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11 de julio de 2017 0 / /

Funeral en la parroquia de San Lorenzo de Pamplona

HOY, día 10, y después del entierro en el cementerio de San José (Berichitos), se ha celebrado el funeral por doña María Eugenia Otero en la parroquia de San Lorenzo de Pamplona, aneja a la capilla del copatrono San Fermín, a la una del mediodía.

La celebración, en plenos Sanfermines, ha tenido una gran concurrencia de fieles, ha sido una  hermosura, no pudiendo entrar en el templo algunos que deseaban hacerlo. En el altar había abundantes concelebrantes navarros amigos de la familia. La ceremonia ha estado presidida  por don Miguel Garisoain, hijo de la finada, que ha realizado una predicación de altura espiritual para el provecho de los asistentes. El hijo mayor, Javier, ha dado su testimonio al final de la ceremonia. Al final los nietos de María Eugenia han realizado una ofrenda al patrono San Fermín.

Han asistido muchos amigos de la familia, incluidos los que han viajado de Galicia, Guipúzcoa, Vizcaya, Zaragoza, Madrid, Santander y otros lugares. Era comprensible que estuviese el presidente de la CTC de Navarra, así como la Excma. María Cuervo-Arango, presidente de la CTC. Las condolencias se han recibido fuera del templo, prolongándose durante largo rato.

La extensa familia se mostraba serena, y los dos hijos que han intervenido según decimos han dado muestra de una fuerte emoción. No obstante, saben que en el día a día van a notar mucho la ausencia de la madre, aun con la seguridad de que ella está en las mejores manos, las del Padre, y que intercederá por todos ellos con más eficacia que antes. Al menos algunos que no somos de la familia ya hemos notado la ausencia de la finada, pues siempre estaba presente en los acontecimientos importantes.

* * *

En la homilía, el pater Miguel enseñó:

“Estamos aquí por la muerte de nuestra madre. La primera lectura hablaba del sueño que tuvo Jacob, que veía una escala, una escalera que apoyaba en tierra y subía hasta el cielo, y por esa escalera bajaban ángeles, bajaban y subían. Esa escala de Jacob es Jesucristo, y de una forma especial es la Eucaristía. Nosotros hoy, nuestras peticiones, nuestras oraciones por nuestra madre, suben por Jesucristo, y también por Jesucristo nos bajan todas las bendiciones, en modo de consuelo, en modo de paz para cada uno de nosotros.

“Así pues que, aprovechando esa escalera, que es el Señor, lo primero de todo lo que tenemos que hacer como familia es pedir por ella, pedir por mamá, queremos pedir por ella con la fe de ese otro personaje que aparece en el Evangelio que se postró de rodillas. A nosotros no nos es difícil imaginarnos a la abuela, a mamá, de rodillas, fuese en la capilla de la Adoración Perpetua, fuese aquí en nuestra parroquia, fuese en las Reparadoras, en tantos sitios. Mamá, de rodillas nos enseñó a postrarnos ante el Único que nos puede salvar. A veces inconscientemente, porque nosotros tantas veces no lo aprovechamos, nos vacunó frente muchas idolatrías, nos vacunó frente a muchos ídolos. Hoy le pedimos a Jesús, como le pidió este buen hombre: nuestra madre acaba de morir, pero ven Tú, impón tu mano sobre ella, y vivirá.

“A nuestra madre la realidad le ha dado muchísimas cosas buenas: mi madre ha gozado de un buen nombre pero ni siquiera ese nombre puede darle un segundo de vida. Mi madre ha estado acompañada por unos buenos profesionales, con todos los médicos que le han atendido este último tiempo, pero ni siquiera ellos le podían alargar un segundo de vida. Todos los que estamos aquí le hemos querido, le queremos a mamá, a Mª Eugenia, pero ni nuestro amor le puede dar un segundo de vida. Pero Jesús sí, por eso acudimos al Señor que puede darle vida eterna. Se reían de Jesús cuando Jesús decía que no, que no está muerta, que está dormida. La Yaya está dormida. Eso es lo que pedimos al Señor, aunque se rían. Da igual que se rían de nosotros. Nosotros decimos: Jesús confío en ti. Lo primero que hacemos en esa escala es pedir por ella.

“Lo segundo a que os invito, queridos hermanos, es a que demos gracias a Dios por nuestra madre. Por dos cosas, porque hoy no es el momento de hablar de mamá, de hacerlo como hemos hecho estos días, estas horas, en tantos otros momentos en torno a la mesa compartiendo una buena conversación.

“Lo primero que tenemos que darle gracias a Dios y a nuestra madre es por la vida. Y dirás: “si la vida viene de Dios”. Pues es verdad: la vida es un don de Dios. La da Dios pero Él necesita de nuestros padres. Ellos dieron nueve síes. Y eso es algo muy grande porque, fijaos, aunque nos hubiese dado la vida y luego nos hubiese despreciado (ella nunca hizo eso, por supuesto), aunque hubiese hecho eso, estaríamos eternamente agradecidos, porque dar la vida es dar la posibilidad de un día tener la ciudadanía del cielo. Eso es algo grandísimo. Todos tenemos, hemos tenido madre.

