenemos claro que la solución solo vendrá de la mano de la monarquía tradicional, católica, social, representativa, foral y legítima. Pero también sabemos que no vendrán a través de elecciones anticipadas como algunos reclaman ahora que en poco o nada cambiarían las cosas, y mucho menos tras el gobierno de la anti España que Rajoy ha dejado en bandeja.

Y si nadie es capaz de tomar todas estas medidas,  ¿Qué nos queda? Pues nos queda no fiarnos en absoluto de nadie. Ni del gobierno, ni de la oposición, ni del Ejército, ni de la prensa, ni de la justicia, ni del sistema, ni de los (supuestos) nuevos partidos, ni de nada. Está todo podrido, corrupto e insalvable. Pero algo queda, quedamos nosotros, los que no claudicamos, los que no desfallecemos, los que no traicionamos, los que no nos dejamos anestesiar, los que no tenemos miedo, los que sabemos que tenemos una obligación que cumplir, los que amamos a España más que a nuestra propia vida. Los que confiamos en Dios. He ahí la salvación de España. En nosotros mismos. Haciendo patria en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en el trabajo, con los amigos, organizándonos, dando el apoyo a quienes de verdad piensan y sienten como nosotros y, en definitiva, tomándonoslo en serio. España seguirá existiendo si nosotros lo queremos, si el sano y honrado pueblo español, vencedor de mil batallas, quiere. ¿Tú quieres? PUES PONTE EN MARCHA, LA PATRIA SE MUERE.

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