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22 de noviembre de 2022 0

El profeta

(Por Francisco Segarra) –

¿Sufre alguien por el pecado ajeno? ¿Por el pecado de los nuestros, familiares, amigos, conocidos? ¿Reza alguien por ellos?

Pedir para uno mismo, sí, pero… En la Iglesia todos debemos rezar por todos, así nuestra súplica adquiere la fuerza de la caridad y es grata a Nuestro Señor, dice San Ambrosio.

¿Reza alguien, se mortifica alguien, denuncia alguien los pecados sociales, tan abominables hoy en España?

Sé que rezan los monjes y las monjas, los sacerdotes, muchos laicos sensibles, incluso algunos -muy pocos- políticos.

-Pero no hay un clamor como aquel de Jeremías -me susurra el monje.

-¿Qué quiere usted decir?

-Lo que he dicho. Denunciar, señalar, advertir del castigo eterno y de la condenación, desenmascarar la blasfemia y el crimen silencioso, oculto a los ojos; “¡Ay de vosotros hipócritas, llenos de iniquidad y de malicia!”, ya sabe…

-Sí.

-Nos faltan profetas pobres como el Bautista; profetas molestos, insoportables para los esbirros de satán y para los católicos tibios, y para los burgueses y los acomodados. Y para los blasfemos y los oligarcas del mandil. Profetas, voces en el desierto, que llamen a gritos a la conversión y la penitencia. Profetas que lloren y giman contemplando con sus ojos puros la condena eterna de tantos millones de almas. Desde Fátima no hay profetas, Jacinta nos advirtió con lágrimas: el infierno es tan real como terrible. “Pero no harán caso aunque resucite un muerto”. No. No hacemos caso.

Están muy bien todos los apostolados, muy bien. Y los congresos, denuncias, alertas. Incluso los golpes de pecho patrióticos de los liberales.

Pero nos faltan profetas, adustos, serios, locos por Dios. Locos de Dios. Solo ellos pueden encender el fuego de la locura por amar a Dios sobre todas las cosas: sobre la política, señores políticos. ¿Qué parte del primer mandamiento de la Ley no entienden, no quieren entender ustedes?

Pregunto.

Aunque triste, les deseo Paz y Bien.

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