La teoría sueca del amor: el triunfo del estado del bienestar.
Suecia es uno de los países mejor considerados a nivel internacional con una de las tasas de pobreza más bajas del mundo y con la distribución de la riqueza más igualitaria.
Hace 40 años, durante el gobierno social-demócrata de Olof Palme se redactó un manifiesto político muy ambicioso denominado “La familia del futuro”
según el cual se establecía que “todas las relaciones humanas tienen que estar basadas en la independencia entre las personas’’ con la intención que económicamente el individuo fuera independiente. Se elaboraron diversas leyes para que ningún hijo dependiera de sus padres, ningún anciano de sus familiares y en su lugar, el estado se preocuparía presentar todas las facilidades materiales para hacerlo posible. Y el estado del bienestar triunfó.
Los suecos tienen hoy buenas casas, magníficos coches y sueldos envidiables. Materialmente lo tienen todo y no dependen de nadie, pero mueren solos.
Uno de cada tres ancianos muere sin que nadie se dé cuenta, el 40% de la población sueca vive sola y la tasa de suicidios… es una de las más altas del mundo.
¿Cómo puede ser que detrás del país europeo donde ha triunfado el estado del bienestar se escondan datos tan alarmantes? ¿Cómo puede ser que una sociedad que lo tiene todo cuente con una de las tasas de suicidios más altas?
Propiamente por eso, porqué el estado sueco durante 40 años ha trabajado para que el individuo fuera independiente y en esta carrera hacia la emancipación no había lugar para las relaciones sociales, porque fuera del provecho material eran simplemente innecesarias paraeñ desarrollo autónomo del individuo. En pocas palabras, se destruyó la naturaleza social del hombre.
Hace unos meses se estrenó el documental ‘’La teoría sueca del amor’’, un largometraje filmado por el italiano Erik Gandini que pone de manifiesto la cara menos conocida de la utópica Suecia.
La cinta empieza con un testimonio impactante: Una señora decide que quiere ser madre pero ve innecesario compartir su vida con un hombre. ‘’¿Para que necesito condicionar mi vida y vivir con otra persona si lo único que quiero es tener una hija’’, a continuación, la mujer accede a una página web donde encuentra un catálogo digital de hombres donantes de esperma, con su foto y una grabación de su voz. El día después la señora recibe en su casa un paquete con una jeringa vaginal y el esperma congelado. Ella misma se fecundará en su cama y el estado le proporcionará todas las facilidades: asistencia médica, controles, garantías, incluso se ocupará de gestionar la vida de su hija para que la madre no tenga que preocuparse de nada…. El estado será su padre. Terrorifico. El hombre reducido a ser un donante y la mujer, madre por capricho. Por este modo de pensar la familia ha sido destruida y demográficamente Suecia morirá en breves.
Hasta tal punto llega la des-sociabilización que el estado ha asignado un edificio al departamento que se ocupa de investigar la existencia de familiares cercanos que puedan reclamar la herencia de los miles de suecos que mueren solos sin contacto alguno con su familia. Pero eso no es lo peor, la mayoría de estas muertes no se descubren hasta pasados varios meses cuando algún vecino alertado por un fuerte hedor avisa a la policía: las facturas se pagan automáticamente, no faltan fondos en las cuentas bancarias, los servicios siguen funcionando, la luz no se corta, pero al no pertenecer a ningún círculo social o familiar, simplemente, nadie le ha echado de menos.
Toda esta mentalidad de ‘’únicamente lo útil’’ llega a tal punto que incluso impregna su modo de hablar. Una integradora social explicaba a un grupo de extranjeros que al sueco no le gusta las respuestas largas, simplemente se debían limitar a responder: ¿Está usted casado? Si. ¿Qué tal está? Bien. ¿Le gusta el café? No. Y que alargarse en las respuestas era innecesario. También argumentaba que un inmigrante tardaría entre 7 y 8 años en poder encontrar un trabajo porque primero debería adaptarse al modelo de vida.
Más curioso son las actividades comunitarias, la más común en los últimos años ha sido la de reunirse los fines de semana para organizar batidas por las montañas en busca de gente desaparecida. Me impactó profundamente que el organizador explicara las normas de búsqueda y que al preguntar ¿Alguna pregunta? Nadie respondiera nada y se pusieran a andar sin decir ni una pregunta.
Padre Manuel Martinez Cano mCR nos decía en Ejercicios Espirituales: ‘’El estado del bienestar es una farsa para que no pensemos, es una forma de crearnos expectativas de vida, de creer necesarias cosas innecesarias para quitarnos la vista de las cosas realmente importantes’’ y me acordé mucho de sus palabras mientras veía el documental y comprendí porque definía toda esta maquinaria de crear individuos como diabólica.
Y es que, en una relación documentada, se demostraba como los estados más ricos con un estado del bienestar más asentado y con mayores rentas per cápita eran los
países protestantes (cada vez más secularizados) del norte de Europa y que los más humildes eran los países católicos. A su vez, en la misma relación se demostraba como los marcadores del cultivo de las relaciones familiares y sociales de los primeros estaban por los suelos y en los segundos, la sociabilidad y la familia eran los más importantes.
¿De qué nos sirve una vida rica y abundante si después acabamos muriendo solos? ¿De qué nos vale ser padres si en esta aventura no logramos formar y comprender lo que verdaderamente es una familia?
Porque toda esta ingeniería tiene un fin: demoler el proyecto de Dios en el hombre destruyendo la familia, rompiendo la sociedad y cegando al ser humano con el egoísmo y hacernos dependientes del estado liberal.
Nosotros, como carlistas, tenemos el deber de concienciar y presentar propuestas encaminadas a defender la familia y los lazos sociales, pues el hombre es un ser social por naturaleza. Si tomamos como ejemplo la Sagrada Familia no podremos desear ninguna forma de estado que lo primero que haga sea destruirla, aunque nos cubra de bienes materiales.
Y en esta batalla no debe faltar el espacio para reivindicar ¡Más sociedad y menos estado! Porque el verdadero Bien Común no reside en el desarrollo individual, sino colectivo, como verdadera sociedad de familias y el auténtico ”bienestar” vendrá dado por añadidura cuando todo se instaure en Cristo.