“Gracias por darnos la vida y gracias también por la vida de Fe. Mamá con nuestro padre nos acercó como esa mujer, la hemorroísa, que tocó el manto del Señor, mamá supo acercarnos a tocar a Jesucristo en los sacramentos. Y dos detalles. Uno es muy tonto. Yo de noche le doy muchas vueltas. Cuando cumplíamos años, por lo menos a mí me decía: “Miguel ¿ya has ido a Misa?” Puede parecer una cosa tonta, pero ella entendía que era fundamental dar gracias a Dios por la vida y estar cerca de Él, un año más: “¿Ya has ido a Misa?” Y el segundo detalle es cuando este sábado ya entrábamos en la agonía, la pobre lo pasó peor y me  dijo: “Miguel, la bendición”. Como decía el Papa: “nos roban la unción”. Mi madre me robó la bendición. Porque igual yo estaba atontado y paralizado: y mi madre me robó la bendición. Queridos hermanos sacerdotes, yo tengo clarísimo que me quiero hinchar a bendecir porque no quiero llegar al Purgatorio con las manos negras de no bendecir, y ya solo por eso merece la pena ser sacerdote. Gracias a Dios por nuestra madre: nos ha dado la vida, y nos ha acercado a tocar al Señor, primero con el bautismo.

“Y tercero y último. Me quiero dirigir a ti, que has querido participar en esta Misa funeral por María Eugenia. La Misa no es un teatro. La Eucaristía no es un teatro. Tú no puedes permanecer aquí como espectador, aquí pasan cosas muy gordas. Dice el Evangelio que después de que este hombre llamó al Señor, Jesús con sus discípulos se pusieron en  movimiento y es cuando más gente se pudo aprovechar de la presencia del Señor: la hemorroísa le tocó. Hoy el Señor también pasa por aquí. ¿Tú qué dices? ¿Tú qué dices? ¡Tócale, porque si tocas al Señor quedas sano! Una Misa funeral nos pone en la realidad: es una gracia muy grande para todos los que estamos aquí, porque nos pone ante la realidad la muerte, ante la realidad de nuestra propia vida, así, sin fingimiento, sin trampa ni cartón, nos pone ante la esperanza de la vida eterna. Con Cristo la muerte es un sueño, del cual despertaremos. Él pasa y, si le tocas, te sana, el Señor te sana. Es verdad que nos duele, nos duele la muerte de mamá, claro que sí; pero como decía alguno, la muerte duele pero no mata, nos duele pero no mata, no. Acabamos de subir del cementerio y hemos estado cantando, hemos estado cantando a gusto; es compatible la pena que sentiremos estos días con esos cánticos que hemos echado ahí en el cementerio, que seguro que si hubiese estado Papá hubiese sido el primero.

“Vamos a continuar esta Eucaristía con esos sentimientos encontrados por el dolor, la pérdida de nuestra madre, y la fortaleza que da la Fe, que es como una roca. Ella no está en el vacío, no está en la nada, está en las manos del Señor, y pedimos por ella, para que goce ella en compañía de los Santos, de su hija Marta y de todos sus seres queridos. Que descanse en paz”.

* * *

Las palabras de Javier Garisoain al final del funeral de su madre fueron las siguientes:

“Nuestra madre era una mujer espiritual, pero no era una mujer espiritualista. Era una mujer que estaba comprometida. Era una mujer militante, que en ningún momento renunció a cambiar el mundo. (silencio) (Si sigo así voy a decir “gracias”, “graciñas”, y ya está…). Ella sabía que primero tenía que cambiarse ella, y gracias al colegio del Sgdo. Corazón, y gracias a mi padre también, ella se cambió, y se hizo mejor. Luego cambió su entorno, se desvivió por cambiarnos a nosotros, por cambiar nuestra familia, su entorno. Ella también sabía que lo que cambia el mundo son las ideas y… no le gustaba el Mundo, este mundo moderno que se aleja a Dios.

“Tengo dos ideicas que creo que ella estaría conforme con que las dijera. Una es el tema de la enfermedad. Viviendo la enfermedad de nuestra madre y también, hace unos meses, la de mi suegro José Mari Guindano, hemos visto que una enfermedad terminal es una bendición: ¡bendito cáncer, bendito cáncer!. Os deseo a todos una buena muerte,  cuando Dios quiera, me la deseo a mi mismo. Cuando alguien dice: “qué bien, murió de repente, no sufrió, no se enteró de nada…” ¡eso es un horror! Cuando estás bien acompañado, cuando tienes la oportunidad de morir en paz, de soltar el lastre y de poderte marchar en paz: ¡eso es una bendición!

“Otra idea sería el tema del poder de las mujeres, esa idea absurda que nos está destruyendo como sociedad, haciendo que los hombres se enfrenten a las mujeres: la típica lucha marxista aplicada a la lucha de sexos. Hablan de empoderar a la mujer. ¡Mirad la esquela!: ¿os parece poco poder ese? (Nota: nosotros contamos 31 personas entre hijos y nietos).

“Sin más, muchas gracias a todos. Estamos muy bien. Estamos contentos, estamos muy arropados, estamos agradecidos, muchísimas gracias a todos por venir, a todos por el cariño que nos habéis dado, acompañando a nuestra madre, sobre todo todos estos meses últimos. Sabemos que sufriremos, vamos a sufrir en los próximos meses su ausencia, pero bueno, también sabemos que tenemos motivos para sobrellevarlo, porque ella no sólo vive en los recuerdos -como decía Miguel esta mañana- ella no vive en los recuerdos sino que vive en las manos de Dios”.

José Fermín Garralda

10-VII-2017

(Textos transcritos de una grabación propia. Los posibles errores son del transcriptor. Damos a conocer los textos por el bien que pueden hacer. Se pueden borrar o modificar a petición de los interesados).

 

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