Javier Barraycoa analiza su último libro: “Escolios para el Combate”
(Una entrevista de Javier Navascués) –
Javier Barraycoa es profesor de sociología y prolífico autor sobre temas políticos y sociales. Sin embargo, durante los últimos años ha dejado un rastro de artículos periodísticos contundentes sobre las zozobras que han agitado nuestro país. Han sido recogidos en el libro titulado: “Escolios para el combate”. De forma categórica, el autor denuncia las incongruencias del conservadurismo, de la izquierda y, evidentemente, del nacionalismo. Mete el dedo en la llaga del costado de los patriotas constitucionalistas y denuncia la traición constante de los gobiernos centrales. En medio de los comentarios de la realidad cotidiana, sobresalen reflexiones perennes para comprender la Transición y su trágico desenlace, cuyo inicio estamos contemplando.
Un libro sobre recopilación de artículos periodísticos tiene el riesgo de pasar de moda…
Ciertamente, ese es un peligro. Por eso, los artículos han sido escogidos cuidadosamente porque, dejando de lado lo perentorio que puedan contener, en ellos se refleja un posicionamiento político perenne que nos puede ayudar a entender por qué los problemas en España subsisten y se han agravado durante la Transición. También pretende recoger un posicionamiento de reflexión fuera de las estrictas y estériles categorías de constitucionalistas y separatistas anticonstitucionalistas. Personalmente no me considero constitucionalista ni acepto las tesis independentistas anticonstitucionalistas. Y creo que muchos españoles no nos queremos dejar constreñir por estas dos categorías.
¿Puede profundizar en esta idea?
El primer artículo del libro habla de la figura de los “piojosos”. Este era un apodo que se pusieron los habitantes de uno de los barrios más paupérrimos de Hospitalet de Llobregat de los años 30 del siglo XX. De allí surgieron grupos anarquistas que se apodaban así. En estos años de lucha contra el separatismo, muchos nos hemos sentidos tratados como “piojosos” y no precisamente por los independentistas. Desde asociaciones como Somatemps conseguimos colaborar en grandes movilizaciones, sacamos millares de personas a las calles y con ellas frenamos al separatismo. Pero luego, muchos de los españoles de a pie que nos habíamos involucrado en una lucha que el Estado no comparecía, fuimos arrinconados por las asociaciones que la partitocracia financiaba, para que los partidos políticos constitucionalistas se llevaran el mérito. Así que, … nos convertimos -con orgullo- en los “piojosos” de la lucha en Cataluña.
Un artículo interesante se titula “El pacto del hambre”, curioso título.
Está en relación con lo anteriormente expuesto. “El Pacto del hambre” es el que se realizó entre Companys, los sindicatos como la CNT y la UGT (que habían apoyado al General Primo de Rivera) y con los empresarios. Este pacto consistía en que no se contratarían a aquellos que habían militado en los Sindicatos Libres y que en los años 20 se habían batido el cobre (en pocos años 53 de sus dirigentes fueron asesinados) contra los sindicatos anarquistas. El sistema los utilizó y luego los abandonó a su suerte condenando a sus familias a pasar hambre. Francamente, es una analogía bastante perfecta de lo que muchos hemos sentido que nos pasaría (o pasará) en Cataluña.
Entonces no acepta las categorías de Derecha o Izquierda.
Exacto. Nunca me he considerado ni de derechas ni de izquierdas, ni de aquellos populismos que pretenden superar esta dialéctica, pero fracasan en proponer una vía moralmente aceptable. En el libro hay sendos artículos para reflexionar sobre los sentidos ocultos de la “derecha” y la “izquierda”. Ante ellos prefiero contraponer las categorías “trascendencia” frente a “inmanencia”. La “Derecha” por definición es un plano inclinado hacia la izquierda. Cualquier programa de partidos conservadores, actualmente es más de izquierdas que la “Izquierda” de hace cuarenta años. Algunos a eso le llaman progreso. Yo prefiero definirlo como deslizamiento hacia el vacío. En resumen, como se describe en uno de los artículos, la llamada “derecha”, es la “derecha de la izquierda”.
Ya veo que le gusta jugar con las palabras. Veo que dos artículos los titula correlativamente “ultra” y “facha”.
No puedo negar que estos dos artículos me divirtieron especialmente y son fruto de un cansancio de la banalidad con que la gente usa estos términos. Más que jugar con las palabras hay que recurrir a la etimología para darse cuenta de lo fácil que es asociar códigos lingüísticos, a sensaciones de desprecio y luego utilizarlo como armas arrojadizas para evitar cualquier juicio racional. “Ultra” en sí mismo carece de sentido, pues significa “más”. Por eso comprenderá que, si alguien me acusa de “ultra”, mi interlocutor es algo estúpido. Hay muchas derivaciones de la expresión que cobraron sentido en su momento. A mí me gusta especialmente la medieval hispánica. Cuando los peregrinos se cruzaban en el camino de Santiago se saludaban con un “Ultreia” (Ultra-eia) que podría traducirse como “sigue adelante”, “no te rindas”. En ese sentido me gustaría ser un ultra. Lo de “Facha” tiene delito, la etimología no tiene nada que ver con fascismo sino con “Cara” en italiano o fachada, forma de presentarse, etcétera.
O sea, se ha divertido escribiendo…
Bueno, la sensación siempre es agridulce. Por un lado, es divertido contemplar los acontecimientos políticos en su absurdidad, pero por otro duele ver como nuestra sociedad ha perdido el sentido común. Un artículo lo titulo “Soy negro” y reivindico mi derecho a serlo si así me siento, independientemente de lo que diga la gente o los fenotipos. En varios artículos se denuncia el absurdo de la ideología de género y de la corrección política.
¿Y la parte agria?
Hay un artículo que denuncio las trampas mentales que se hacen los separatistas, que se titula “Sois tontos”. A él le sigue uno titulado “Somos tontos”. En él dejo claro que son vanas las ilusiones de que un patriotismo constitucional o una derecha conservadora puede salvarnos. Frente a los que quieren apuntalar el decadente Régimen del 78, les avanzo que este régimen pasará. Y muchos de los que ahora son incondicionales, se adaptaran a cualquier circunstancia nueva. Si a los conservadores monárquicos del siglo XX no les costó adaptarse a la II República, muchos de los que ahora gritan viva Felipe VI y viva la Constitución, se adaptarían a una nueva realidad metarmorfoseada por la izquierda sin ningún reparo. Ya lo hemos vivido muchas veces en la historia. Algunos creen que el separatismo es un principio de gangrena que hay que cercenar. Yo defiendo que España sufre una metástasis desde el centro a la periferia. El separatismo es el efecto de una enfermedad, no la causa.
Por lo que dice, a muchos no les gustará su libro.
No podemos escribir para que a la gente disfrute leyendo cosas que no le incomoden. Pero posiblemente, a algunos, este libro les ayudará a orientarse en la ciénaga política que nos hallamos. Insisto, hasta que no abandonemos las categorías de derechas e izquierdas, no entenderemos nada. Todo se reduce a Tradición o Revolución.
Para estos lectores, ¿dónde pueden conseguir el libro?
La propia editorial -la Asociación Editorial Tradicionalista-, lo distribuye solicitándolo en este enlace.