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19 de septiembre de 2019 1 / / / / / / / / / / / / / / /

Jugar a vascos

Sabido es que el vascuence se habla en una parte reducida de las Provincias Vascongadas y Navarra. Hay zonas de esos territorios en las que nunca se ha hablado. Sin temor a equivocarnos, podemos trazar una línea que va desde Sangüesa por Tafalla, los Arcos, en Navarra. Las tierras al sur de la misma corresponden a esas comarcas en las que nunca se habló. Lo mismo se puede decir de la Rioja alavesa y del Valle de Gobea, en Álava, y de las Encartaciones de Vizcaya.

Pero, además, hay que tener en cuenta el efecto desvasquizador de los núcleos urbanos. Hoy mismo, se aprecia que, en ciertas villas de Vizcaya, el idioma usual es el castellano, mientras que en las aldeas circunstantes es el vascuence. Lo mismo ocurriría en tiempos anteriores. En nuestro pueblo no hay constancia de que se haya hablado el vascuence, ni siquiera en tiempos medievales. La toponimia asegura que se habló en los núcleos circunstantes. Su pérdida, en éstos, puede fijarse en los finales del siglo XVIII.

El nacionalismo vasco supuso un afán de evitar la pérdida del vascuence y fomentar su difusión. Nada que objetar a tales deseos. Sí a la manera de llevarlo a cabo. Un idioma no se conserva ni se difunde mediante consignas de partido. Exige de otras labores cuyo resultado no se aprecia a corto plazo.

Lo que hemos observado en nuestro pueblo nos hace ver que hubo una consigna del PNV, para que sus seguidores difundiesen el vascuence. Claro que lo único que podían hacer quienes lo desconocían era emplear fórmulas de saludo y despedida, y llamar a los progenitores “aita” y “ama”. También bautizar a los hijos con nombres extraídos de santoral sabiniano. Invento de finales del siglo XIX, sin ninguna base en la tradición del idioma. Fijamos esa consigna, al menos en lo que a nuestro pueblo atañe, en el año posterior al de nuestro nacimiento. Hemos observado que en las familias nacionalistas a los hijos de nuestra quinta les impusieron nombres normales, en castellano. Los siguientes ya llevan nombres del santoral innovador.

No objetamos nada a quienes han estudiado el vascuence. Nosotros mismos lo hemos hecho. Nos reímos de quienes sin haber tomado en sus manos una gramática o un método, salpican sus conversaciones con palabras vascas. A esos, nuestro profesor de música en Vitoria, guipuzcoano y vascoparlante, les denominaba “aficionados a vascos”. Dicen las palabras casi siempre mal pronunciadas. Es muy corriente oírlos decir “mis aitas” para referirse a sus dos progenitores. Ignoran que usar el plural de “padre” para referirse a los dos es una excepción que se da en castellano. En vascuence padre es “aita” y madre “ama”. Por los dos se dice “gurasoak” y el pueblo, que no usa tal palabra dice “aita-ama”. Aficionados a vascos, juegan a vascos.

En los nacionalistas de las zonas castellanizadas, es muy corriente jugar a vascos. Y con ello hacen el ridículo. Lo malo es que esa costumbre se ha extendido a muchos no nacionalistas. Que, manipulados por los medios de comunicación, se creen que así se integran en lo vasco.

Tenemos que lamentar que la misma Iglesia haya caído en esa ridiculez. En las diócesis de Bilbao y de Vitoria, en zonas donde el castellano es la lengua usada por la inmensa mayoría, se introducen frases en vascuence en la celebración de la Santa Misa. Principalmente el rezo del padrenuestro, del kyrie, o del “sanctus”. Nosotros seguimos el rezo, por obediencia. Pero nos fijamos en muchos de los asistentes que permanecen con la boca cerrada. Otros lo rezan, pero sin saber lo que están diciendo. Del mismo modo que cantan el “Boga boga” después de una comida de amigos. Y nos parece una irreverencia muy grande (que nos perdonen los prelados responsables) emplear lo más sagrado de la Iglesia para jugar a vascos. Si no nos diera profunda pena, nos reiríamos de los sacerdotes que cometen, en el altar, las faltas que hemos apuntado para los aficionados a vascos en general. En un bautizo colectivo el oficiante felicitaba a los “aitas” de los neófitos. SE olvidaba de las “amas”. Seguramente porque, en su ignorancia del vascuence, pensaba que ya estaban incluidas, como en castellano.

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Un comentario en “Jugar a vascos

  1. Carlos Riestra

    Ja, ja, es lo que mi mujer llama “agurparlantes” porque solo saben decir agur y cuatro palabras sueltas más.

    Responder

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